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La UNESCO declara a 12 lugares del cristianismo en Japón, patrimonio de la humanidad

por Carlos L. Rodriguez Zía
Un lugar cristiano de todos.

En una decisión que ha causado mucha alegría dentro de la comunidad  cristiana japonesa, la Unesco añadió a la lista de Patrimonio de la Humanidad doce sitios en la zona de Nagasaki relacionados con la persecución de los cristianos y el cristianismo en Japón.

Transcurre el año 1543 en Japón y los primeros barcos portugueses llegan a una pequeña villa puerto sin nombre. En 1571, los exploradores lusos fundan Nagasaki y comienza la actividad misionera de los primeros sacerdotes católicos en el país nipón. Casi quinientos años  más tarde, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) declara  Patrimonio de la Humanidad a doce sitios emblemáticos del cristianismo en la región de Nagasaki. Esto ocurrió en los primeros días de julio y estos lugares están  relacionados con la persecución de los cristianos en el país asiático. De acuerdo con la UNESCO, ellos son un testimonio de la historia de los primeros misioneros cristianos y la tradición cultural de los cristianos escondidos de la región de Nagasaki, quienes transmitieron su fe en secreto durante la prohibición y persecución del cristianismo.

La Iglesia de Gorin

La antigua Iglesia de Gorin, un testimonio de la presencia cristiana en Japón. La imagen de arriba es de la Catedral de Oura.

Entre los sitios declarados patrimonio de la humanidad,  figura la catedral católica de Oura, en Nagasaki ( la más antigua del país, dedicada a 26 cristianos ejecutados hace más de cuatro siglos) ; los restos del castillo de Hara (uno de los escenarios de la revuelta “Shimabara-Amakusa” (1637) de los católicos, después de la cual la persecución aumentó); la villa de Sakitsu en la prefectura de Kumamoto (donde los cristianos de la zona practicaron la fe cristiana a escondidas durante el período de Edo). También han recibido esta distinción por parte de la UNESCO, la  villa Kasuga, la isla de Hirado, la villa Shitsu y la villa Ono en la región de Sotome (donde se encuentran varias iglesias cristianas); las villas cristianas y la iglesia de la isla de Kuroshima; los restos de las villas de la isla Nozaki; la isla Kashiragashima;  la isla Hisaka y la villa e iglesia de Egami en la isla Naru.  

Como era de esperar, esta decisión fue recibida con alegría por la Iglesia católica japonesa. Al respecto, el nuevo cardenal Thomas Aquino Manyo Maeda –descendiente de los “cristianos escondidos”- declaró que el reconocimiento permitirá a las personas descubrir la historia del cristianismo en Japón.  A las palabras del cardenal, se sumaron las del arzobispo de Nagasaki, monseñor Joseph Mitsuaki Takami, quien expresó a AsiaNews que “por 250 años, el cristianismo fue perseguido en Japón. Ahora, es reconocido en su historia y muchos más japoneses comienzan a interesarse por el cristianismo. Muchos irán a visitar estos lugares: y para nosotros es también una ocasión para evangelizar”.

Otro protagonista importante de la historia del cristianismo en tierras japonesas es el misionero jesuita Francisco Javier, quien llegó al país con otros dos compañeros, y comenzó a propagarse hacia el oeste del país. La penetración del mensaje cristiano difundido por el santo jesuita generó preocupación entre los dirigentes militares de Japón. La persecución de los cristianos se inició a partir de 1589.  Por ejemplo, los cristianos a los que está dedicada la catedral de Oura -20 japoneses y seis extranjeros- fueron ejecutados en Nagasaki en 1597, cuando la persecución se recrudeció.  De estilo gótico, la catedral de Oura, construida en 1864 por sacerdotes franceses, es el edificio cristiano más antiguo de Japón y fue declarado tesoro nacional por las autoridades japonesas en 1933, resultando dañada por la explosión de la bomba atómica lanzada por los Estados Unidos sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945.

Durante los tiempos en que los cristianos fueron perseguidos, éstos se las ingeniaron para seguir profesando su fe y, por ejemplo, adaptaron los  rezos a los cantos similares a los de los budistas con palabras del latín, el español y el portugués sin traducir. Además,  las sagradas escrituras se pasaban de unos a otros oralmente, ya que las versiones impresas de la Biblia eran confiscadas por las autoridades. Cada Año nuevo japonés se forzaba a los creyentes a pisar imágenes de la Virgen María y otros santos para demostrar que no eran cristianos. De negarse a hacerlo, se los ejecutaba. Una manera era arrojarlos al volcán del Monte Unzen en la isla de Kyushu. A pesar de esto, las pequeñas comunidades cristianas sobrevivieron ocultas en medio de la sociedad convencional, compuesta por seguidores del budismo y el sintoísmo, hasta conseguir su aceptación en el año 1873 tras el fin de la prohibición de la fe cristiana. A esta apertura se añadieron los esfuerzos de Japón para adentrarse en la comunidad internacional, teniendo como consecuencia la revitalización de las comunidades cristianas a cargo del Papa León XIII.

 Fuentes: Aica y diario ABC

 

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