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“¿Nos tomamos unos mates?”

por Carolina Guadalupe Betique
Hoy Jesús te dice: "¿Nos tomamos unos mates?"

La invitación es de Jesús para vos, no importa en qué tiempo y lugar la recibas. Puede que desconozcas el perfume de la yerba, como los galileos que vieron a Cristo obrar milagros en sus calles; o que el aroma te resulte tan cotidiano como lo fue para el Santo Cura Brochero. En el fondo, la propuesta es al encuentro.

El mate es una infusión que se toma a sorbos a través de un tubito de metal o caña llamado bombilla. El líquido es verde y se obtiene al verter agua caliente sobre yerba, que es una molienda de hojas estacionadas, palitos y polvo. El vaso en el que se prepara tiene el mismo nombre que la bebida.

En Argentina, Paraguay, Uruguay y el sur de Brasil reside la mayor cantidad de consumidores de mate. Es un producto tan típico que en los primeros dos países se establecieron días para reconocerlo como parte del folclore nacional (el 30 de noviembre y el 11 de octubre, respectivamente).

Se acostumbra a compartir la infusión en rondas de personas, esto es: uno asume el rol de cebador —el que ceba es el que sirve—, y los demás son convidados por turnos según su disposición física en un lugar. Hay quienes sostienen que la vuelta debe seguir el sentido de las agujas del reloj y otros, que debe ser al revés. Lo importante es que en algún momento a todos les llega.

El mate se toma en casas de familia, tanto bajo techo como en patios y balcones. También en parques, playas y montañas. Lo preparan los que por trabajo o por placer viajan durante horas; así como los que pasan mucho tiempo en un mismo sitio. La bebida contribuye a humanizar relaciones jerárquicas entre empleados y jefes y acerca posiciones entre alumnos y profesores.

Una postal común sobre todo en paisajes uruguayos y en los de sus vecinos del oeste, los argentinos oriundos de la provincia de Entre Ríos, es la de gente que camina con mate en mano y termo (recipiente en el que se lleva agua caliente) bajo el brazo. Así, van andando por calles y campos ofreciendo un trago a los compatriotas que se cruzan.

Para acceder a esta bebida no hace falta tener una billetera abultada. Es cierto que las clases más pudientes tienen la posibilidad de optar por bombillas de plata y oro, pero una de aluminio deja pasar el líquido de igual manera. Con todo, hay hogares humildes en los que no se pueden costear alimentos nutritivos y se recurre al mate para engañar estómagos vacíos. Aunque es fuente de vitaminas y minerales que favorecen la salud, lejos está de saciar todas las necesidades del organismo.

La tradición de compartir

La historia de la infusión data de épocas precolombinas. Quienes descubrieron la planta de yerba mate fueron los guaraníes, un grupo de pueblos nativos de la Cuenca del Plata (parte de Sudamérica drenada por el Río de la Plata y sus afluentes). Inventaron el modo de tomar el extracto de las hojas, así como la forma de disfrutarlo en comunidad (se ubicaban alrededor de un “fuego sagrado”, rito que con los siglos derivó en las rondas actuales).

Los aborígenes recolectaban ramas de árboles silvestres que luego exponían al calor de una fogata y dejaban secar colgadas sobre llamas durante un día. Después las picaban, molían y colocaban en una calabaza ahuecada. Utilizaban una bombilla de caña y cebaban con agua fresca. Ese mate frío hoy sigue preparándose en algunas regiones y se llama tereré.

Con la llegada de los españoles a América, el brebaje fue materia de controversias. En 1610, la Inquisición de Lima prohibió su elaboración y consumo y estableció duras penas para los infractores. Sin embargo, la restricción se derogó tras veinte años y fueron justamente clérigos jesuitas quienes impulsaron su cultivo y comercialización desde las misiones.

Siglos más tarde, otro miembro de la Compañía de Jesús es embajador de facto de la infusión característica de su tierra natal. Más de una vez, el Papa Francisco fue fotografiado agarrando un mate con una sonrisa en el rostro. No sólo acepta complacido cuando lo convida algún feligrés, como lo hicieron soldados paraguayos en febrero de 2016; sino que además prevé que la bebida de los guaraníes no falte en visitas oficiales que lo ameritan, por caso, la de los obispos argentinos que conversaron con él en el Vaticano unos meses atrás.

En sintonía, un sacerdote que gustó del mate hasta el fin de sus días fue San José del Rosario Brochero. Nacido en 1840, asumió como propias las carencias de la gente que lo rodeó y literalmente llevó la Palabra de Dios a lomo de mula. Como detalla el Sumo Pontífice en una carta de 2013, el cura gaucho visitaba familias y les hablaba con sabia sencillez entre cebada y cebada. Así, la infusión oficiaba de excusa para bregar por la común unión de las personas.

