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La transfiguración del Señor

por Card. Rubén Salazar Gómez
la transfiguracion

La transfiguración del Señor se sitúa en el Evangelio, inmediatamente después de que el Señor anunció su pasión y su muerte.

En este segundo domingo de Cuaresma el evangelista Marcos nos presenta el episodio de la transfiguración del Señor, es un momento importante para que entendamos cuál es el itinerario el camino de la Cuaresma que tenemos que recorrer.

La transfiguración del Señor se sitúa en el Evangelio, inmediatamente después de que el Señor
anunció su pasión y su muerte.

Los discípulos al principio quedaron totalmente desconcertados, Pedro tomó la palabra para decir no Señor cómo se te ocurre ese no es el camino que tú debes que tú debes seguir, y el Señor pués indudablemente  le dice a Pedro que el que piense como Dios y no piense como los hombres que lo que nosotros tenemos siempre a pensar.
 
Pero cuando el Señor revela el camino de la pasión el camino de la muerte que él va a sufrir al mismo tiempo revela que pasión y muerte son el camino para la resurrección. Es decir la muerte es para la vida, la pasión es el asumir todo el dolor y el sufrimiento de los seres humanos, para transformarnos con la fuerza de la resurrección y por lo tanto darnos la posibilidad de vivir como el Señor mismo quiere que nosotros vivamos, llenos de luz de paz y alegría.

La transfiguración como que anticipa la resurrección y por lo tanto les permite a los discípulos ver, de una manera clara como la da de todo el camino del Señor Jesucristo se dirige a fundamentalmente hacia la gloria, hacia la resurrección hacia la irrupción definitiva del amor de Dios en la historia de la humanidad.

Por eso la transfiguración es una imagen que nos debe llenar a nosotros de consuelo y de paz. Pero hay como dos consecuencias fundamentales de este relato de la transfiguración.

El primero se oye una voz le dice a los Discípulos, este es mi hijo muy amado escuchen. Esta invitación que nos hace el Señor Dios nuestro padre para que escuchemos a cristo tiene que ser una invitación que nosotros tengamos permanentemente a lo largo de nuestra vida.

Todos los días descubramos de nuevo, que el Señor nos habla y que él es el hijo amado del padre que nos trae el amor del padre y que por lo tanto debemos escucharlo.

Qué bueno que verdaderamente cada día nosotros sintiéramos hambre de escuchar esa palabra de Dios y lo hiciéramos, la Iglesia nos regala todos los días la palabra, todos los días, no es sino buscarla y enseguida la encontramos y la tenemos para leerla con calma para meditarla, para sacar de allí las conclusiones que necesitamos para que nuestra vida sea ajuste cada vez más a lo que el Señor quiere de nosotros.

Este es mi hijo amado escúchenlo, tenemos que escuchar al Señor porque él es el rostro de la misericordia de Dios. Él es el que hace presente el amor del padre en nosotros. Y en segundo lugar, nosotros tenemos que ver a Cristo transfigurado camino a la pasión para comprender nuestra vida, nuestra vida mientras estemos aquí en este mundo es una vida marcada por el dolor, no podemos
ignorar que las dificultades, los problemas, las enfermedades, las angustias los sinsabores de la vida son dolor y tenemos que aceptar esa realidad de nuestra existencia, pero aceptarla con la certeza de que todo esto, todo ese dolor, todo ese sufrimiento es el camino para la resurrección, es decir todo ese dolor, todo ese sufrimiento, unido al dolor y al sufrimiento de Cristo adquiere un
sentido nuevo, se nos hace anticipación de la vida plena, se nos hace anticipación de la
resurrección.

Entonces esto nos lleva a vivir en esperanza, la esperanza que es una característica fundamental del cristiano, esperanza, nosotros sabemos que la última palabra en el mundo no la tiene la muerte
sabemos que la última palabra en el mundo no la tiene el dolor el sufrimiento, no nosotros sabemos que la última palabra es una palabra de vida, de esperanza de amor, es una palabra de resurrección.

Acojamos al Señor Jesucristo, en nuestra vida de todos los días, para que toda nuestra existencia se llene de esa fuerza vivificadora.

La bendición de Dios todo poderoso Padre
Hijo y Espíritu Santo descienda sobre
ustedes y permanezca para siempre
Amén

 

 

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