Papá

Te invito a detenerte dos minutos. A pensar, a meditar, a contemplar y agradecer…

Quizá no llegues a enterarte nunca de las huellas que dejas en el alma de tus hijos, por presencia o por ausencia. Ellos te miran siempre, te esperan siempre, te necesitan siempre.

Es probable que no midas la seguridad que transmiten tus brazos, la certeza que puede transmitir tu voz, la audacia que inspira tu arrojo hacia el futuro, la alegría y la confianza que generas cuando –aún cansado- te dedicas a jugar, a enseñar, a escuchar, a reír, a proteger, a alentar y a corregir.

Tus palabras verdaderas, oportunas e indudables, aunque menos abundantes, dejan hondas certezas, “imprimen carácter”, disipan dudas e incertidumbres, orientan y estimulan.

Siendo paciente enseñas a perdonar; reconociendo tus errores, a ser humilde; amando tu trabajo, heredas laboriosidad; respetando y venerando a tu esposa enseñas a amar.

No hace falta que seas perfecto, pero procura ser admirable.

Procura que tus hijos se sientan orgullosos de ti, y que nunca deban avergonzarse de tus vicios o torpezas.

Procura que tu amor sólido e inquebrantable sea una firme roca en que tus hijos puedan apoyarse siempre, en medio de las arenas movedizas de este mundo cruel e inconsistente.

Procura que tus hijos varones aprendan en ti la fortaleza sin violencia, la firmeza sin obstinación, la racionalidad unida a la ternura.

Procura que tus hijas descubran en ti un arquetipo que inspire en ellas lo mejor de su alma femenina, y que anhelen descubrir y encontrar alguien como tu como padre de tus nietos…

Tal vez sientas que estas palabras lleguen a tu corazón un poco tarde… tal vez has cometido ya algunos errores.

Pero nunca es demasiado tarde. Dios Padre, Dios Papá, es capaz de restaurar y redimir incluso lo que no pudiste, supiste o quisiste hacer y ser. (Xanax)

De ese Dios Papá estás llamado, hoy y siempre, a ser imagen. ¡Vaya misión!

Que en este día te sientas feliz de haberla recibido.

P. Leandro Bonnin.