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¡Auxilio! ¡Tengo un hijo adolescente!

por Luz Ivonne Ream
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¿Será que de verdad ser padre de un hijo adolescente es una tragedia? Descubre cómo no morir en el intento (y encima ser feliz con ello).

Cuando hablamos de los hijos adolescentes, hasta volteamos los ojos hacia arriba y soltamos un enorme suspiro como diciendo, ¡auxilio, sáquenme de aquí! Es cierto, nos enojamos con nuestro joven y hasta le decimos: “Dios te guarde y ojalá se le olvide dónde hasta que tengas unos 21 años…” O sea… ¿De verdad será para tanto?

Tener hijos de esas edades sí que es una gran tarea y reto porque hay que seguirles educando y guiando y a estos sencillamente no se les pega la gana seguir reglas porque “todo lo saben”. Ahora el “porque lo digo yo que soy tu padre” no funciona.

Atreverse a pensar

Por eso es importante formarles para que se atrevan a pensar invitándoles a que profundicen las cosas, a la reflexión para que descubran qué es lo que realmente quieren, desde el amor como capacidad de dar y de recibir con libertad y responsabilidad. Que sean capaces de querer dejar de ser uno más para ser únicos e irrepetibles. Tarea titánica para los educadores primarios y a la vez muy gratificante.

O disfrutas siendo padre de adolescentes o de verdad les harás esta etapa mucho más difícil de lo que también es para ellos. Si tú como papá a veces te quieres volver loco de desesperación, imagínate ellos que deben vivir con ellos mismos. ¡Nada fácil! Por eso hay que cambiar el chip interior.

Cambiar el chip interior

¿De qué dependerá este cambio? Todo cambio va a pender de la actitud que nosotros tengamos hacia ser padres de hijos adolescentes. Les recomiendo leer a Rosa Barocio, donde en su libro “Disciplina con amor para adolescentes” dice que todos los padres de familia pueden cambiar su enfoque sobre la adolescencia.

En vez de verla como una crisis o algo doloroso deben considerarla como una oportunidad de grandes retos. Así es. Hay que dejar de reaccionar sobre la rebeldía la cual es una necesidad natural que tienen los adolescentes de encontrarse con su individualidad. Por ejemplo, si nuestros hijos son irresponsables o desordenados pensemos que aún les falta experiencia y que si les apoyamos dándoles el enfoque correcto a la situación podrán aprender de esos errores. Todo debe ser pretexto para educar, no para pelear o juzgarles.

Papás, debemos darnos cuenta de que nuestros hijos están pasando por grandes cambios, muy parecidos a la menopausia. Es normal que se interesen por cosas que sólo para ellos tienen sentido como estar todos los días con sus amigos, porque su interés a esa edad es relacionarse con sus iguales y encontrar su propia personalidad.

No más peleas

Necesitamos dejar de pelearnos con ellos por todo. Escuchar más, hablar menos; avenir más, reñir menos. Pensemos, ¿quién es el adulto? Es muy importante que a cada reacción de nuestros hijos o a cada cambio le demos el enfoque correcto, positivo, asertivo. Podemos quejarnos amargamente al tratar de controlarlos. O bien tenemos el otro lado, que es asombrarnos al ver a nuestro hijo como un espejo fiel nuestro, del mundo y de la cultura en la que está inmerso. Nuestros hijos también están en constante lucha por descubrirse y saber quiénes son.

Nuestros hijos adolescentes piden a gritos ser escuchados, especialmente por nosotros sus padres quienes se supone les amamos y aceptamos incondicionalmente y generalmente somos los primeros que les rechazamos, no solo en actitud, sino que tenemos el descaro de decirles palabras por demás ofensivas como “¡Ya estoy harto de ti! Si nosotros papás cambiáramos nuestro pensamiento en relación con nuestros adolescentes, estos se transformarán y tendrán nuevas actitudes.

Qué te parecen estos cambios de actitud de nuestra parte:

