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“Hay que  ir a la imagen viva de Cristo: el hombre real y concreto de nuestros días”.

por Carlos L. Rodriguez Zía

Es imposible pedir papeles a la gente que sufre. Al menos no es cristiano. Si hay un cristiano que no sintonice con los emigrantes no será cristiano. Será otra cosa. Somos católicos. Universales

El P. José Luis Pnilla, S.J. es el Director del Secretariado de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española y nos habla un poco del drama de los inmigrantes que llegan a España. Tuvimos la oportunidad de entrevistarlo en exclusiva para Misioneros Digitales. 

Es posible que la tradición periodística no lo apruebe, pero debo confesar que entrevistar a José Luis Pinilla Martín, Director de Migraciones del Episcopado Español, es algo especial. Porque es hablar con aquel sacerdote jesuita, con el amigo, que en el año 2004 cuando emigré con mi familia a España en busca de mejores horizontes, nos abrió las puertas de su parroquia San Ignacio de Loyola  en Logroño (capital de la comunidad de La Rioja) y nos acogió con una calidez humana que bebe del ejemplo de Cristo. Pero dejemos de confesiones y pasemos a conocer a Don José Luis, un pastor con olor a oveja.

-Para comenzar esta charla, cuéntenos qué le llevo a abrazar la vocación sacerdotal. ¿Hubo alguna experiencia puntual que la despertara?

-Estaba estudiando Derecho en Madrid en el conflictivo y atrayente año del 68. Me empecé a involucrar modestamente en actos contra la dictadura. Y allí me encontré a jesuitas que se movilizaban por algo que a mí me cautivaba: unir la fe con la justicia. Yo que había abandonado la práctica religiosa, empecé a redescubrir el sentido de mi vida en esa línea y en esas acciones. Y decidí ingresar en los jesuitas. Fue una decisión consoladora en momentos de búsqueda y aspiración de identidad plena. Luego ya vino todo rodado como decimos en España. Con el reto permanente de descubrir a Dios en la vida diaria. Agradecerlo y transmitirlo desde el compromiso, la alegría, la misericordia, con la justicia que brota de le fe.

-¿Cómo fue su recorrido como sacerdote hasta llegar al trabajo que hoy desarrolla como Director de Migraciones del Episcopado Español?   

 

P. José Luis Pinilla

P. José Luis Pinilla

-El recorrido fue muy variado. Estudios de filosofía y teología en la Universidad de Comillas y trabajo social en la Universidad Complutense de Madrid. En mi época de estudiante trabajaba con drogadictos y en parroquias. Tras mi ordenación en 1978 nos fuimos tres locos enamorados de Jesucristo a trabajar en la zona rural más pobre de España, en una comarca llamada la Cabrera, donde aparte de atender quince parroquias, hicimos de “todo”. Yo era  trabajador social de un ayuntamiento, otro compañero fue enfermero en ocho pueblos y el tercero se dedicó al desarrollo comunitario rural. Doce años posteriores muy felices en Salamanca: Superior de jóvenes jesuitas, director de un colegio muy sencillo y párroco. Años de mucho y gozoso trabajo con jóvenes y adultos. Luchando por el Reino con los retos y lágrimas de un sociedad que se iba descristianizado o buscando otros derroteros. Posteriormente trabajé en un colegio mayor universitario en Valladolid, en contacto con las inquietudes universitarias. Y después en una queridísima parroquia: Logroño, donde la posibilidad de hacer una pastoral en el sentido más amplio, tocando todo los palos (celebrativos, sociales, formativos etc.) hizo que una parroquia que en su corta vida estaba muy desarrollada en pastoral infantil fuera creciendo en  todos los demás sectores: formación, dimensión social, atención a migrantes, grupos de adultos y de matrimonios, espiritualidad ignaciana. Sacar la parroquia a la calle e infundir el reto y la espiritualidad ignaciana para quien la quisiera eran mis objetivos. Por algo la parroquia se llama San Ignacio de Loyola. Con colaboradores excelentes: argentinos, uruguayos, bolivianos, ecuatorianos y españoles. Eran los momentos de integración migratoria y era una gozada ver rezar a gente de más de 15 países con las manos unidas el Padre Nuestro. Cuantas veces lloré agradecido por vivir esa universalidad tan rica y que muchos desprecian poniendo muros a la identidades diversas.

