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Las Estrellas Más Famosas del Mundo

por Fr. Michael Della Penna
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Jesucristo es la única luz eterna y verdadera del mundo

De niño, siempre era emocionante ver los créditos al inicio de las películas donde podía leer en letras grandes y resaltadas los nombres de mis actores favoritos quienes eran los protagonistas en las películas. Si somos honestos probablemente todos hemos estado fascinados o tal vez hasta obsesionados alguna vez con estas estrellas de cine; con las bellas y románticas estrellas de Hollywood que nos dejan sin aliento, o con los apuestos actores y actrices que vemos en nuestros programas de televisión favoritos así como con las estrellas del pop que vemos en los videos musicales. Tanto estrellas de rock, deportistas o actores, nuestros ídolos siempre los mirabamos perfectos a diferencia de la vida real y su brillo y destello nos cautivaban y emocionaban y encendían nuestra imaginación de una forma que casi nadie más lo hace, haciendo latir nuestros corazones un poco más rápido.

No obstante, por muy brillantes y radiantes o por muy grandes o famosas que sean estas estrellas, casi todas en algún momento se desvanecen y se pierden. En vez de ser las grandes luces celestiales duraderas que tanto esperamos y para lo que creemos están hechas, nos decepcionan a menudo, y nos muestran que solamente son estrellas fugaces que suben muy rápido a la fama, nos alumbran brevemente en la oscuridad, pero inevitablemente se desvanecen, se esfuman y se extinguen únicamente para ser olvidadas.

Sin embargo, existe una estrella que es la excepción. Esta estrella es diferente y nunca va a desaparecer. Aunque esta estrella es la mayor de todas las estrellas del mundo, irónicamente, Él tiene muy pocos admiradores verdaderos y a menudo, pasa desapercibido. Paradójicamente, a Él es a quien puede llamarse nuestro admirador, y Él es quien constantemente nos busca y anhela profundamente ser la estrella verdadera de NUESTRA vida. ¿Quién es esta gran y misteriosa estrella escondida?¿Quién es nuestro mayor admirador?

Antes de morir, las últimas palabras de Santa Isabel de Hungría, una gran Santa secular Franciscana, fueron: “Entonces Él creo una nueva estrella, que nunca había mostrado antes.” Tan pronto Santa Isabel vio esta estrella, murió. Esta estrella por supuesto era y es la estrella verdadera de la noche de Navidad, la estrella verdadera de Belén, el Hijo encarnado mismo, Jesucristo quien se identificaba al decir “He venido como luz al mundo, para que quien crea en mi no permanezca en las tinieblas” (Juan 12, 46). Jesucristo es la única luz eterna y verdadera del mundo que no solo irradia luz celestial en las tinieblas de la historia, sino que ademas desea iluminar la luz interna de cada corazón. Cristo es la única estrella que nació, murió y resucitó para liberarnos y salvarnos.

En la Luz de Fe, El Papa Francisco nos cuenta qué sucede cuando no seguimos a la Estrella Verdadera y renunciamos a la búsqueda de Su luz, es decir la Verdad misma, y nos conformamos con luces más pequeñas que iluminan el momento pasajero y además nos demuestran que son incapaces de mostrar el camino. Nos confundimos y eventualmente nos perdemos. “Es imposible diferenciar el bien del mal, así como el camino de nuestro destino de otros caminos que nos conducen por círculos sin fin y no nos llevan a ningún lado.” Él nos explica además que los ídolos existen, como “un pretexto para ponernos en el centro de la realidad y adorar” algo que no deber ser adorado.  “Una vez el hombre ha perdido la orientación fundamental que unifica su existencia, se destruye en la multiplicidad de sus deseos; al rechazar esperar el tiempo de promesa, su historia de vida se desintegra en innumerables momentos desconectados.   La idolatría no ofrece un viaje sino una gran cantidad de cambios que solo nos llevan a un vasto laberinto.  Aquellos que escogen no poner su confianza en Dios deben escuchar el estrépito de incontables ídolos gritando: “Pon tu confianza en mí!”

