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Convertir los templos en tabernáculos que alberguen a personas sin techo

por Jaime Septién
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En Estados Unidos hay 565.000 personas sin techo

Según estimaciones recientes, en Estados Unidos, cualquiera de estas noches, hay cerca de 565,000 personas sin techo y sin lecho, deambulando en busca de un refugio donde guarecerse de las inclemencias del tiempo.

Afortunadamente las iglesias de todo el país y de todas las denominaciones están convirtiendo en una prioridad abrir sus puertas y poner a disposición de los sin hogar las bancas donde los fieles, de día, escuchan Misa o participan en actos religiosos, o los sitios adicionales donde podrían albergar inquilinos de paga.

De acuerdo con la Alianza Nacional para Terminar con las Personas sin Hogar, en 2016 las organizaciones religiosas proporcionaron más de 41 por ciento de las camas de refugios de emergencia para adultos y alrededor del 16 por ciento de camas para familias. Ello, sin contar las bancas.

El proyecto Gubbio

Y la bancas del templo dedicado a San Bonifacio, en San Francisco (California) han sido la solución para los sin techo de esta ciudad. El templo es parte del Proyecto Gubbio, que proporciona mantas, kits de higiene y calcetines a unas 150 personas que descansan en la iglesia cada día de la semana.

“A los invitados de las calles de San Francisco no se les hacen preguntas ni se les obliga a llenar formularios. Pueden dormir, calentarse en el invierno o unirse a la misa diaria. Por encima de todo, los invitados son bienvenidos. En la calle, muchas de las personas que sufren de falta de vivienda son ignoradas o incluso maltratadas, pero son bienvenidas en San Bonifacio”, escribe, en un reportaje que será publicado en febrero por U.S. Catholic, el periodista neoyorquino Wyatt Massey.

Todo comenzó cuando las personas que vivían en las calles de San Francisco les dijeron a los miembros de la iglesia que necesitaban un lugar donde quedarse durante el día, dice Doug Pierce, presidente de la junta del Proyecto Gubbio. “Dar la bienvenida a las personas marginadas a la parte más sagrada de la iglesia, es un elemento espiritual especial del programa, que opera en dos iglesias, dice Pierce.

“Todo el santuario se convierte en un tabernáculo cuando está lleno de pobres”, dice Pierce. Y agrega: “El Proyecto Gubbio es más que una misión humanitaria; es un esfuerzo fundamentalmente cristiano”

A unas cuadras de la Quinta Avenida

El programa de San Francisco no está solo: las iglesias de todo el país están abriendo sus puertas para ofrecer refugio a los necesitados. En la ciudad de Nueva York, a solo cuadras de la Quinta Avenida y Central Park, el templo de San Ignacio de Loyola continúa con un compromiso de cuarenta años para ayudar a las personas que se quedan sin hogar.

La falta de vivienda en la ciudad de Nueva York está en su nivel más alto desde la Gran Depresión, con más de 61,000 personas durmiendo en el sistema de refugios en abril de 2017, escribe Massey en su reportaje de U.S. Catholic.

De noviembre a abril, los meses de frío intenso en Nueva York, el área de los bajos de San Ignacio alberga a doce mujeres cada dos fines de semana. Llegan al refugio a las siete de la tarde los viernes y pueden dormir en el sótano de la iglesia durante dos noches, además de recibir comidas calientes.

El refugio requiere 21 voluntarios cada semana, incluidos dos que pasan la noche en la iglesia, dice Pattie Hughes, coordinadora de refugios. “Al estar en el mismo espacio que ellas, les decimos ‘te queremos’”, dice Hughes. “Dormir en el mismo espacio que estos invitados es como pasar una noche con Dios”.

Los niños en las clases de confirmación de la parroquia establecen y hacen las camas, “lo que los expone a las verdades de la falta de vivienda y cómo las personas de fe pueden responder”, dice Hughes.

La Iglesia de San Ignacio de Loyola está ubicada en el Upper East Side de Nueva York, un vecindario donde el precio promedio de la vivienda es de 1,750,000 dólares y el ingreso promedio de la familia es de 311,109 dólares anuales. “La iglesia podría ganar entre 40,000 y 50,000 dólares anuales por fin de semana alquilando esos espacios”, dice Hughes.

Pero, en cambio, le da espacio al programa de albergue durante seis meses al año, sin cargo.

 


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