– ¿Y su trabajo actual en qué consiste?

– El trabajo pastoral de esta Comisión de Migraciones en la que estoy de director está dedicado a atender a todos los grupos de personas que por diversos motivos están relacionados con el mundo de la movilidad humana. Los migrantes (inmigrantes y emigrantes), refugiados, mujeres de la calle, niños y jóvenes en riesgo, gitanos, apostolado del mar, la pastoral de la carretera,  o en ferias y circos. Se ocupa pues, del estudio y de la aplicación de la pastoral integral para los grupos de la llamada movilidad humana, población que carece en bastantes casos de domicilio estable o está en situación migratoria, así como para las personas que viven en condiciones análogas. Cada uno de estos grupos tiene su departamento o sección, con su obispo responsable en la Comisión, además del director del  secretariado. Son aquellos grupos de personas que por su propia condición de vida no pueden gozar del servicio ordinario de los párrocos o comunidades y/o se ven privados o limitados en su asistencia. Ahora está creciendo mucho por encargo del Papa las secciones que hemos creado hace pocos años sobre la trata de personas, como de las mujeres en prostitución, los niños en la calle o en riesgo, trata laboral etc. Fenómenos emergentes muy extendidos y muy productivos para las mafias que muchas veces son producto de la migración irregular. Para llegar a vender su cuerpo. Esclavos del siglo XXI.  

-Cómo cuenta en el video que acompaña esta entrevista, la tragedia humanitaria de los refugiados ha significado que la Iglesia tuviera que volver a la etapa de acogida cuando ya estaba abocada al proceso de integración y comunión del inmigrante en la sociedad española. ¿Lo ve como un retroceso?

-No. Porque el mandato de Cristo es dar posada al peregrino. No solo al que camina hacia Santiago de Compostela – que también lo hacíamos – sino los que vienen caminando o sufriendo desde mares que para ellos no tienen riberas a las que agarrarse. Hicimos de nuestra parroquia un hogar para la primera migración fuerte que llegaba, rápida, múltiple, plural. Cuando estábamos trabajando más en la integración  llega el terrible y escandaloso reto de los refugiados, por ejemplo a un lugar como Lampedusa, puerta de entrada de mucha gente sufriendo a Europa. Se me caía el alma a los pies. Y oré – y lo sigo haciendo- muchas veces con aquel texto tan vital de Eduardo Galeano que entre otras cosas dice que “Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo la tierra en el otro mundo adonde querían llegar”.

 

 

-¿Por qué la Iglesia, puntualmente la española, no le pide papeles al inmigrante cuando llama a su puerta, si hacerlo no suena a un acto descabellado?

 

P. José Luis Pinilla y el Papa Francisco

P. José Luis Pinilla y el Papa Francisco

-Gestos descabellados y locos como estos son los que nos pide el Papa siguiendo a Cristo el Libertador. Cuando tuve la suerte de ser recibido por el papa Francisco, le dije que era jesuita y trabajaba en la Iglesia española  con los inmigrantes. Me dijo: “¿Y quién te metió en eso?”. “La obediencia como a usted, “le respondí. Y me dijo “pues sigue con ese lio. Reza y reza por mí”. Es imposible pedir papeles a la gente que sufre. Al menos no es cristiano. Si hay un cristiano que no sintonice con los emigrantes no será cristiano. Será otra cosa. Somos católicos. Universales.

-¿Es lo mismo hablar de inmigrante y refugiado?

-No del todo aunque en muchos perfiles sí. El inmigrante huye de situaciones económicas desfavorables y de hambre buscando otros proyectos vitales. El refugiado huye de la violencia, la guerra, el maltrato, la explotación sexual. Pero algunos con malas políticas los quieren separar, por conveniencia política y egoísmos,  que no descubren que la línea divisoria apenas existe: Unos huyen de la bombas; otros de las bombas que matan de hambre. Pero nosotros lo tenemos claro. Todo hombre tiene derecho tanto a emigrar, como a no emigrar. Nadie debería emigrar forzadamente. Cristo migrante y refugiado es el ícono.

