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Iglesia de San Miguel Arcángel

por Horacio Espinosa
interior de la iglesia san miguel

La parroquia que me pasó desapercibida durante mucho tiempo y hoy es mi lugar de culto al mediodía.

Mi historia con la iglesia porteña dedicada a San Miguel Arcángel es similar a otras que ya he compartido. Había pasado muchas veces por su puerta casi sin notar que se trataba de un templo católico. Más allá de su belleza exterior, tenía tan cerrados los ojos, el corazón y el alma que, para mí, no era más que un edificio antiguo de la Buenos Aires Colonial.

La parroquia está entre las calles Bartolomé Mitre y Suipacha, en pleno centro de la ciudad, y es un Monumento Histórico Nacional. Cuando entré por primera vez desconocía su importancia patrimonial. Fue durante un momento complicado de mi vida, en esos en los que se descubre que Jesús siempre estará para ayudarnos a cargar la cruz.

Historia y aspecto del templo

En 2018 se cumplieron 230 años de la inauguración de esta iglesia, que es una de las diez más antiguas de la capital de Argentina.

Fue en marzo de 1727 cuando Don Juan Guillermo González y Aragón fundó en Buenos Aires la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, cuya función era atender enfermos en el marco de una epidemia de tifus que azotaba a la población. Por entonces, los ciudadanos sin recursos caían muertos en la calle y allí quedaban. Es importante recordar que en esa época, por disposición del Cabildo y a pedido del Clero estaban prohibidos los entierros gratuitos.

La Hermandad compró un terreno en donde González y Aragón, ya sacerdote, inició la construcción de un templo de adobe. Al rededor de la capilla se establecieron el primer Hospital de Mujeres de la ciudad, un cementerio para Pobres y Ajusticiados (se había obtenido el permiso necesario para no cobrar por las inhumaciones de los cadáveres) y el primer Asilo de Huérfanos.

Más adelante, se construyó una nueva capilla con materiales más resistentes en el predio de la actual plaza Arlt. En el altar mayor del nuevo templo se ubicó la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, originaria de Cádiz, España, quien además es la patrona de la congregación. Cuando en 1822 la Hermandad fue clausurada por el gobierno de Bernardino Rivadavia, quien incautó sus bienes y terrenos y creó la Sociedad de Beneficencia y la Casa de Expósitos (luego Casa Cuna, actual Hospital Pedro de Erizadle), la imagen quedó guardada en la iglesia. En 1927, a 200 años de su bendición, la figura fue reinstalada por Monseñor Miguel De Andrea.

En 1782 se comenzó la construcción del templo actual, bajo el título de Nuestra Señora de los Remedios, cuya inauguración fue en 1788. En 1791, la Hermandad se trasladó a la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat.

Durante las invasiones inglesas de la primera década de 1800, el templo intentó ser tomado como bastión inglés pero la puerta fue imposible de forzar y las tropas decidieron capitular.

El templo fue declarado parroquia en 1830. Hacia 1850 se levantó la torre y la casa parroquial fue construida en la década de 1860. Posteriormente, en 1897, se realizaron reformas. Tiene campanas y vitrales traídos de Burdeos y en el subsuelo existió durante mucho tiempo una gran cripta dividida. Hoy la misma está dividida en dos: una parte es un salón de actos y en la otra descansan los restos de los fundadores de la Hermandad.

El aspecto de la iglesia fue sencillo hasta que en 1918 Monseñor Miguel De Andrea, párroco designado allí desde 1912 hasta su fallecimiento en 1960, contrató al  arquitecto y pintor italiano Augusto C. Ferrari. El artista desplegó su talento y la parroquia actual fue consagrada el 28 de septiembre de 1921.

En periódicos de la época se expresaba lo siguiente:

¨Hasta hace poco, la fachada de la iglesia (San Miguel Arcángel) era una modesta fachada embellecida por la tradición, ya que no por su arquitectura, ni por su decorado. Un buen día, a cubierto de tablones y andamiadas, el frente de San Miguel se transforma. Surgen, como por encanto, columnas que personas entendidas nos juran ser de estilo Corintio, sin que nosotros lo afirmemos, rosetones que nos dicen ser de romanas civilizaciones, sin que osemos atestiguarlo, arquitrabes bizantinos, de lo cual no damos fe. Un desamor realmente lamentable por las cosas que nos pertenecen por herencia, nos lleva a devastar nuestro pasado, ayer era la casa de la virreina, hoy la fachada de la iglesia San Miguel¨.

“Los  cuadros más notables son los del fondo, que representan a Santa Cecilia rodeada de sus damas, entonando salmos; el del centro, pintura de grandes proporciones, que reproduce las bodas de Caná, donde el ambiente aparece transformado en un medio de lujo y opulencia, con la idea de expresar mejor la magnificencia del milagro. También son muy bellos los que representan a Cristo, penetrando en las catacumbas para libertar a los esclavos, y al mismo Divino Maestro dignificando el trabajo del hombre. En el interior se puede observar diferentes frisos, como el del Papa San Gregorio Magno, quien ante una peste que asolaba Roma, pidió a San Miguel su asistencia, presentándose éste sobre el mausoleo de Adriano. Se ve también la extensa procesión, los enfermos, la muerte, la eucaristía bajo palio. La imagen de San Miguel, con su espada en la mano derecha y en la izquierda una balanza, y junto a él la leyenda en Latín, “Quien es como Dios”, debajo un grupo de ángeles anuncian el Juicio.”

Los vitrales son de fines del siglo XIX y en su mayoría son obra del francés Gustave Pierre Dagrant. Están consagrados a: San Felipe Ñera venerando el crucifijo; San Jorge matando al dragón y el Niño de Praga en el sector derecho; el Sagrado Corazón y San Camilo, en el crucero. A la izquierda: San Carlos Borromeo, Asunción de la Virgen, Santo Obispo sobre cruz y San José. En el transepto, la Transfiguración de Cristo.

