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¿Cómo vivir una verdadera Navidad?

por Lorena Bais

Para los cristianos, la Navidad es un tiempo muy especial. No es simplemente un recuerdo, ni un mero símbolo; ni menos aún una especie de cuento o de juego para gente menuda. Ni simplemente un modo de que los adultos puedan sentirse niños de nuevo, al menos por unos días.

La Navidad es un tiempo litúrgico en el que renovamos la conciencia de un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia: la segunda Persona de la Trinidad, la Palabra de Dios, que ha nacido en un pesebre de Belén. Dios se ha hecho hombre, se ha hecho Niño, entrando así en la historia humana y su lógica. Por tanto, según unas coordenadas concretas: en un momento dado, en un lugar determinado, a través de una cultura que Él quiso asumir con todas las consecuencias. A partir de entonces, no se ha retirado ni se ha retractado de ese acontecimiento definitivo, que ha cambiado la vida del mundo y sigue, expandiendo su Amor salvador en el tiempo y en el espacio de cada uno y de todos, a la vez que pide nuestra colaboración para que su amor llegue hasta los confines del universo.

La Navidad sólo sucedió históricamente “de una vez por todas”. Pero, al ser Dios su protagonista principal, no es algo que simplemente pasó; sino que sigue siendo plenamente actual. No sólo en el “Hoy” eterno de Dios, sino también en nuestras vidas, que se abren mediante la fe a la vida de Dios, permitiéndonos vivir y comprender los valores eternos, mientras tratamos de reproducirlos en nuestra existencia ordinaria. Lo hacemos, ciertamente, en la medida de nuestras modestas posibilidades; pero a la vez, y esto es lo fascinante, estamos llamados a realizarlo con la vida misma de Dios (el cristiano pertenece al Cuerpo místico de Cristo); con su fuerza redentora y salvadora, siempre amable; con su luz reveladora y maravillosa.

La Navidad celebra este nacimiento y esta vida de Dios entre los hombres y de los hombres con Dios. Un nacimiento y una vida que, según la fe cristiana, tienen una referencia al pasado, y, a la vez, son plenamente actuales y condición para la vida plena en el futuro de los hombres.

Pero… ¿Cómo vivir una Navidad cristiana?

Siempre que se acerca Navidad, la fiebre consumista se asume como algo de lo que no se puede escapar. Los regalos se han vuelto –no solo en Navidad- un mandato social que obliga a consumir. Paradójicamente el regalo (don), que es un signo de la gratuidad, se ha convertido en un intercambio, en un deber. Así, el consumismo nos consume a nosotros y creyéndonos libres, llevados por la corriente, no revisamos nuestras decisiones ni reparamos en qué es lo que realmente nos hace felices.

En Navidad, los cristianos celebramos que Dios se ha hecho regalo, que Dios se ha hecho uno de nosotros, se ha donado a sí mismo, lo ha dado todo, sin pedir ni exigir nada a cambio. El amor es así, pura donación. ¿Qué significa entonces vivir el “espíritu navideño”? Sin lugar a dudas tiene mucho más que ver con el amor que con el consumo. Para vivir la Navidad en serio, hay que volver a contemplar el misterio más hondo que se revela en esta celebración.

Jesús es el centro de la Navidad, ¡Jesús es la verdadera Navidad!

Contemplando el pesebre, el Niño Dios por el que se celebra la Navidad, vuelvo a meditar una sencilla y profunda descripción del P. José Luis Martín Descalzo sobre el misterio de la Navidad:

“Navidad es la prueba, repetida todos los años, de dos realidades formidables: que Dios está cerca de nosotros, y que nos ama. Nuestro mundo moderno no es precisamente el más capacitado para entender esta cercanía de Dios. Decimos tantas veces que Dios está lejos, que nos ha abandonado, que nos sentimos solos… Por eso yo quisiera invitarles, amigos míos, a abrir sus ventanas y sus ojos, a descubrir la maravilla de que Dios nos ama tanto que se vuelva uno de nosotros. Y que vivan ustedes estos días de asombro en asombro. Que se hagan ustedes las grandes preguntas que hay que hacerse estos días y que descubran que cada respuesta es más asombrosa que la anterior:

¿Qué pasa realmente estos días? Y la respuesta es que Alguien muy importante viene a visitarnos.

¿Quién es el que viene? Nada menos que el Creador del mundo, el autor de las estrellas y de toda carne.

¿Y cómo viene? Viene hecho carne, hecho pobreza, convertido en un bebé como los nuestros.

¿A qué viene? Viene a salvarnos, a devolvernos la alegría, a darnos nuevas razones para vivir y para esperar.

¿Para quién viene? Viene para todos, viene para el pueblo, para los más humildes, para cuantos quieran abrirle el corazón.

¿En qué lugar viene? En el más humilde y sencillo de la tierra, en aquel donde menos se le podía esperar.

¿Y por qué viene? Sólo por una razón: porque nos ama, porque quiere estar con nosotros.

Y la última pregunta, tal vez la más dolorosa: ¿Y cuáles serán los resultados de su venida? Los que nosotros queramos. Pasará a nuestro lado si no sabemos verle. Crecerá dentro de nosotros si le acogemos.” (P. Martín Descalzo)

Cuando recen en casa, ante el pesebre con sus familiares, déjense atraer por la ternura del Niño Jesús, nacido pobre y frágil en medio de nosotros, para darnos su amor. Ésta es la verdadera Navidad. Si quitamos a Jesús, ¿qué queda de la Navidad? Una fiesta vacía. No quitar a Jesús de la Navidad: Jesús es el centro de la Navidad, ¡Jesús es la verdadera Navidad!

¡FELIZ Y BENDECIDA NAVIDAD!

(Fotos cedidas por: Ma. Alejandra Benítez, Pquia Inmaculada Concepción, Diocesis de Reconquista, Argentina)

 

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