 

-¿Cómo se debe trabajar para que no se asocie la imagen del refugiado o inmigrante con la del terrorista, un idea que varias personas tienen?

– Formación, formación, formación. Porque la falta de cultura también mata ¿eh? Leyendo la Doctrina Social de la Iglesia y luego desenmascarando los estereotipos que los marginaliza y los descartan. Tenemos programas para ellos, Pero la presión de los medios influidos por ideologías populistas sin sentido y por poderes económicos muy fuertes, no hablan de la riqueza del  “mestizaje universal” en el sentido más amable del concepto. El Papa dice al respecto: “No sé si va a ser universal, sin embargo, será más frecuente que hoy en día. Lo que queremos es la lucha contra la desigualdad, este es el mayor mal que existe en el mundo”. Una persona que piensa sólo en construir muros y no construir puentes, no es cristiano. ¿Lloramos por las mujeres que pierden a sus hijos ahogados en el cementerio del Mar Mediterráneo? Es mejor tildarlos de terroristas. Más cómodo. Pero el peligro en tiempos de crisis, que ha hecho surgir populismos baratos, es buscar un salvador que nos devuelva la identidad y nos defienda con muros. Y miren lo que pasó en la Alemania de Hitler por salvar no sé qué identidad.

-¿Qué se puede hacer para que la sociedad aprecie el enriquecimiento que representa la llegada del inmigrante? ¿Recordar que Jesús lo fue?

-La referencia a la persona concreta de Cristo es fundamental. Sin caer en espiritualismos baratos. Y quien quiera besar las llagas de Cristo que bese las llagas de los pobres, de los emigrantes. Esto me mueve mucho en mi trabajo al visitar zonas muy dolorosas de emigrantes. Para mí son como un imán que me ayuda a colocar el centro de mi vida en Cristo. Es decir el Cristo pobre y humillado de hoy día. No bastan las imágenes religiosas. Hay que  ir a la imagen viva de Cristo: el hombre real y concreto de nuestros días.

-Última pregunta: ¿extraña trabajar como párroco?

-Bueno, pues sí. Mis contactos son de otro tipo. Diríamos que más jerárquicos: políticos  y sociales. Pero ya me las ingenio para escapar de esa red que a veces te disocia del sacramento de la realidad. Ya busco alimentarme en el espíritu y respirar en mis escapadas con la gente sencilla y honesta – Iglesia anónima y desconocida de las que hay ejemplos a millones pero que nunca aparecen en los medios-. Gente que se echa sobre sus hombros – como yo viví en las parroquias- a las gente enferma, a los débiles, a los niños, a los vulnerables. Muchas veces me escapo a eucaristías con migrantes, a misa con niños, a formación de adultos  para abrazarlos y animarles. Y si son emigrantes mucho mejor: como una gran familia argentina que conocí en Logroño, que fueron de mis principales apoyos. Cuanto tenemos que aprender de ellos.

 

P. José Luis Pinilla con un grupo de inmigrantes

P. José Luis Pinilla con un grupo de inmigrantes

Autorretrato

José Luis Pinilla Martín, 68 años de amaneceres, añorando el aire  oxigenado y limpio de mi pueblo (Toro, Zamora), para que me limpie los muchos caminos untuosos que el tráfico de la vida te regala de manera pegajosa y grasa. Lavándome con el agua fresca de las bienaventuranzas que me regalaron en Salamanca, La Cabrera (León), Valladolid, Logroño, Madrid. Desde mi actual trabajo eclesial con los emigrantes, quiero seguir respirando y soñando como las mariposas, que vuelan en los libres caminos del aire, para acompañar los caminos del éxodo humano (que, por cierto, no son nada libres). Uniendo fe y justicia «al ritmo» de la respiración de Ignacio de Loyola. E intentado acompañar y aprender de  los fugitivos de la vida imposible.

 

Entrevista Preparada por: Carlos L. Rodríguez Zía

 

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1 comentario

ANGELICA ESPINOSA PICONES marzo 16, 2018 - 11:54 pm

Que bonita explicacion. La del Padre José Luis Pinilla. Pocos como él.

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