La cripta es la primera en Argentina dedicada a San Juan Pablo II. El párroco informó que el entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio firmó un decreto, fechado el domingo 1º de mayo de 2011 (día de la beatificación del pontífice polaco), por el que se impuso el nombre de «Beato Juan Pablo II» a la capilla de la cripta. En 2014, cuando el Santo Padre fue canonizado, se cambió la primera palabra por el apócope de santo.

Durante la quema de iglesias llevada a cabo por militantes argentinos en 1955, el templo de San Miguel Arcángel sufrió daños y pérdidas materiales. Por ejemplo, desaparecieron registros de defunciones que eran administrados por la Iglesia antes de la creación del Registro Civil.

La parroquia tiene una fachada que llama la atención por su majestuosidad. Enclavada justo enfrente del Palacio San Miguel, sin dudas compite con él en belleza.

La primera impresión al ingresar es que algunos de los frescos de los techos están un poco deteriorados. A pesar de los pedidos del actual arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli, el templo estuvo cerrado desde el año 2000 hasta el 2008 por el grave deterioro edilicio.

En 2005 se hizo cargo de la parroquia el padre Ricardo, que comenzó a oficiar misa en la cripta del templo e impulsó trabajos de reparación estructural. Durante 2012, la Universidad de San Martín se encargó de la restauración de los frescos de Ferrari. El órgano tubular de dos teclados manuales de la casa alemana Laukhuff fue restaurado y ampliado en 2010, con el aporte de feligreses.

El entonces cardenal Jorge Bergoglio (hoy Papa Francisco) bendijo la reapertura del templo el 28 de septiembre de 2008 y expresó que Buenos Aires se había paganizado al inventar ídolos que atrapan el corazón y que ello da espacio a que el Demonio haga de las suyas. «Es una ciudad que descuida a sus niños y sus ancianos», dijo en consonancia con sus discursos en el Vaticano. Afirmó que Dios quiso recuperar para su pueblo fiel y para Él un lugar sagrado e invitó a todos a rezar la oración:«San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, ampáranos contra la perversidad y asechanzas del demonio».

La visita

Escultura de San Miguel Arcángel

Como comenté al inicio de esta bitácora, había pasado realmente muchas veces por este templo. Trabajé a menos de 100 metros del mismo y nunca había ingresado. Más aun, nunca había notado si estaba abierto, cerrado o en mantenimiento.

Fue un mediodía de un invierno complicado en mi vida cuando sentí la necesidad de participar de una celebración de la Santa Misa.Algo estaba ardiendo en mi corazón. Me comentaron entonces que en esta parroquia (que yo desconocía, insisto) se celebraba una misa, pero que el sacerdote era medio “apagado”.

Más allá del párroco a cargo, decidí ir, dado que no estaba tan lejos de mi trabajo en ese momento. Lo que yo anhelaba vendría de la mano de un sacerdote, pero no iba a ser él quien me lo diera sino Jesús a través suyo.

La verdad el templo no me pareció muy bonito en esa visita, en parte porque mi disposición a mirarlo no se comparaba con mi deseo de ser visto y escuchado por el Señor.

Tras esa primera visita, hubo una segunda, y comencé a acostumbrarme de a poco a ir con frecuencia. Ya no me parecía un sitio oscuro, sino que si bien no estaba muy iluminado por la electricidad, emanaba una luz de otro tipo, la luz que yo necesitaba.

A diferencia de otros templos que me gustan y disfruto conocer, en éste la figura de María no tiene un lugar predominante. En mi condición de peregrino mariano y salesiano, pensé que esta iglesia no iba a generar nada especial en mí. Sin embargo, a diferencia de lo que imaginaba, nuestra madre me permitió disfrutar del lugar y recibir la gracias que el Espíritu Santo tenía preparadas para mí. Como tantas veces se ha repetido, ella nos acerca a la amistad verdadera con su Hijo.

Fue así como se convirtió en mi lugar de culto y, cuando tengo un rato al mediodía, suelo pasar, y comenzar la tarde de otra forma. No siempre puedo pasar en el horario de la celebración, pero cuando lo hago, la participación en la misa me cambia el resto del día.

Realmente recomiendo que, quienes puedan, busquen algún templo en el que puedan compartir una misa durante la semana. Independientemente si la iglesia es grande o pequeña ni si el sacerdote a cargo es recto o alegre, es hermoso ir a la celebración en busca de un encuentro con Dios vivo y mirar lo cotidiano desde esa experiencia de Amor.

Si hoy me preguntan si el padre Ricardo es “apagado”, la verdad no lo sé. Mi respuesta es: «¿Eso importa?». Uno va a misa con la esperanza de reunirse con Jesús, no con el sacerdote.

El momento difícil de mi vida que me llevó a percibir la necesidad de concurrir a una celebración ya pasó y pude seguir adelante acompañado de Cristo que desde su cruz me miraba y me aconsejaba. Por eso, en acción de gracias y expresión de fe, trato de seguir yendo a visitar algunos mediodías a mi Amigo!!

La iglesia de San Miguel Arcángel está ubicada muy cerca de la Casa de Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola fundada por la beata Mamá Antula. Ingresá a la bitácora sobre ese lugar santo para conocer detalles y Tips del Viajero para esta parte de Buenos Aires.

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1 comentario

nilda maria carnero mayo 24, 2019 - 8:23 pm

Gracias por compartir esta bendita experiencia,no hay dudas que los caminos del Señor son infinitos,nos llama siempre,el hecho esta en darnos cuenta,gracias,Bendiciones a Uds.peregrinos.

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