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Los beneficios de comer en familia

por Editor mdc
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La mejor forma de invertir en nuestra familia es compartir al menos una comida juntos

Es una de las costumbres más tradicionales a lo largo y ancho del planeta y, sin embargo, la terapeuta familiar Anne Fishel asegura que “en los últimos treinta años ha decaído de modo dramático”. Nos referimos a las comidas en familia, ese momento del día en el que se combinan ingredientes tan exquisitos como el encuentro de sus miembros, una cena sabrosa y una buena conversación. Recuperar esta práctica, según Fishel, es la mejor forma de invertir en nuestra familia.

El 95 por ciento de las familias estadounidense consideran que comer en familia es una buena costumbre, pero, aun así, tan solo un 50 por ciento de ellas la practican.

Con el objetivo de “rescatar” esta sana costumbre y de hacerla más placentera para aquellas familias que aún la siguen practicando, nació hace seis años una iniciativa interdisciplinar como parte del Proyecto Zero desarrollado por la Universidad de Harvard: The Family Dinner Project (fdp o, en español, Proyecto Cenas en Familia).

La terapeuta familiar Anne Fishel, cofundadora del proyecto fdp y autora del libro Home for Dinner: Mixing Food, Fun, and Conversation for a Happier Family and Healthier Kids (2015) –en español, ‘En casa para la cena: combina comida, ocio y conversación para que tu familia sea más feliz y tus hijos estén más sanos’–, asegura que las cenas son el evento de la rutina familiar “que más dividendos produce”.

Tanto es así que Fishel está convencida de que si las familias cenaran juntas, su trabajo como terapeuta familiar “sería innecesario”, pues está demostrado que “aquellas que cenan juntas padecen menos estrés y sus miembros se sienten mucho más unidos”. Además, “al llegar a la adolescencia, los hijos de estas familias son menos propensos a padecer desórdenes alimenticios o depresión, así como a abusar de ciertas sustancias o a ejercer de forma precoz su sexualidad”, dice.

Por si fuera poco, Fishel añade un par de datos especialmente llamativos: “La conversación que tiene lugar alrededor de la mesa incrementa de un modo significativo el vocabulario de los niños, incluso más que leerles cuentos antes de dormir, y, además, mejora su rendimiento escolar”.

FDP se centra en sacar el máximo partido de todo lo que ocurre alrededor de la mesa familiar

Por una parte,  una comida en familia puede convertirse en un espacio de entretenimiento cotidiano y, a la vez, garantiza una alimentación más saludable. Según Fishel, “está comprobado que, durante las cenas, almuerzos o desayunos  en familia, los niños comen menos grasa, azúcar y sal, y que aprenden a comer más verduras y vegetales, por lo que disminuye la probabilidad de que sufran obesidad. Además, se ha demostrado que cuando estos niños comienzan a hacerse cargo de su alimentación, mantienen estos hábitos saludables”, asegura.

Para aprovechar estos múltiples beneficios, es suficiente con que la familia cene junta cinco días a la semana. Sin embargo, si para una familia es difícil reunirse a la hora de cualquiera de las comidas, bien sea el desayuno, el almuerzo o la cena, fdp les plantea que desayunen juntos, tomen la merienda o se reserven las comidas del fin de semana. No hay una fórmula única, lo importante es establecer esta “cita familiar”, en un horario y un espacio previamente concertados.

“La conversación que tiene lugar alrededor de la mesa aumenta el vocabulario de los niños, incluso más que leerles cuentos antes de dormir”

 

 

No hay excusas para comer en familia

Muchas familias dicen estar demasiado ocupadas o muy cansadas al final del día para ponerse a cocinar. En estos casos, Fishel recomienda cocinar el doble durante el fin de semana y congelar la comida, lo que sobre para otro día de la semana. Cuando se lamentan de que sus niños se resisten a comer, Fishel indica que no conviene caer en el “si te tomas el calabacín, podrás comer helado de postre”, pues esto los hace aún más quisquillosos con la comida.

También aconseja no dejarlos picar entre horas ni comer en el coche. En aquellos casos en los que los adolescentes de la familia se muestren reticentes a participar en las cenas, la terapeuta familiar sugiere “crear una atmósfera alegre y cálida durante la cena”, ¡y libre de tecnología!, pues “la tecnología es una de las mayores fuentes de tensión”.

Fishel ha estudiado el fenómeno y ha observado que los padres utilizan los dispositivos tecnológicos en la mesa el doble que sus hijos, así que propone que sean los adultos los primeros en modificar su comportamiento, y que “fijen parámetros claros: ‘vamos a dejar los móviles en una cesta’ o ‘solo vamos a usar el móvil para compartir entre nosotros (una foto graciosa, un e-mail…), pero no para comunicarnos con alguien que no esté con nosotros en la mesa”.

Fishel recomienda que los niños participen en el proceso de planear y preparar las comidas para que las disfruten más. “Cualquier tarea que implique que los niños toquen los alimentos, los mezclen o los elijan, los convierte en ‘accionistas’ de este proyecto y contribuye a que quieran cenar con más gusto”.

Artículo original escrito por Isabel Molina Estrada
Fuente: www.revistamision.com

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