El patrono del clero argentino murió de lepra, ciego y abandonado por la grey que lo había acompañado durante años. Hay versiones de que se enfermó –o se “embichó”, como él decía— de tanto beber de la misma bombilla que pacientes graves, pero el contagio pudo haberse dado también por el contacto con lesiones en la piel. Aunque hay que tener recaudos en casos críticos, hoy la mayoría de la gente es inmune a esa afección, que además es curable en estados iniciales.

Madre del mate oportuno

“El mate es muy nuestro y la Virgen es muy nuestra”, expresó la religiosa argentina María Virginia Gette en una entrevista con Radio María de su país. Ella es autora de la oración a Nuestra Señora Gaucha del Mate que inspiró una pintura mariana que fue bendecida por el Papa Juan Pablo II en 1993.

La plegaria evoca situaciones concretas en las que se comparte la infusión y las encomienda con confianza a nuestro Dios que hace nuevas todas las cosas (Ap. 21, 5). Es la propuesta de un modo de vida santo para quien reza y la ofrenda de lo cotidiano para el Cielo:

“María del Buen Mate, del mate de las frías madrugadas, del mate de las tardes otoñales, del mate de las noches de estudiantes, del mate de la espera… María del Buen Mate, del mate del amigo y del encuentro, del mate que reemplaza los almuerzos, del mate que calienta los inviernos, del mate que reúne y que celebra… María del Buen Mate, del mate oportuno en la visita, del mate silencioso de los abuelos, del mate espumoso de la rueda, del mate que no hace diferencias… María del Buen Mate, del mate que siempre está dispuesto, del mate que nunca se resiente, del mate que se alegra en ser usado, del mate que se brinda a cada hora…

María del Buen Mate enséñanos a tomar mate, que no sea el mate frío de la rutina, que sea el mate del amor fraterno que nos deje sabor a vida nueva. Que sea el mate “que pierde tiempo” cuando hay otro que quiere compartirlo. Que sea el mate que celebre siempre al amigo oportuno que se acerca, que sea el mate creador de espacios donde el otro encuentre la paz y la confianza, que sea el mate que suavice las heridas y acorte las horas de cansancio y soledades. Que sea el mate una Buena Nueva, un canto de amistad, un modo de amar y dar la vida. Amén”.

Virgen de Caacupé

Por otra parte, se cuenta que ya a comienzos del siglo XVII hubo un episodio en el que nuestra Santa Madre se valió del mate para indicarle el camino que debía seguir uno de sus hijos. Fue en la región de Caacupé, territorio ubicado actualmente a 50 kilómetros de Asunción, y dio origen a la advocación mariana que es patrona de Paraguay.

Un día, un nativo convertido que se había bautizado como José era perseguido por miembros de una tribu enemiga. Él suplicó entonces a la Virgen de la Inmaculada Concepción que lo ayudara a sobrevivir y con fe le preguntó dónde debía esconderse. Acto seguido, divisó la figura de la Madre de Jesús y escuchó que ésta le gritó en guaraní “¡Ka´aguý cupe-pe!”, que traducido es “¡detrás de los arbustos de yerba mate!”. El muchacho acató la orden y quienes querían hacerle daño perdieron su rastro.

Tender la mano al prójimo

La imagen que abre este artículo es la fotografía intervenida de un mural pintado por un sacerdote que ejerció su ministerio en la capilla Jesús de Nazaret y San Juan Evangelista de Berazategui, provincia de Buenos Aires. La obra de arte decora una de las paredes de la «Casa del Niño Inmaculado Corazón», que es atendida por voluntarios del templo y puede sostenerse gracias a lo que se recauda con los proyectos Sembrando Oportunidades y Padrinos Solidarios.

En la Casa se recibe a niños y adolescentes en edad escolar que están inmersos en contextos vulnerables. A diario llegan al rededor de 70, cifra que asciende a 100 durante los meses de verano o cuando sus docentes hacen huelga. Uno de los misioneros digitales colabora allí dictando un taller de computación y contó que, aunque le causa acidez, siempre se suma a las rondas de mate con mucha azúcar que preparan sus alumnos. No se trata sólo de no despreciar, sino también de promover la fraternidad con ese gesto.

Y vos, ¿vas a tomarte unos mates con Jesús?

La forma y los materiales del mate, la bombilla y el termo son elecciones tuyas, las alternativas te las presenta la vida. Lo mismo, la calidad de la yerba y el amor con el que cebás. Podés decidir agregarle además hojitas de otras plantas aromáticas o cáscaras de algún cítrico para obtener un sabor especial. Todo esto representa la actitud con la que afrontás lo cotidiano.

La ronda de mate es una metáfora de las comunidades que estamos llamados a formar en los ámbitos en los que participamos. A veces el encuentro personal se da en el detalle de un saludo amable y ese ya es el trago calentito que Dios espera y regala.

¡Muchas gracias a quienes compartieron las fotografías de sus mates para esta nota!

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