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Colores e historias del Cristo Negro de Esquipulas

por Carolina Guadalupe Betique
Cristo Negro de Esquipulas en procesión 2019

La imagen de madera del Milagroso Señor de Esquipulas se parece más a los pobladores originarios de Guatemala que al artesano europeo que la esculpió.

Cada 15 de enero, fecha de la fiesta patronal, cientos de miles de peregrinos llegan a la capital centroamericana de la fe para orar y alabar a Jesucristo que, crucificado, espera la resurrección.

Un trifinio​ es un punto geográfico en el que convergen las fronteras de tres países, como ocurre entre Argentina, Paraguay y Brasil a la par de las cataratas y en el macizo de Montecristo entre Guatemala, Honduras y el Salvador. En la parte noroeste del último está la ciudad de Esquipulas, que da nombre al Cristo de cedro al que a diario se dedican plegarias, velas y flores en la Basílica en su honor. Más de un creyente derrama allí lágrimas de emoción y presenta sus intenciones con la esperanza puesta en el poder divino. Tantos otros, se postran y sonríen porque lo que les preocupaba ha tomado un rumbo favorable. “Es impresionante la cantidad de plaquitas que los devotos colocan en agradecimiento por los milagros concedidos”, expresó el voluntario en Misioneros Digitales, Gustavo Lemus.

La imagen enaltecida consiste en una gran cruz (el madero vertical mide casi un metro y medio) en la que está clavado el cuerpo oscuro de Jesús, que contrasta con detalles dorados a su alrededor. Rezarle es una costumbre que se transmite de generación en generación y es común que feligreses de distintas edades hagan cola para entrar al camarín. Lorena Pivaral, que vive en la capital guatemalteca, contó que la familia de su esposo solía llevarlo cuando él era niño. Ella se sumó a la tradición y hoy describe lo que se vive en la parroquia como “una experiencia de paz”. En 2018 viajó junto a sus allegados —entre ellos, la abuela del marido, que a sus 98 años soñaba con volver a ir— y tuvieron la oportunidad de participar de la misa en el altar mayor, conocer los jardines de la Basílica y recibir varias bendiciones, por lo que regresaron sintiéndose llenos de gracia.

En las inmediaciones del templo se percibe un ambiente impregnado de devoción que se consuma al cruzar las imponentes puertas de madera de 4 metros de altura. Afuera, se ofrecen productos artesanales e industriales que van desde estampitas y medallas hasta alimentos y bebidas. Pivaral confió que en una visita “no pueden faltar los dulces típicos de la región (las conservas de coco, toronja y otras frutas son los más tradicionales), las quesadillas y las galletas de [maíz de] salpor”. Mezclados entre colores y aromas caribeños, los sacerdotes salen a la calle en determinados momentos para rociar con agua bendita a grandes y chicos. Asimismo, van caminando hasta un parque aledaño para rogar a Dios que proteja a los conductores y pasajeros de los automóviles estacionados —carros aparcados, para los locales.

Aunque hay gente que peregrina sola, la mayoría lo hace acompañada. Hay quienes se trasladan a caballo, de a pie o de rodillas y otros que lo hacen en vehículos particulares o transporte público. La iglesia recibe entre 150.000 y 200.000 visitantes el día de la celebración principal y al menos un millón y medio por año, según datos de 2015 del Instituto Guatemalteco de Turismo citados en un artículo académico redactado por los investigadores mexicanos Leonardo Daniel Rosas Paz y Enrique Propin Frejomil. Allí se manifiesta además que el presbítero Juan Antonio Posadas estimó por entonces un transitar cotidiano de 700 personas, cifra que los fines de semana y fiestas menores asciende a 6000.

Canción típica al Cristo Negro. «Padre nuestro que estás en los cielos, un rosario te vengo a cantar, Milagroso Señor de Esquipulas toda mi alma te vengo a entregar.»

La fiesta, romerías y homilía

Esquipulas está en un valle escoltado por montañas y forma parte del departamento de Chiquimula. En septiembre de 2014, el municipio fue declarado capital centroamericana de la fe por la Organización Mundial del Turismo (OMT) y cada enero corrobora el título. Consultado sobre cómo son los preparativos para la fiesta patronal, el abad benedictino y rector de la Basílica, Héctor Sosa, indicó en una entrevista para el canal Televisiete de Guatemala en 2018 que, en realidad, se adaptan las previsiones y actividades normales. Comentó que se acondicionan espacios para campamentos, se incrementan las misas y confesiones (sacramento que se ofrece sin interrupción desde las 6 de la mañana hasta las 9 de la noche) y se refuerzan las medidas de seguridad. De lo último, se encarga la Operación Guardián del Cristo Negro, integrada por agentes del Ejército, de la Policía Nacional Civil, de la de Turismo y de la Municipal de Tránsito, tropas que reciben una bendición en un acto oficial. En línea, el grupo scout Cristo Negro, la Cruz Roja Guatemalteca y los Bomberos Voluntarios locales acompañan con sus servicios.

