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Mateo 23, 23-26

por Pbro. Luis A. Zazano
Mateo-23,23-26

Evangelio según San Mateo 23,23-26.

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar aquello.
¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.

 

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No descuides lo esencial.

1)La plata más que la vida: Es una de las características de estos fariseos. Hoy también podemos caer en ello, en creer que con la plata compramos también a Dios. ¡No! Hoy, Dios te pide que crezcas en la misericordia y en la justicia; sino caeremos en el síndrome de «Don Corleone» (El Padrino) en donde ayudaba siempre a la Iglesia de Sicilia, pero mataba a medio mundo. Nosotros no podemos caer en este síndrome, en donde estamos metidos todos los días en la parroquia o en el movimiento, pero matamos con la crítica y el chisme a medio mundo; es más, hasta matamos con nuestras actitudes de indiferencia y hasta de envidia. Nuestra vida no se marca por ello.

2)Filtran el mosquito y comen el camello: Cuántas veces caemos los comprometidos en la religión en esto. En donde nos creemos dueños de la verdad, incluso casi nos convertimos en insoportables con los demás para que cumplan ciertas rúbricas, pero nosotros, si podemos obviar alguna cosa, la hacemos. Es triste cuando vemos hermanos que usan la religión para sentirse dueños y señores en vez de recordar que somos simples servidores.

3)Ciegos: Hoy vivimos ciegamente, todo lo cuestionamos y todos nos creemos dueños de opinión. Nos encanta opinar hasta de lo que no sabemos y nos encanta poner en duda todo o a todos. Creyéndonos dueños de la verdad. Recordá aquello de san Agustín: «tarde te ame, hermosura tan antigua y tan nueva». Amar a Dios es recordar que uno se hace eterno y que la vida cristiana se contagia, no se impone. Pues quien trabaja para ser buen cristiano, ayuda a que otros se encuentren con Cristo pues, como también decía San Agustin: » nos hiciste Señor para ti, y nuestros corazones no descansan hasta llegar a ti».

 

 

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1 comentario

Milagros Crespo agosto 28, 2018 - 11:24 pm

muy bella reflexion gracias por todas sus enseñanzas a trabes del evangelio

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