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Rostros de luz

por Elena Fernández Andrés
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Hace unos días me encontré por casualidad con una vieja amiga. Una amiga de esas de peregrinaciones diocesanas y risas compartidas. Yo andaba por una parte de Madrid por la que no suelo ir y ella estaba allí trabajando en un centro comercial.

Me encantó el encuentro. Y sobre todo lo que compartí con ella. Su trabajo es cara al público y no parece muy fácil. Sin embargo, no perdía la sonrisa y la amabilidad en ningún momento. 

Hablamos de ello y me dijo que otras personas le habían comentado lo mismo. Incluso un sacerdote que solía pasar por allí una vez le preguntó si era cristiana, pues con su sonrisa «tenía algo distinto, pues mostraba un rostro de luz«.Cuando volvía hacia mi casa pensaba en ello y daba muchas gracias por el regalo de estos «santos de la puerta de al lado» (cfr. Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Gaudete et exultate, que puedes leer entera aquí: GAUDETE ET EXSULTATE). Son los rostros visibles del inmenso regalo de la fe y fruto de los dones del Espíritu Santo que recibimos en nuestro Bautismo.

Y me llevó a otro recuerdo, esta vez más cercano: en Navidad tuve ocasión de acercarme a la parroquia donde fui bautizada. Hacía algún tiempo que no iba y me sorprendió ver que habían hecho obras, arreglándola. Empujé la puerta del templo, observando los cambios realizados en la entrada. Y al mirar hacia dentro, con la iglesia en penumbras y el corazón dando gracias por el regalo del Bautismo que allí recibí, mi mirada se quedó clavada en lo que unos focos de luz querían destacar: el imponente Cristo crucificado del presbiterio y una hermosa frase. 

 ERES UN REGALO PARA MÍ

Sí, eso es lo que dijo el Padre sobre nosotros el día de nuestro Bautismo: «Y una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado (Cristo y tú y yo, hijos amados en Él), en quien me complazco» (Mateo 3, 17)

Es la frase que latía en el Corazón de Cristo cuando daba la vida por nosotros en la cruz, sin mirar nada más que el inmenso Amor que nos tiene y su anhelo por compartir la vida eterna con Él. 

Es la frase que dice el Espíritu en nosotros cada vez que dejamos que el regalo del Bautismo se manifieste y somos testigos de su Amor derramado, viviendo como otros Cristos en medio del mundo.

Soy un regalo para Dios. Eres un regalo para Dios. Somos un regalo para Dios. Mi amiga lo es para todos los que diariamente se cruzan con ella, por ser reflejo de todo lo recibido por Él en su vida a través de la fe. Su rostro de luz es reflejo del rostro de Dios. 

«Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo. Y este es el mensaje que hemos oídos de él y que os anunciamos: Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado» (1 Juan 1, 3-7)

Seamos testigos. Seamos luz. 

Canción: Hija de Dios
Autora: Verónica Sanfilippo

Fuente: Nómadas del Espíritu 

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