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Jesús enseñaba con autoridad

por Card. Rubén Salazar Gómez
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«¿En qué consiste la autoridad de Cristo, nuestro Señor? Consiste en que lo que Él anuncia, eso se realiza y aquí tenemos un ejemplo perfecto: se nos dice que había allí un hombre con un espíritu inmundo. Ese hombre, es la imagen de todos nosotros, pecadores, todos nosotros que tenemos dentro del corazón, nuestros vicios, nuestras pasiones, nuestras esclavitudes».

 

Transcripción del video La Voz del Pastor del Card. Rubén Salazar Gómez

Cada domingo, el Señor nos regala su Palabra. Como les decía en los domingos anteriores, estamos en el tiempo ordinario. Estamos poco a poco metiéndonos dentro del texto del Evangelio de San Marcos, para poder comprender cada vez mejor quién es Jesús, quién es nuestro Salvador y poder abrirle plenamente nuestro corazón.

Escuchemos con atención la lectura del santo Evangelio según san Marcos…

En el Evangelio se nos pinta, se nos describe, se nos narra, de una manera muy clara, muy hermosa, con unas pinceladas muy precisas, uno de los episodios primeros del ministerio de Cristo, nuestro Señor. Se nos dice que el Señor entró en la sinagoga.

La sinagoga era el lugar donde se reunían los judíos cada sábado para escuchar la lectura de la Palabra y comprender la Palabra; y el  Señor enseña en la sinagoga, pero inmediatamente se nos dice que el Señor enseñaba con autoridad y que por eso, estaban todos asombrados de la autoridad del Señor.

Yo me pregunto… ¿En qué consiste la autoridad de Cristo, nuestro Señor? Consiste en que lo que Él anuncia, eso se realiza y aquí tenemos un ejemplo perfecto: se nos dice que había allí un hombre con un espíritu inmundo. Ese hombre, es la imagen de todos nosotros, pecadores, todos nosotros que tenemos dentro del corazón, nuestros vicios, nuestras pasiones, nuestras esclavitudes.

Todos nosotros que, de alguna manera, no somos capaces de recibir plenamente a Dios en nuestra vida, no somos capaces amarlo, no somos capaces de amar a los demás y vivimos una vida llena de oscuridades y de tinieblas, las tinieblas del odio, de la envidia, del rencor, de la charlatanería, de tantas cosas que nos impiden vivir felices y en plenitud, y el Señor le pide a ese  demonio impuro que deje a este hombre y lo deje en paz, y en seguida el hombre queda en paz. Una imagen muy clara de cómo el Señor nos perdona el pecado a cada uno de nosotros, si acudimos a Él lógicamente, ¡si acudimos a Él!, tenemos que acudir al Señor para que los Él nos perdone.

Tenemos que llegar a Él a suplicarle que nos libre de todo aquello que nos aliena, de todo aquello que nos impide vivir en plenitud nuestra relación de amor a Él y a los demás. Que Él nos dé la Gracia para poder enderezar nuestro camino, de tal manera que nuestra vida sea siempre coherente con nuestra fe y así, viviendo día tras día esa coherencia de seguimiento al Señor, podamos vivir felices, y al mismo tiempo ser testigos del Amor de Dios.

Fíjense ustedes que, al final lo dice el texto, que inmediatamente la gente regó la noticia de lo que había pasado y que todos se enteraron. Eso es lo que nos toca a nosotros, cuando descubrimos en nuestro corazón esa presencia salvadora de Dios y aceptamos que Él nos libere de nuestro pecado, entonces vamos a ser capaces de llevarlo a los demás, vamos a ser capaces de predicarlo con el testimonio de nuestra vida y también con esa Palabra.

Que el Señor nos conceda esa gracia de acercarnos al Señor para que Él nos sane, nos salve, nos consuele, nos purifique, nos vivifique y así podamos vivir felices nosotros y llevar su Amor y su misericordia a los demás. La bendición de Dios, todopoderoso, + Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre… Amén.

 

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