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Lo mío, ¿es mío o nuestro?

por Dominicos
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Para un cristiano los principios son claros: la tierra es de todos. La casa, la tierra que ocupo, no es mía, es “nuestra”

En algunos países centro y sudamericanos empieza a haber problemas de violencia y de rechazo con los venezolanos y nicaragüenses que huyen de sus propios países, porque en ellos ya no es posible no sólo vivir con un mínimo de dignidad, sino incluso vivir sin más. Lo mismo ocurre en nuestros países europeos ante la llegada de inmigrantes desde África. Se diría que estas personas vienen no sólo a buscar un espacio en nuestro territorio, sino a quitarnos lo nuestro. Efectivamente, no es lo mismo recibir a cinco personas que a cinco mil. Cuando el número de personas que buscan acomodarse en nuestros entornos es pequeño, es relativamente fácil hacerles sitio. Cuando son muchas las personas que llegan, no sólo necesitan mucho sitio, sino que parece que hasta quieren quitarnos el nuestro e imponernos sus costumbres.

Para un cristiano los principios son claros: la tierra es de todos. La casa, la tierra que ocupo, no es mía, es “nuestra”. Y como es nuestra, tengo que compartirla. La cuestión está en el compartir. ¿Cómo compartir de modo que mi renuncia no me perjudique ni a mi, ni a “los míos”? Los “míos” entre comillas, porque los que llegan de fuera también son “míos”. Pero es normal que considere más “míos” a los que conozco desde siempre, a aquellos con los que he crecido. De ahí la necesidad de políticas imaginativas, generosas y valientes para dar una respuesta a tanta gente que busca sencillamente vivir, para que la acogida de esas personas no sólo sea un beneficio para ellas, sino también para los acogedores.

Hubo un tiempo en el que la emigración de españoles a América o a Francia, Suiza y Alemania, redundó en beneficio mutuo de esos países y de las personas que allí llegaban. Ya sé que los tiempos han cambiado. Pero el principio sigue siendo bueno: hay que encontrar el modo de que la acogida de inmigrantes sea buena para el acogido y para el acogedor. Por otra parte, hay que presionar a nuestros gobiernos, supuestamente democráticos, para que ayuden al desarrollo de los países más pobres y tomen medidas políticas en contra de esos regímenes que solo buscan perpetuarse a costa del bienestar de sus ciudadanos.

Hubo un tiempo en que Europa consideraba que el mundo era “suyo”. Y por eso, se dedicó a ocupar tierras no europeas. Ahora que los no europeos, no sé si por convicción, pero al menos por necesidad, consideran que el mundo es de todos, y por tanto Europa también es suya, esos europeos que antes consideraron que el mundo era suyo, ahora piensan que el mundo quizás sea de todos, pero Europa es sólo de los europeos.

 

Autor: Martín Gelabert Ballester, OP / Fuente: nihilobstat.dominicos.org

 

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2 comentarios

Luis agosto 28, 2018 - 11:49 am

Creo que el planteo es equivocado o quizá ideologizado. Para un cristiano, todas las cosas son de Dios, no «de nosotros». Dios las da a los hombres para que las hagan rendir y le sirvan a él y a otros. «Dominad el mundo» dijo Dios. El cómo hacerlo es un espacio que deja Dios a los hombres, por respeto al «libre albedrío» que les ha concedido y para que ejerciéndolo, cada uno alcance el desarrollo espiritual que Él pretende de cada uno. Saber dar con caridad y saber recibir con humildad, es uno de los pilares de las enseñanzas de Jesús. Pero… ¿cómo puedo dar con caridad si lo que tengo no es mío sino nuestro? ¿Cómo puedo recibir con humildad si lo que recibo ya me pertenece? No, la cosa no es así. Que tenga el deber moral de usar los bienes para mi bien y el de mi prójimo, no significa que «lo mio sea nuestro» Esto es una peligrosa deformación del mensaje evangélico. Es cierto que en épocas iniciales la Iglesia practicó una suerte de comunidad de bienes entre los fieles, pero al poco tiempo demostró su impracticabilidad y desistió de esa experiencia ya que partía de una utopía que nada tiene que ver con las enseñanzas de Jesús.
Me preocupa que MDC divulgue un texto como el comentado, que entiendo resulta peligroso para los cristianos de buena voluntad en estos tiempos de satánica confusión. Los cristianos de este tiempo, esperamos recibir luz para ayudarnos a apartar las tinieblas que se ciñen sobre el pueblo de Dios.

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Pedro G. agosto 28, 2018 - 12:30 pm

Luis, a mi me parece que el dominico Martín Gelabert Ballester quien escribió este artículo, tuvo la intención de decir que este planeta Tierra no es absolutamente de los europeos o de los sudamericanos o de tal o cual país o cual o tal persona. Que todos tenemos en la medida de lo posible pensar en el prójimo y darle acogida a quien lo necesite, El lo dice en este párrafo y cito:

«Para un cristiano los principios son claros: la tierra es de todos. La casa, la tierra que ocupo, no es mía, es “nuestra”. Y como es nuestra, tengo que compartirla. La cuestión está en el compartir. ¿Cómo compartir de modo que mi renuncia no me perjudique ni a mi, ni a “los míos”?»

En otras palabras hay que compartir con los que menos tienen sin que esto ponga en riesgo a mi familia y a los mios. En otras palabras por qué no darle techo o comida a quien lo necesite, ¿por qué no compartir?. El se refiere a todos los fenómenos migratorios que están sucediendo en Europa y en Latinoamérica con los venezolanos y como algunos países o personas rechazan la ayuda a estos migrantes.

Cito nuevamente:
«hay que encontrar el modo de que la acogida de inmigrantes sea buena para el acogido y para el acogedor»

¿Qué mensaje satánico hay en este escrito? POR FAVOR…!!!

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