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“Hoy en Venezuela es obligatorio ser un sacerdote de esperanza”

por Carlos L. Rodriguez Zía

“Debes ser un sacerdote de esperanza”. Estas palabras fueron las que el fraile capuchino, Luis Antonio Salazar, escuchó del obispo que lo ordenó sacerdote un 1 de marzo del año 2014. Cinco años después, en el día a día de su amada y sufrida Venezuela, es lo que este hombre  de Dios, de 34 años, tiene más presente que nunca.

 Consciente y conocedor quien escribe estas líneas de lo que pasa y se vive en Venezuela –entre otras fuentes por el informe presentado por la  Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y ex presidente de Chile, Michelle Bachelet-, lo primero que sorprende al entablar por video llamada de WhatsApp la conversación con el fraile y sacerdote capuchino Fray Luis Antonio Salazar, es que él sonríe y ríe. Algo que no dejará de hacer a lo largo de la entrevista, salvo cuando hablé de lo que pasa en su tierra. En esos momentos, como Jesús ante la tumba de Lázaro, Fray Luis se conmueve profundamente. Pero pronto recupera su rostro alegre. Y uno entiende que la fuente de esa genuina alegría no es sólo su fe en Dios, sino que a esa fe la vivió en el seno de su familia. La que recibió de su padre, hombre de misa dominical y que colaboraba económicamente con su parroquia; de su madre, que visitaba las casas de sus vecinos llevando la imagen de la Virgen de la Rosa Mística; o de su hermana, joven muy activa en los grupos juveniles de su parroquia.

Por otra parte, ni bien comenzamos a charlar, Fray Luis –a quien no le gustan ni el fútbol ni el café, ama al té en todos sus sabores y a quien unos frailes argentinos hicieron aficionado al mate- me aclara un malentendido que se ha difundido sin saber él por qué. Él nunca trabajo como modelo profesional. A lo sumo, siendo un adolescente de 16 años, participó de un casting. Nada más. Así que ni en éste ni en los futuros artículos periodísticos que lo tengan como protagonista, vale usar la imagen del modelo que dejó las pasarelas para seguir a Dios. “En esos días de la juventud,  yo estaba muy activo dentro de la iglesia, participando de la juventud franciscana, la JUFRA. Era catequista e iba a misionar a los pueblos indígenas”.

-Aclarada la confusión sobre tu supuesta vida como modelo profesional, ¿por qué elegiste la vida religiosa?

– Lo que me pasaba era que sentía que algo me faltaba. Tenía una sed interior que no lograba satisfacer. Por esos días estaba de novio e iba a la universidad a estudiar humanidades. Pero un día me arriesgué a aceptar la invitación de un fraile capuchino para asistir a una convivencia y ahí todo cambió. Fue sentir lo que había dicho San Francisco cuando escuchó el Evangelio: “Esto era lo que yo buscaba”.  Esto es lo que anhelo y deseo vivir con todo mi corazón.

-Ahí decides ingresar a la orden de los capuchinos. ¿Por qué?

-Porque son lo mejor del mundo. Con ellos encontré mi plenitud, mi realización como persona. Con ellos  me siento completo como ser humano. Es donde he desarrollado mi potencial como hombre y como ser de Dios, como consagrado. Ingresé a la casa de los capuchinos, en la ciudad de Caracas (capital de Venezuela), un 30 de septiembre de 2003 e inicié mi proceso de formación como postulante. En septiembre del 2008 hice los votos simples o temporales y en juilo del 2013 los votos perpetuos.

Marzo de 2014. El día del sí total a Dios.

-Y un año después te ordenaste sacerdote. ¿Por qué y para qué?

– Lo que ocurre es que dentro de la orden capuchina lo primordial es ser hermano. Ser fraile. El ser sacerdote es opcional. Pero ya había visto el ejemplo del Padre Pío. Me quedé muy enganchado con su testimonio de fraile y sacerdote. Y un día me dije que quería ser como él: un sacerdote del pueblo.

-¿Cómo es un día de tu vida?

-Por mi condición de fraile vivo en una fraternidad, rezo y como en comunidad. Las decisiones la tomamos de manera colectiva, utilizó hábito. Tengo la suerte de que el convento y la parroquia están unidos por un pasillo. En la mañana hago mi oración personal, luego a la oración comunitaria o laudes. Después asisto a misa, que a veces me toca celebrar: Por la mañana y por la tarde estoy en mi  despacho atendiendo todo tipo de situaciones humanas: desde la persona que se quiere suicidar a la que viene a pedirme el bautismo para su hijo. Confieso a la gente. La vida normal de un sacerdote.  

