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Citas con La Biblia (IV)

por Carlos L. Rodriguez Zía

Con septiembre, el mes dedicado a La Biblia, a nuestras espaldas y el período de Adviento en el horizonte cercano –empieza el 1° de diciembre- volvemos a invitar a los lectores de Misioneros Digitales Católicos al siempre cuativante viaje por los versículos de las Sagradas Escrituras.

En mi país Argentina, hay un dicho popular que dice –palabras más, palabras menos- que para conocer a una persona puede ser necesario toda una vida, o puede ser suficiente un instante. Hoy, en esta cuarta entrega de Citas con La Biblia, compartimos un puñado de pasajes de la Palabra de Dios para meditar sobre cuánto y cómo conocemos al Padre. Porque lo que sí podemos afirmar es que Él a nosotros nos conoce muy bien.

“Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos”

Oseas 6, 6.

Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones».

Jeremías 1,5.

El Señor dijo: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos.

Éxodo 3,7.

Señor, tú me sondeas y me conoces,  tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente.

Salmo 139, 1-4.

Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó: “¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió».

Juan 7, 28-29.

Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente.  Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos.

Carta a Los Efesios 1, 17-18.

Porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Primera Carta a Timoteo 2,4.

Si reviso mi relación con Dios llego a la conclusión de que conocerlo, encontrarme con él, ha requerido un buen período de tiempo. Veintitrés años para ser exactos. Desde el día en que tomé conciencia de lo que significaba bautizar a mi primera hija. Ha sido un viaje largo y fructífero, con muchas etapas de crecimiento personal y espiritual, con la afortunada certeza de nunca saber dónde estaba la meta. Y si creía que había llegado a ella, que ya estaba en condiciones de llamar a Dios Abba, enseguida entendía que tenía que seguir peregrinando a la casa del Padre. Al menos hoy entiendo por qué Dios, a través del profeta Oseas, nos dice que en lugar de que le entreguemos ofrendas desea que lo conozcamos. ¿Acaso no es lo que nosotros le pedimos a nuestros hijos? ¿Acaso antes que sus logros o sus regalos, no esperamos saber qué les pasa o recibir sus muestras de afecto? Además, como lo dice el profeta Jeremías o lo señalan  los versículos del salmo 139, contamos con la ventaja de que Dios nos conoce desde siempre y, antes de que pronunciamos una palabra,  ya sabe lo que queremos decirle. Así que con esa información en mi mente y en mi corazón voy a seguir caminado, cada día conociendo un poco más a Dios. Tengo la sensación de que va a valer la pena.

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