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¿Sabes cuales son las pastillas que toma el Papa para aprender a reír?

por Ary Waldir Ramos
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En este encuentro lleno de momentos jocosos y de cercanía el Papa les dijo: “¿Quieres la medicina para reír?

El papa Francisco se reunió con unos 1.000 sacerdotes, religiosos y seminaristas de las 11 circunscripciones eclesiásticas del Norte del Perú en el “Colegio Seminario” de Trujillo el pasado viernes 20 de enero 2018.

En este encuentro lleno de momentos jocosos y de cercanía el Papa les dijo: “¿Quieres la medicina para reír? Hay dos pastillas: una, rezar a Jesús y María. Y la segunda: “Mírate al espejo. ¿Ese soy yo? ¡Y te ríes!”. Se trata de una terapia para salir del narcisismo, señaló.

“¡Hermanos, rían en comunidad, y no de la comunidad o de los otros! Cuidémonos de esa gente tan pero tan importante que, en la vida, se han olvidado de sonreír”.

“Sí, aprender a reírse de uno mismo nos da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con los propios límites, errores y pecados”.

El Pontífice improvisó varias veces y se ganó los aplausos y las sonrisas de los consagrados en varias partes de su alocución.

“Es costumbre que el aplauso viene al final, o sea que ya me voy”, bromeó Francisco para romper el hielo, antes de empezar el discurso. Agradeció porque muchos de los religiosos hicieron un largo camino para ver al Papa.

Recordó a santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano, para indicar el espíritu misionero de la Iglesia.

“Me da pena ver un cura, una monja, y mucho más me da dolor ver a un seminarista marchito… Por favor -dirigiéndose a los seminaristas – hablen a tiempo cuando algo en la vocación anda mal, antes de que sea demasiado tarde”, expresó.

Exhortó a ser “memoriosos”. “Nosotros los consagrados (obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas) no podemos ocupar el lugar del Señor”.

El Papa instó para que sean discípulos. “Nos hace bien saber que no somos el Mesías”. Y acotó que escuchó que hay sacerdotes que están tan ocupados que la gente ya lo sabe y no va a la parroquia.

Les invitó a reírse de ellos mismos. “La alegre conciencia de sí”. “De los demás es fácil reírse, pero no nosotros no”. Las personas que se han olvidado de reír corren peligro espiritual.

“La risa nos salva del neopelagianismo «autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas”.

Asimismo, instó a recordar cuando el Señor les ha elegido para la vocación. “Servir y no para sacar tajada para nosotros mismos”. “Nos hace bien recordar que nuestras vocaciones son una llamada de amor para amar, para servir”.

El Pontífice rememoró que Dios a veces tiene ‘mal gusto’ le gusta lo ‘peorcito’. Lo dijo  con gracia y en referencia a la elección del Pueblo de Israel que fue una elección por amor  y no porque fuera el mejor pueblo.

“No se vuelvan profesionales de lo sagrado olvidándose de su pueblo, de donde los sacó el Señor. ¡Los sacaron de detrás del rebaño! No pierdan la memoria y el respeto por quien les enseñó a rezar”.

El Papa recordó que cuando entró como novicio jesuita, le dieron un manual para aprender a orar. De esto, aseguró que es mejor “seguir rezando como te enseñó tu abuela, tu madre”. Así como enseñó Paolo a Timoteo: “No desprecien la oración casera, es la más poderosa”, reiteró.

El Papa los motivó a ser agradecidos y serviciales ante el pueblo de Dios. “De esta forma, es una persona memoriosa, alegre y agradecida”.

Evitar “todo ‘disfraz’ vocacional”. “La conciencia agradecida agranda el corazón y nos estimula al servicio. Sin agradecimiento podemos ser buenos ejecutores de lo sagrado, pero nos faltará la unción del Espíritu”.

El Papa dijo que Dios necesita hombres y mujeres al servicio de sus hermanos, especialmente de los más pobres.

“El Pueblo fiel de Dios tiene olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor agradecido. Sabe reconocer entre el memorioso y el olvidadizo.

“El Pueblo de Dios es aguantador, pero reconoce a quien lo sirve y lo cura con el óleo de la alegría y de la gratitud”.

Pidió escuchar al Pueblo de Dios y dejarse guiar por él. Como cuando la “vieja de la sacristía” le recuerda al párroco: ‘Padrecito, padrecito: ¿Hace cuanto no ve a su mamá? Vaya, vaya, nosotros nos las arreglamos con las oraciones del rosario, vaya”, contó entre las risas de los asistentes.

Exhortó a vivir la vocación con una “alegría contagiosa”. Lamentó la fragmentación de nuestro tiempo. Y mostró la alegría como antídoto. “Esta alegría nos abre a los demás, es alegría para transmitirla”.

“En el mundo fragmentado que nos toca vivir, que nos empuja a aislarnos, somos desafiados a ser artífices y profetas de comunidad”.

La tentación del hijo único
“Hay que cuidarse en la Iglesia de la tentación del “hijo único” que quiere todo para sí, porque no tiene con quién compartir. ¡Malcriado el muchacho!”, exclamó espontáneo.

Advirtió a aquellos que tengan que ocupar misiones en el servicio de la autoridad para que no se vuelvan autorreferenciales; “traten de cuidar a sus hermanos, procuren que estén bien; porque el bien se contagia”.

“En el ejército ya hay muchos sargentos, no necesitamos que se nos metan en la Iglesia”. “No caigamos en la trampa de una autoridad que se vuelva autoritarismo por olvidarse que, ante todo, es una misión de servicio. ¡malcriado el muchacho!”

El Papa animó a que los sacerdotes jóvenes hablen con “los obispos, los sacerdotes, las religiosas viejas”. “¡Dicen que las monjas no envejecen porque son eternas!”, dijo entre las risas de los consagrados y consagradas.

El Papa les pidió: “hagan brillar los ojos de los ancianos y no les dejen aislados, porque a veces ellos no quieren hablar, pero hay que buscarlos”. Les aseguró que “los viejos harán profetizar a los jóvenes”.

“Quiero citar a un santo Padre, pero no se me ocurre ninguno”, dijo entre risas. Y contó una historia del Nuncio (diplomático de la Santa Sede) que pasó por África y conoció un dicho allá: “Sí, porque los Nuncios pasan primero por África”, bromeó. “Los jóvenes caminan rápido, los ancianos lento, pero conocen el camino”.

El Pontífice fue recibido por el Rector del Colegio que lo acompañó al patio cubierto. El Arzobispo de Piura y Tumbes, mons. José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., saludó al Papa.

Al final de la reunión, después de la bendición final y el intercambio de regalos con los sacerdotes, religiosos y seminaristas, el Papa se ha hecho una foto grupal con algunos empleados del Colegio y, antes de salir, hizo un obsequio al Rector.

Sucesivamente, el Papa se ha trasladado en papamóvil a la Plaza de Armas de la ciudad para presidir la celebración mariana en honor de la Virgen de la Puerta.

 

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