-Fuera de Venezuela, eres conocido gracias por tu actividad en las redes sociales, por tus videos. ¿En qué te ayudan a la hora de evangelizar?

– Me sirven para llevar el mensaje del Evangelio más allá de las cuatro paredes de mi parroquia que es la de San Judas Tadeo de la Chinquinquirá de la Florida. Los domingos con mi mensaje llegó a las mil personas que vienen a misa. Mientras que a los videos en Youtube los pueden llegar a ver hasta 50 mil personas. Además, vivimos en una cultura muy visual. Uso los recursos visuales con el objetivo de que la Palabra de Dios cale más en la mente, en el corazón de cada persona que vea los videos. Esa es la intención. Y las imágenes o recursos visuales que empleo  me las imagino cuando estoy predicando en misa. También uso Instangram y Twitter, por ejemplo.

Fray Luis usa las redes de estos tiempos para ser un pescador de hombres.

– Es decir que a la hora de predicar en misa, no hay mucha diferencia con tus videos.  

-En las homilías soy muy expresivo, gesticulo bastante. Trato de llevar el Evangelio a cuestiones reales. Y como soy de una región de Venezuela donde la gente es muy graciosa, cada tanto hago algún comentario simpático y veo que eso a la gente le gusta y le llega. Les hablo a los feligreses con un leguaje muy cercano. Y le gente me ha dicho que así como me entiende el niño que se prepara para la primera comunión, me entiende la abuela que viene a rezar el rosario. Y si eso pasa, es que estoy haciendo las cosas bien y la gente te lo agradece. Recuerdo que una vez, el  Día de San José, que es el 19 de marzo, había dicho que San José no había repudiado a María en público y la había recibido en su hogar, no sólo porque Dios le había dicho que así lo hiciera, sino también porque estaba enamorado locamente de ella. A la gente le pareció algo muy bonito. Creo que digo esas cosas porque es el Espíritu Santo el que me las inspira.

-Se te ha visto en las manifestaciones junto a la gente o diciendo que no te podías privar de hablar de política. Entonces, ¿qué es ser hoy sacerdote en Venezuela?

-Yo soy tan venezolano como el campesino que está cultivando papas o como la señora que limpia la iglesia. Y eximirme por el hecho de que soy cura de no poder hablar de política es la cosa más ignorante del mundo. Otra cosa es ser partidista.  Pero sí soy profeta.  Y como profeta tenemos que anunciar y denunciar. Anunciar un reino que es mejor y denunciar que el reino de este mundo no cumple o satisface las exigencias del Evangelio. Porque el Evangelio quiere que sea una persona feliz, que lo seamos. Entonces yo no me puedo eximir de decir que Venezuela está mal, que estamos mal.  Que la gente está pasando hambre. En mi parroquia le damos de comer a 800 personas. Ayudamos con los medicamentos a 250 personas por semana. Con ropa a 50 personas por semana. Ante esta situación yo no puedo sólo decirle a la gente que sólo rece el Padrenuestro, el rosario o que  Dios es bueno. También tengo que decir que esto está mal. Y es una situación que yo también vivo. Enfermarse en Venezuela es para millonarios.  Si te enfermas en Venezuela y no tienes dólares, te mueres.

-Rehago la pregunta: ¿Qué sacerdote querés ser?

-Trato de ser un sacerdote fiel y coherente. Fiel a la Iglesia, al Evangelio, a mis principios y mis convicciones.  Recuerdo que el obispo que me ordenó me dijo que tenía que ser un fraile de esperanza. Que el pueblo esperaba de mí  un fsacerdote de esperanza. Y he tratado de ser eso en todo lo posible. Un fraile, un sacerdote que lleve esperanza, un buen mensaje. Enestos tiempos de Venezuela, es obligatorio ser un fraile y un sacerdote de esperanza.Ser sacerdote en Venezuela es ser un sacerdote gallardo, valiente, en el que tienen que coincidir mente,  palabra, obra y sentimientos. Porque la gente necesita eso. Necesita a alguien que le de ánimo, que le diga que vamos para adelante, que estamos súper agobiados pero no nos han matado, no nos han derrumbado y tenemos que continuar por encima de cualquier cosa. Y esa es mi misión y es lo que quiero hacer.

