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Parroquia, espacio comunitario

por Dominicos
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Cuando se oye la palabra parroquia, lo habitual, tanto entre cristianos como no cristianos, es pensar en un edificio

En realidad, una parroquia es un espacio compartido por la comunidad cristiana, en la que ésta se reúne para celebrar la fe. Dejando claro que la celebración supone que primero se ha aprendido eso que se va a celebrar y luego se ha comprendido. No conviene olvidar que en las parroquias hay un párroco, o sea, un sacerdote encargado de presidir las celebraciones de la fe y responsable de supervisar y, a veces, de organizar, las sesiones de aprendizaje y de comprensión de la fe.

Si es un espacio compartido eso significa que los dueños de ese espacio son los que lo comparten, o sea, el grupo de cristianos de la parroquia. El párroco forma parte de ese grupo, pero él es uno entre muchos. Y aunque tenga sus propias responsabilidades, eso no significa que tenga la exclusiva de lo que allí se dice o se hace. Tiene su papel, pero si se trata de un espacio compartido, los otros que lo comparten también tiene su papel. Un papel activo. Si es únicamente pasivo, entonces ya no se comparte, a lo sumo se asiste a unas ceremonias.

Como son muchos los que comparten el espacio, es lógico que se organicen en subgrupos (que pueden recibir distintas denominaciones: equipos, comunidades, grupos diversos), precisamente para facilitar la celebración y la vivencia de la fe. Cada uno de estos subgrupos puede tener su propia autonomía, que todos deben respetar, pero también ser lo suficientemente abierto y flexible para comprender las cosas buenas de los otros, para apoyarles y favorecerles.

El “deber primero” del párroco, según decía el Concilio Vaticano II, es “anunciar a todos el Evangelio de Dios”. A este oficio se añade el de presidir la celebración de los sacramentos. Pero hay otros que también tienen su papel en la celebración de los sacramentos, sobre todo el de la Eucaristía, por ejemplo lectores, cantores, ministros de la comunión, responsables del buen orden de la asamblea, encargados de preparar los distintos elementos de la celebración.

Hay otras tareas en las que el párroco no es necesario, y que pueden y hasta deben dejarse en manos de personas preparadas, por ejemplo, los asuntos económicos. Ahí es mejor que el párroco tenga las “manos limpias” (ya se sabe: el dinero es muy sucio y, cuanto más lejos de lo sucio, más limpio parece uno). Y si la parroquia, o sea, el espacio común, necesita hacer gastos, lo mejor es que el encargado seglar de esos gastos sea también el que pide el dinero a los otros dueños del espacio común y, por supuesto, les presente las cuentas. (Continuará).

Autor: Martín Gelabert Ballester, OP / Fuente: nihilobstat.dominicos.org

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