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Transfigurarnos en el Señor

por Card. Rubén Salazar Gómez
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Avanzamos en la cuaresma, ya este es el segundo domingo de Cuaresma, pidámosle al señor que aprovechemos de verdad este tiempo de gracia para que nuestra vida se transfigure, así como hoy vemos la transfiguración del Señor, escuchamos.

Del santo Evangelio según SAN LUCAS 9, 28b-36

En cierta ocasión llamó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió 
con ellos al monte a orar. Y mientras estaba orando, el aspecto de su 
rostro se transformó, y su vestidura quedó blanca y deslumbrante. 
De pronto dos personajes empezaron a hablar con él: eran Moisés 
y Elías, que aparecieron rodeados de gloria y hablaban de la partida 
de Jesús de este mundo, que iba a cumplirse en Jerusalén. Y aunque 
Pedro y sus dos compañeros estaban con mucho sueño, pudieron 
mantenerse despiertos y vieron su gloria ya los dos personajes que 
estaban con él. 

y cuando ya estaban estos para irse, le dijo Pedro a Jesús: 
«Maestro, ¡qué bueno que estemos nosotros aquí! Vamos a hacer 
tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Es 
que no sabía lo que decía. 

Todavía estaba él hablando, cuando apareció una nube que se 
posó sobre ellos. Y al quedar envueltos en la nube, se llenaron de 
miedo. 

Entonces se oyó una voz que salía de la nube y decía: «Este es mi 
Hijo, mi elegido. Escúchenlo a él.»

y cuando dejó de oírse la voz, quedó Jesús solo. Ellos guardaron 
silencio, y de momento no contaron a nadie nada de lo que habían 
visto. 

Palabra del Señor.

Transcripción de La Voz del Pastor 17 de marzo de 2019

El episodio de la transfiguración de nuestro Señor tiene como tres aspectos que yo quisiera que miráramos rápidamente, el primero, Cristo nuestro Señor, verdadero hombre, es también verdadero Dios, y por lo tanto en la transfiguración él aparece como es, no simplemente un hombre más sino un hombre en el cual está presente Dios de una manera especial única e irrepetible, es Dios mismo presente hecho hombre, el que se manifiesta en Jesús de Nazaret, por eso lo primero tiene que ser el que nosotros reforzamos nuestra fe en Jesús de Nazaret como nuestro salvador, como el hijo de Dios hecho hombre por nosotros que se entregó a la muerte para salvarnos.

 El segundo aspecto es lo que nos dice la voz que se presenta allí, la voz del padre, este es mi hijo amado escúchenlo, qué bueno que nosotros escuchábamos al Señor pero desafortunadamente vivimos demasiado distraídos hay tanto ruido en su interior, sobre todo más que en el ruido exterior que es muchísimo, en nuestro interior hay tanto ruido que impide escuchar la palabra de Dios, vale la pena que durante este tiempo de cuaresma nos interrogamos ¿que tanto escucho yo la palabra de Dios? ¿qué importancia tiene esa palabra en mi vida? ¿qué efecto tiene esa palabra en mi vida? (amazianmassage.com)   si Cristo, Jesús de Nazaret es el hijo de Dios debemos escucharlo, porque nos manifiesta el verdadero rostro de Dios y nos manifiesta a nosotros mismos quiénes somos y por lo tanto nos da la posibilidad de que nuestra vida sea siempre una vida llena de luz.

Y en tercer lugar esa transfiguración del Señor es como un preanuncio de lo que va a ser nuestra propia transformación, porque nosotros también estamos llamados a ser hijos de Dios, porque hemos sido unidos profundamente a Cristo en el bautismo y por lo tanto toda nuestra vida tiene que ser un proceso de transfiguración, es decir un proceso en el cual cada vez más seamos hijos de Dios y transparentemos esa realidad de Dios en nuestra vida, por medio de nuestra capacidad de amar de servir de ayudar de ser solidario, con nuestra capacidad de perdonar, de reconciliarnos, de ayudarnos, todo eso tenemos que transparentar esa presencia salvadora de Dios en nuestra vida y por lo tanto a lo largo de toda nuestra vida tenemos que irnos transfigurando en el Señor que nos ama.

Pidamos al Señor que hoy lo contemplemos como el es el hijo amado del padre a quien tenemos que escuchar y que nos da la luz que necesitamos para que nuestra vida se transforme y seamos de verdad hijos de Dios y hermanos los unos de los otros.

La bendición de Dios todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén

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