“Venezuela, alégrate, llena eres de gracia, el Señor está contigo”.

-¿En la situación actual cómo se le habla a la gente en Venezuela de un Dios de esperanza?

-Les hablo de  un Dios que se compadece. Del Dios que padece conmigo. Del Dios al que también se le corta la luz. Que Dios está caminando con nosotros. Del Dios que pasa hambre en Venezuela. Del Dios que hace colas kilométricas para comprar un bendito pollo subsidiado. De un Papá Dios al que también se le va la conexión de Internet.  Del Dios que llora con la madre que tiene al hijo enfermo.  Del Dios que abraza al niño que se está muriendo porque tiene fiebre y no hay medicamentos. Del Dios que se compadece y está padeciendo con nosotros. Que no nos ha abandonado y quiere lo mejor para nosotros. Y va a haber algo mejor para nosotros, porque Dios quiere algo mejor para Venezuela.  Porque ésta es una tierra de gracia. Esta tierra, es como la Virgen María. Es una tierra a la que el Arcángel Gabriel le anunció: “Venezuela, alégrate, llena eres de gracia, el Señor está contigo”. Ese es el Dios en el que creemos.

Cuéntame de eso que en tu parroquia se llama La Olla Milagrosa.

 -Le decimos así porque simplemente ocurren milagros. Milagros como esa gente que quiere ayudar o dar. Tal vez no tienen dinero pero se ofrecen para limpiar. O tienen una máquina de afeitar y se vienen a afeitar a los ancianos para que estén limpios y arreglados. También la llamamos así porque hemos sacado gente de la calle y le hemos encontrado trabajo.

Las vías para ayudar a Fray Luis y al pueblo de Venezuela.

-Tu actividad, el estar con la gente en la calle, ¿te ha significado algún riesgo personal?

-Lo primero que hay que decir es que en Venezuela todos somos presos políticos. Lo segundo es que todos los medios de comunicación oficiales, que no se mueven por Internet o redes sociales, todos están censurados. Ninguno puede decir nada en contra de esta dictadura. Porque si dicen algo, los cierran, despiden a los periodistas, etcétera. Así que todo sacerdote que levanta la voz está amenazado por esta dictadura.A mí en mi misa de los domingos de las 12.30 me vienen a escuchar 998 personas interesadas en la Palabra de Dios y dos a ver si el curita dice algo en contra de la dictadura. Pero cualquiera que alce la voz está en riesgo. Ahorita tengo a una parroquiana metida en la cárcel.  Se llama Antonia Turbai. Y está metida en la cárcel porque supuestamente ayudó a Ivan Simonovis, un ex preso político a escapar. Pero hace poco recibió un indulto para quedar libre  pero no la sueltan. Esa es la Venezuela en la que vivimos.

-El Papa Francisco ha sido criticado por algunos sectores por su accionar ante lo que pasa en Venezuela. ¿Qué pensás?

-Ante esto, invito a la gente a leer las declaraciones de la Conferencia Episcopal Venezolana, y de la Conferencia de Religiosos de Venezuela. Prácticamente dicen: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. El  Papa está hablando a través de los obispos y de los religiosos. 

-Volviendo a ti, ¿soñas un día con llegar a ser obispo, Papa quizás?

-¡No! Dios me libre y guarde. A mí me encanta ser sacerdote de pueblo. Es algo que me llena. El tomar un té con una anciana de la parroquia o ir con los jóvenes del grupo juvenil al cine. El estar con la gente, con el pueblo.

– Última pregunta: ¿Alguna vez quisiste irte de Venezuela?

-De momento estoy aquí. Si mi orden decidí sacarme de Venezuela, me iré por obediencia a la orden.

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1 comentario

Zulay Palaviccini agosto 29, 2019 - 11:39 am

Dios lo bendiga Padre. Así es, hay que sembrar la esperanza, la confianza en Papá Dios. Sé que saldremos de esta situación y seremos un país hermoso, próspero, de principios, solidario y las familias estarán unidas bajo la mirada del Altísimo y la Divina Pastora. Gracias Señor porque se harán realidad nuestros sueños.

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