Y si en vez de sermonear, les escuchamos.
Y si en vez de frenarles, les contenemos.
Y si en vez de imponernos por la fuerza, les guiamos.
Y si en vez de criticarles, les comprendemos.
Y si en vez de condicionarles, les invitamos a negociar y a dialogar.
Y si en vez de quererles imponer nuestra voluntad, les invitamos a reflexionar.
Y si en vez de querer decidir por ellos, les invitamos a hacer uso de su libertad.
Y si en vez de callarles, les dejamos hablar.
Y si en vez de que repriman sus emociones, les enseñamos a que las encaucen.
Y si en vez de juzgarles, les mostramos interés en ellos y en sus gustos.
Y si en vez de sobajarles, honramos sus necesidades.
Y si en vez de compararles, les apreciamos exactamente como son.
Y si en veces querer cambiarles, les aceptamos con sus áreas de oportunidad.
Y si en vez de descalificarles, les valoramos.
Y si en vez de “aguantarles”, los disfrutamos.
Y si en vez de padecerles, nos divertimos con sus locuras.
Y si en vez de fastidiarnos, nos entretenemos.
Y si en vez denigrarles, los engrandecemos.
Y si en vez de humillarles, los elogiamos.
Y si en vez de querer que se parezcan a nosotros, los apoyamos para que busquen y encuentren su propia personalidad.
Para nosotro,s los padres, la adolescencia de nuestros hijos es un tiempo para retomar, redireccionar, corregir y ampliar nuestras metas; hacer un parón en la vida y ser honesto preguntándome qué quiero seguir haciendo de mi vida y de la de mis hijos. Hacia dónde las estoy llevando porque nosotros como padres seguimos siendo sus guías y seguirán nuestros pasos, sean estos buenos y firmes o no.

Gracias a estos maravillosos maestros que hoy adolecen de control, nosotros como papás podemos ser aún mejores personas. Pero para esto necesitamos atrevernos a ver a nuestros hijos con los ojos del corazón, del alma y darnos cuenta de que son muchachos en evolución, en desarrollo, donde su conciencia está despertando y aún no está madura.

Nuestros hijos tienen todo el derecho de vivir y de cerrar su etapa de adolescentes. Toda buena cosecha requiere de buena semilla, de estar abonando y regando constantemente y de tiempo, mucho tiempo. Eso es exactamente lo que pasa con nuestros hijos adolescentes.

En la niñez nosotros sembramos eso mismo que va a germinar en la adolescencia. Ellos necesitan forzosamente vivir esa etapa y nosotros debemos estar con la certeza que de todo lo bueno que sembramos en la vida de ellos cuando niños y hoy como adolescentes, cosecharemos buenos frutos.

 

 

Tienen derecho a ser adolescentes

Repito, nuestros hijos tiene total derecho a vivir esta etapa lo más sano posible, justo a su edad, en profundidad y a crecer y a madurar cuando deba de ser. Si no se vive, posteriormente en cualquier etapa de la vida de adulto la va a vivir, le va a brotar. Por eso hoy en día encontramos a tantos adultos con actitudes de adolescentes o bien adolescentes atrapados en cuerpos de adultos.

Los padres debemos ser pacientes durante este cambio, en esta evolución y por más que nos desesperemos, nunca tirar la toalla o querer darnos por vencidos con nuestros hijos. Si les damos su tiempo, seremos testigos del resultado de nuestra paciencia y amor.

Nuestros hijos adolescentes necesitan tener la certeza de que son amados y aceptados cabalmente por nosotros sus padres, si no después tendrán muchísimos problemas para adaptarse y ser útiles en la sociedad, incluso en su propia familia.

Difícilmente sabrán cómo amar a alguien más, porque como padres no les hicimos sentir que para nosotros eran lo primero, nuestros amores, nuestros hijos amadísimos.  Corren el riesgo de llenarse de tristeza y aflicción si en su casa no encuentra ternura, amor y aceptación. No hay nada más fuerte y más difícil de superar y de vivir con eso que cuando nuestros hijos experimentan rechazo por parte de aquellos que se supone les deben amar incondicionalmente.

Miedos y tristezas

Recordemos que, en el interior, el adolescente aún es inmaduro, es un niño quien puede experimentar miedos y tristezas. Cómo es posible que nuestro hijo adolescente tenga que llegar al extremo de comportarse mal en el colegio, romper las reglas con tal de llamar nuestra atención y sentirse tomado en cuenta por los padres.

Papás, necesitamos hacer conciencia de la necesidad tan grande que tienen nuestros hijos -adolescentes o no- de ser amados y aceptados. Si ellos no sienten nuestro amor no van a poder crecer como personas emocionalmente saludables y estables, maduras, ecuánimes y capaces de amar.

Por el contrario, si ellos experimentan nuestro amor todo se hace más llevadero. No digo que será más fácil o que no vaya a haber rencillas, pero sí será menos traumático y con la certeza de que nuestros hijos se encaminan hacia el éxito. Aprendamos a discutir inteligentemente, eligiendo nuestras batallas. Enfoquémonos en educarles desde el amor únicamente en eso que les va a llevar a ser personas valiosas e íntegras.

Publicado en: es.aleteia.org

 

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