En 2019, desde el domingo 6 de enero comenzó a aumentar la afluencia de visitantes. Las romerías o peregrinaciones iniciaron su recorrido desde distintas regiones y, como dice el himno de la solemnidad, muchos viajaron desde “tierras lejanas”. Como era de esperar, los sombreros y vestidos vistosos, rosarios y estandartes abundaron en cada trayecto y nunca faltó la música, que tan propia del Caribe se tradujo en júbilo y alabanzas. En el sitio web informativo Esquipulas.com.gt se detalla que el viernes 11 llegó la cabalgata del Tío Tin, que desde hace 117 años une la ciudad de Asunción Mita, en el departamento de Jutiapa, con el santuario del “morenito”. Se comunica, asimismo, que el domingo 13 ingresaron a la parroquia los caminantes guadalupanos que recorrieron las calles con estatuas de la Virgen y de San Juan Diego rodeadas de luces y arreglos florales. El grupo participó también de la misa y del baile de los moros y cristianos (danza con vestuarios llamativos en la que se representan los católicos que colonizaron la mayor parte de América y los musulmanes que habitaron en España desde el siglo VIII hasta el XV).

La procesión central fue la que llevó en un anda majestuosa al Cristo Negro bajo el cielo nublado del lunes 14. La base de madera que alzaron por lo menos diez hombres tenía, además de la famosa escultura, la de una Biblia abierta que de frente quedaba justo a los pies de Jesús y banderas de países centroamericanos que flamearon al compás de los rezos. Después, hubo una serenata con bailes típicos y mariachis en un escenario armado cerca de la parroquia. Fuegos artificiales anunciaron que la medianoche era inminente, sonaron las campanas y el 15 fue recibido por la iglesia repleta de fieles dispuestos a compartir la Santa Eucaristía.   

En la misa de gallo en honor al Milagroso Señor, el Evangelio que se lee es el de la Pasión según San Marcos. Quien dio la homilía este año, el obispo de Izabal, Domingo Buezo, comenzó indagando de qué naciones provenían las personas presentes y, tras ello, resaltó: “Somos pueblos bien concretos”. Compadeció a los centroamericanos que afrontan “situaciones de muerte” y específicamente a quienes han tenido que “salir huyendo” de Honduras, El Salvador y de la propia Guatemala. “Venimos aquí con nuestras penas, con nuestros dolores, pero venimos con fe, e incluso con alegría, porque en el Cristo de Esquipulas Dios se manifiesta de una manera especial y nosotros encontramos consuelo”, enfatizó. Luego, destacó la profesión de fe que hizo el centurión romano que vio morir a Jesús (“¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!”) y valoró que los devotos la hicieran suya frente a la imagen agasajada.  

El crucificado, advirtió el clérigo, llegó a percibir que hasta el Padre lo había dejado solo, “experiencia que podemos sentir también nosotros cuando la vida es dura”. Recordó que la expresión de Jesús: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”, que aparece en el Salmo 22, en el fondo es una jaculatoria “llena de confianza”. El creador estaba a su lado, señaló, así como está con nosotros en las enfermedades, en el desánimo y a la hora de fallecer, “Ahí donde se estrella la sabiduría humana, ahí donde caen por tierra las esperanzas humanas y el lamento no halla salida alguna” está el amor del todopoderoso, especificó. Dijo que siempre que acudimos a Él, “de alguna manera nos responde”, tal como lo hizo al resucitar a su Hijo, revelación divina que dio sentido al padecimiento. “El final del camino de Cristo es la vida y el final de nuestro camino es la vida, también”, exclamó.  

El 15 por la mañana hubo laudes solemnes y durante toda la jornada continuaron las misas y las peregrinaciones. Al unísono, reiteradas veces se cantó; “Nunca olvides mi patria y mis padres, no abandones tus hijos Señor, Milagroso Señor de Esquipulas, por doquiera regad bendición”.

Obra de Cataño

La historia de la imagen se remonta al siglo XVI y está vinculada al encuentro de culturas que se produjo tras la llegada de los colonizadores al continente. En la entrevista concedida a Televisiete, Sosa aseveró que por esa época los europeos mostraron “dos caras” a los nativos: por un lado, los masacraron cruelmente y, por otro, les enseñaron la doctrina católica.

Al ser evangelizados, los habitantes originarios expresaron a los misioneros su deseo de contar con una imagen de Jesucristo. El escultor portugués Quirio Cataño estimó que podía tallar una por el precio de 100 tostones, que el abad declaró en la nota televisiva que “en verdad era algo caro”. Afirmó que sólo se logró reunir 50 y que el artista aceptó. Al respecto, en la página web de la Basílica, se detalla que el dinero provino de una gran cosecha de algodón en 1594. La obra, entregada el 4 de octubre de ese año, fue cargada en procesión durante cinco meses hasta que el 9 de marzo de 1595 fue ubicada en una ermita esquipulteca. En el siguiente agosto se acordó la confección del crucifijo.

