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Simplemente, MAMÁ

por Pbro. Leandro Bonnin

Hay un dicho popular en Argentina  que dice que el Día de la Madre es todos los días del año. Además y, curiosamente,  no hay una fecha única a nivel mundial. En Argentina se celebra el tercer domingo del mes de octubre. Así que desde aquí, hoy, domingo 20 de octubre, vaya un gran abrazo y un profundo agradecimiento a todas las madres del mundo en su día.

No hubo fotos aquel día, cuando comenzaste a sentir los primeros síntomas del embarazo, cuando algunas cosas te dieron náuseas, o te mareaste, antes incluso de saberlo con certeza.

Ningún medio periodístico registró las horas soñando el rostro de tu niño, las noches de insomnio imaginando su sonrisa, y preparando el corazón para recibirlo.

No fue medida por ninguna máquina -que no existe- la mixtura inexplicable entre dolor y gozo, entrelazados por el amor, del momento del parto, y de todos los demás momentos.

No recibiste ni recibirás ningún premio por levantarte cien veces cada noche, por amamantar con ternura, por acariciar con constancia, por enseñar con paciencia, por corregir con obstinada esperanza.

No te condecorarán por tener siempre todo listo, todo preparado. Por pensar en todos los detalles. Por ocuparte de todo y de todos, siempre.

Ni tendrás una imagen en un salón de la fama por hacer la mejor comida, por recordar el postre favorito, por calentar la pieza, el baño y la cama, y sobre todo el corazón. Por ser hogar en el hogar.

Una calle sin nombre

No tendrás una calle que lleve tu nombre por curar tantas heridas, por secar tantas lágrimas, por apaciguar miedos, por inspirar arrojo y confianza. No te erigirán un monumento por tener tanta paciencia, ni por llorar ocultamente por lo que no puedes remediar.

Ni firmarás autógrafos a diestra y siniestra por impulsar a cada quien a ser uno mismo, a lanzarse a la vida, a salir del nido para hacer la  propia historia aunque eso, nuevamente, implique una mixtura inexplicable de dolor y gozo.

El mundo en que vivimos tiene otros ídolos, otros íconos de plástico, con pies de barro, e incluso sin ellos…

El mundo no te reconoce, pero déjame que te lo recuerde: ni uno sólo de esos gestos de tus manos y de tu corazón han pasado desapercibidos a la mirada de Dios.

Él es el Testigo único y agradecido de todo el amor que has brindado. Amor que se transforma en tesoro en el Cielo, tesoro que ya hoy puedes pregustar.

Él sabe también que muchas veces fallaste, y que si pudieras volver atrás, cambiarías muchas cosas. Pero su Amor es misericordia, y su misericordia es esperanza y paz.

Que en este día el Amor del Padre y la ternura de María sean el mejor regalo que recibas, Mamá.

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1 comentario

María Susana Fernández octubre 21, 2019 - 1:35 am

Qué lindas palabras!! Gracias Padre Leandro. ???

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