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Los Acosta, una familia de corazón grande

por Carlos L. Rodriguez Zía
Los Acosta, una familia de corazón grande.

Los invitamos a conocer la historia de la familia conformada por Vicky y Jorge, que además de ser un hogar de acogida y tener siete hijos, adoptaron un niño con síndrome de Down. 

Dos décadas atrás, una pregunta muy poco común llegó a oídos de Vicky y Jorge: «¿Pueden recibir en su casa a un bebé que fue dado en adopción y se está muriendo?». Esa fue la pregunta que les hizo un juez de menores, cuya intención, les explicó, era que ese niño de entonces siete meses y con síndrome de Down, que estaba desnutrido y sufría serios problemas del corazón, «tuviese una muerte digna». El matrimonio, que ya contaba con siete hijos de entre 5 y 17 años (entre ellos Mili, que también tiene síndrome de Down) y que son una familia de acogimiento – recibiendo en tránsito a niños separados de sus hogares por decisión de un juez hasta que se resuelva su situación o sean dados en adopción – respondió positivamente al pedido del magistrado. Sin embargo, hubo una sola cosa que sabían que no aceptarían jamás: resignarse a una «muerte digna». Vicky y Jorge estaban convencidos de que Wilson merecía que apostaran a la vida. Por su vida.
A los pocos meses de estar en su nuevo hogar, el bebé alcanzó el peso adecuado para poder ser operado del corazón y la intervención fue todo un éxito. Con cariño y estimulación, recuperó su salud y salió adelante. Lo único que faltaba era encontrarle un hogar definitivo.

Cuentan la historia que  todos se encariñaron con el nuevo integrante de la casa, quien los enamoró con su sonrisa y simpatía. Los meses y también los años se fueron acumulando en el almanaque. Y fue cuando Wilson tenía tres años que el  matrimonio Acosta recibió otro llamado. Al atender la llamada, Vicky pensó que al final habían encontrado a los padres adoptivos para el niño, pero ella se equivocó de principio a fin. Como los buenos jugadores de póker, el juez redoblaba la apuesta y  les preguntó si  estaban dispuestos a adoptar a Wilson.
Con el teléfono en la mano, Vicky se sorprendió y a la vez experimentó una enorme felicidad. Pero ella y su marido no tomaron la decisión solos. Recibieron de parte de sus hijos el impulso final que necesitaban para tomar la decisión. «Fue muy emocionante porque nuestros otros siete hijos nos dijeron: ´Mamá y papá, ¿a dónde va a ir Wilson sino se queda con nosotros? (www.madisonavenuemalls.com) ´», cuenta Jorge y agrega: «Él se convirtió en el faro de la familia. Para nosotros es un regalo divino que cayó en casa». En tanto, Vicky recuerda el día en que Wilson pasó a ser formalmente el benjamín de la familia: «Cuando lo adoptamos fue la misma sensación que cuando nació cualquiera de mis otros hijos biológicos. No hay diferencia en cuanto al vínculo».

 

Los Acosta, una familia de corazón grande.

 

Una inmensa alegría abrazó a sus siete hermanos. De entre ellos, sus padres resaltan la reacción de Santiago que en ese momento tenía 13 años. Un día, Vicky lo fue a buscar al colegio, lo miró y le dijo: «Tenés un hermano más». Al joven se le iluminó la cara, la abrazó, bajó la ventana del auto y comenzó a gritar: «¡Wilson es mi hermano, Wilson es mi hermano!».
Hoy, con 20 años y en su casa de San Isidro, donde vive con sus padres y tres de sus hermanos, Wilson cuenta que le gusta hacer todo tipo de deportes, desde fútbol y golf, hasta nadar o andar a caballo. Además, le encanta entretener a sus sobrinos, bailar reggaeton, es hincha del club de fútbol Tigre y disfruta de ir a la cancha. También trabaja en Los Perejiles,  un microemprendimiento de chicos con síndrome de Down que cocinan pizzas y empanadas para eventos sociales. Hace dos años, el joven conoció a su madre biológica y dice que tiene dos mamás: «una de la panza y otra del corazón».  «La mamá de Wilson era analfabeta y tenía 15 años cuando lo tuvo. No podía cuidarlo pero le dio la vida, buscamos y hubo por eso nosotros vamos a estarle eternamente agradecidos. Cuando él cumplió 18 años, la un encuentro muy lindo y sanador para todos», cuenta Vicky. Actualmente, siguen en contacto.

El testimonio de Vicky y Jorge es el de una familia de puertas abiertas, de acogida, de familia misionera, de iglesia doméstica donde se aprende a vivir la palabra viva del Evangelio,  como plantea y propone el papa Francisco.
 
Fuente: La Nación.

 

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