En el portal web Guatemala.com se indica que “según la tradición oral”, desde tiempos remotos, “Esquipulas era ya un lugar de peregrinación conocido en toda Mesoamérica”. Como planteó en 1924 el antropólogo Robert Lowie, “todos los pueblos poseen un sentido de lo sobrenatural” y en la tierra que hoy es Guatemala estaba el corazón de la civilización maya, cuya religiosidad implicaba cultos y ofrendas a múltiples dioses. Por solo mencionar algunos, los había del sol, del maíz, de las abejas, de la sabiduría, de la medicina y, el que se veneraba en Copán (actual sitio arqueológico en la región del trifinio) era el de la guerra y protector de los mercaderes, Ek Chuaj. El color distintivo de este último era el negro que hoy caracteriza al Cristo, según señaló en un artículo científico de 1999 el investigador Carlos Navarrete siguiendo a Samuel Lothrop. Hay que considerar, con todo, que también la tez de los nativos era morena.

En 1723, el presbítero Nicolás de Paz manifestó que la tonalidad del crucificado se debe a que “es la representación de un cuerpo muerto, cubierto de sangre morada oscura. Sangre muerta”. Aunque ese es un significado válido, en el texto de la década de 1990 se afirma que “la Iglesia atribuye el color a la exposición constante al humo de miles de velas, candelas y veladoras –y anteriormente rajitas de ocote [palitos de pino]— que ofrendan los peregrinos”. Como el matiz es tradicional, quienes restauraron la figura en 1995 lo respetaron.  

El poder milagroso de la imagen se oficializó en 1737 cuando, en palabras del investigador Stephan Francis de Borhegyi citadas por Navarrete, “el arzobispo de Guatemala, Fray Pedro Pardo de Figueroa, después de hacerle una visita al Cristo, fue curado de una enfermedad contagiosa”, Fue el prelado quien ordenó que se levantara una iglesia en honor a la escultura. El hermoso santuario fue terminado en 1758 y bendecido los primeros días de 1759, ocho años después de la muerte del sacerdote.

El Señor de Esquipulas fue consagrado como “Patrono Principal de las Provincias Eclesiásticas de Centro América” el 16 de enero de 1916 y en 1961 el Papa Juan XXIII decretó que la parroquia fuera elevada al rango de Basílica. La devoción no paró de crecer y en 1996, a 400 años de la entronización en la ermita, el Papa Juan Pablo II visitó el camarín para orar luego de presidir una misa. Hoy por hoy, hay altares y capillas con réplicas de la obra de Cataño en numerosos países del continente. En Los Ángeles, Estados Unidos, por caso, cada 15 de enero se celebra el Cristo Mojado, llamado así debido a que fue cruzado desde la frontera norte de México a través del Río Bravo.

Uno de tantos milagros

En palabras del guatemalteco Lemus, un testimonio sobre el poder del Señor de Esquipulas:

 “Cuenta mi mamá que mi hermana Lorena se había enfermado gravemente. Su cuerpo ardía de fiebre y se había puesto morada, casi negra, siendo ella de piel blanca. La llevaba al hospital en un taxi y, una cuadra antes de llegar, el carro se descompuso y ya no arrancó. Ella corrió entonces esa cuadra hasta la sala de emergencia.

Cuando el doctor vio a mi madre le preguntó muy sorprendido: “Señora que lleva ahí”, a lo que ella contestó “mi hija se está muriendo”. Él no dejó que le explicara más y dijo “la niña está carbonizada” y se la llevó a una sala. Allí pusieron a mi hermana en una bañera, le echaron agua y bastante hielo.

Sacaron a mi mamá de la sala y ella, totalmente alterada y desconsolada, se dio vuelta y suplicó: “Señor de Esquipulas, mi niña se muere, yo te la entrego, pero si es tu voluntad sánala por favor”. Sólo pasaron 3 minutos y el médico salió de la sala y le preguntó a mi mamá “Señora, ¿la niña se chupa el dedo?”. Tras la respuesta afirmativa, él exclamó “Increíble, reaccionó. Si la hubiera traído un minuto más tarde, se hubiera muerto. Fue un milagro”.

Para conocer más sobre esta devoción podés visitar

El Señor de Esquipulas

Basílica del Santo Cristo de Esquipulas (Facebook)

Turismo religioso en la Basílica del Cristo Negro de Esquipulas, Guatemala (artículo académico producido por geógrafos de la UNAM, México)

El Cristo Negro de Esquipulas:Origen y difusión (artículo académico producido por un antropólogo de la UNAM, México)

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