Nos perdemos al confundir iconos, los que deben de ser signos y no ídolos. En el contraste de iconos e ídolos, Christopher West acertadamente identificó el problema de raíz en el cual algunas a veces tropezamos por nuestra devoción y adoración fanática de estas falsas estrellas. Nos dice que podemos hacer ídolos falsos de otros; quienes primero nos emocionan y nos proveen un semblante de satisfacer nuestros anhelos más profundos pero eventualmente solo nos decepcionan. Entonces nos enojamos y hasta despreciamos a estos ídolos quienes nos han decepcionado y nos han negado satisfacción duradera que falsamente prometieron. Sin embargo las estrellas ya sea de Hollywood, de televisión y musicales no solamente son los únicos ídolos falsos que podemos construir. La idolatría puede ser sutil y fácilmente podemos convertir el sexo, poder, drogas, dinero o hasta nuestros propios cónyugues, amigos o hijos en ídolos falsos, sin mencionar los ídolos escondidos detrás del “yo”, o de la frialdad. En lugar de ver a estas hermosas personas y objetos como regalos e iconos que Dios nos ha dado que pueden comunicar Su amor y mostrarnos la Verdadera Estrella, los convertimos en un fin en sí mismos y así les colocamos una carga insoportable para que satisfagan todos los anhelos de nuestros corazones; demandamos algo de ellos que no pueden darnos. Los ídolos como estos son fantasías que no solo decepcionan y engañan, sino roban y se llevan nuestra libertad, nos hacen que los sirvamos y seamos sus esclavos.

Christopher relata una conversación graciosa y liberadora que tuvieron él y su esposa Wendy hace unos años cuando fueron a cenar una noche. Wendy se había dado cuenta que había algo diferente en su matrimonio en los últimos años, algo bueno.
“Me preguntó si tenía alguna percepción de lo que era. Después de reflexionar un poco, le dije con una sonrisa ‘Si, creo que ya sé que es. Creo que me he dado cuenta en lo profundo de mi corazón que tú no puedes satisfacerme.’ Se sonrió y me dijo ‘Si, eso es y yo me di cuenta de lo mismo, tú no puedes satisfacerme tampoco.’ Me imagino a cualquier persona escuchándonos en el restaurante, pensando que estábamos a punto de divorciarnos, pero para nosotros darnos cuenta de eso fue causa de alegría y celebración. Nunca nos habíamos sentido más cercanos y más libres en nuestro amor.”

San Agustín escribió “Nuestros corazones no descansan hasta que no descansan en ti Oh Dios” para recordarnos que solo Dios y únicamente Dios, puede satisfacer y llenar todos los anhelos de nuestro corazón. Es ahí cuando dejamos de esperar que estas estrellas ilusamente falsas puedan ser “Dios” en nuestra vida, y así nosotros podamos realmente ser libres para amar a otros auténticamente como realmente son, sin esperar que sean perfectos. Es únicamente al punto que somos libres de idolatrar a estas falsas estrellas para permitirles que sean íconos que muestran la luz de la Verdadera Estrella quien es la única que puede satisfacer. Más aún podemos convertirnos en iconos que muestran a Jesús, que oscurecen cualquier otra luz y que invitan a través de la fe, a reflejar Su luz a otros para poder mostrarles el camino.

Es nuestra fe, lo opuesto de la idolatría, que nos permite romper con ídolos para poder volver al Dios vivo en un encuentro personal.  El Papa Francisco explica que:

“Creer significa confiar en un amor misericordioso el cual siempre acepta y perdona, el cual sostiene y dirige nuestras vidas, y lo cual nos muestra su poder por su habilidad para hacer rectas las líneas torcidas de nuestra historia. La Fe consiste en querer dejarnos transformar y renovar por el llamado de Dios constantemente. Aquí se encuentra la paradoja: al voltearnos constantemente hacia el Señor, descubrimos un camino seguro el cual nos libera de la disolución impuesta en nosotros por ídolos.”

No debemos ocultar la luz de nuestra fe bajo un cajón, sino ser testigos genuinos y no tener miedo de dejarla brillar radiantemente ante todos; ser una luz que es capaz de iluminar cada aspecto de la existencia humana, y así abrazar nuestro papel de ser una Estrella guía que ayuda a otros en su viaje a través del tiempo.

De esta forma estamos invitados a ser como María, quien es como la luna, que no tiene luz propia, sino refleja perfectamente la luz de su Hijo.

Es así que podemos convertirnos en iconos santos que brillan de la mejor forma que este mundo ofrece, señalando a la Estrella Más grande y Mayor que es la única que ofrece la satisfacción de llenar nuestros deseos más profundos y nuestra esperanza.

 

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