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10 Minutos con Jesús. Hoy: Ser discípulos

por 10 Minutos con Jesús

Séptima entrega de las meditaciones que difunde el equipo de 10 Minutos con Jesús. El equipo de 10 minutos con Jesús está conformado por sacerdotes y laicos de EE.UU, México, Inglaterra, España, Colombia, Kenya, Filipinas, que hacen posible que miles de personas de todo el mundo pasen 10 minutos diarios de conversación con Jesús a través de WhatsApp, Spotify, Telegram, Instagram, YouTube, Ivoox, Podcast de Apple, Google Podcast…

Señor mío y Dios mío,  creo firmemente que estás aquí; que me ves;  que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda,  interceded por mí.

Los verdaderos discípulos

Hoy el Señor nos llama a ser verdaderos discípulos suyos, verdaderos seguidores. Es decir,  personas que pisan en sus pasos conscientes de que son hijos de Dios y por tanto se sienten llamados a desarrollar los sentimientos del corazón del Señor. Se sienten llamados a poseer esa fuerza de amor que da vida a quienes rodean la fuerza del corazón del Señor.

Esta idea de ser discípulo está lógicamente unidad al tener un maestro. No puedes ser discípulo si tú no tienes un maestro. El maestro es aquel que te enseñan los conocimientos. Te transmite su experiencia. Te quiere de algún modo ir subiendo de nivel en tus conocimientos, en tus capacidades para que en esa actividad concreta que estás iniciando alcances su destreza, su sabiduría. Pensemos en un seno médico, o en un músico o un pintor. En un trabajo que requiere un buen aprendizaje. Por tanto no basta simplemente con haber leído algo o tener un cierto conocimiento; sino que se requiere además pues aprender esas experiencias, esos métodos que no son fáciles de incorporar así de buenas a primeras: Hace falta pues iniciar cosas muy básicas, dedicar horas a practicar, preguntar mucho. Que te corrijan muchas veces.

Una cita con el fisioterapeuta

Recuerdo que por una lesión tuve que acudir a un fisioterapeuta que era muy buen profesional. Mucha gente iba a su consulta con muy buenos resultados. Como tenía mucho trabajo  y nadie le ayudaba, a mí me parecía razonable preguntarle si no le compensaría incorporar a alguien a la consulta pues multiplicaría su servicio. Estaría el más descansado. Pero me dijo que lo había intentado una vez pero no había encontrado a nadie dispuesto a aprender.

De verdad se refería a unas personas que le había ido probando sucesivamente pero que él veía que no eran capaces de trabajar fuera del horario, que cuando tenía que realizar tareas muy repetitivas se aburrían se desmotivan y solo hablaban de dinero. Lo que les interesaba era cobrar. Para él eran mercenarios sin una verdadera entrega a su trabajo. Él no quería a nadie con esa actitud porque él quería atender bien a sus pacientes.

Ser discípulo o todo cambia

Allí entendí más claramente que ser discípulo no significa estar con un maestro; sino que ser discípulo supone querer aprender con todo el alma, dispuesto a cualquier sacrificio para lograrlo. Pues va a implicar negarse cambiar modos de hacer y de pensar. Cambiar muchas cosas que hasta remite las planteadas y ponerte en manos de otra persona que lleva adelante tu formación definiendo tus actividades. Que te va evaluando, te va de algún modo corrigiendo y eso no siempre es agradable.

Nosotros somos hijos de Dios y por ser los hijos del Señor, eso nos lleva a ser como él. Es decir que la invitación a ser discípulos de Cristo es para todos. Para ti que me escuchas. Para mí ahora que estamos haciendo esta meditación delante de Jesús. Pues él quiere que seamos otros Cristos. Esto hay que aprenderlo: No basta simplemente haber leído unos textos ya está. Sino que hace falta adecuar el modo de vivir. Por tanto hay que dar un paso y entrar en ese modo de aprendizaje, de discípulo.

Para transformar el corazón, llenarse de los sentimientos del Señor. Reorientar las prioridades.

Puliendo el egoísmo

Esto pues implica pulir egoísmos. Pulir las perezas los caprichos, la acepción de personas. Trabajar esas dificultades de carácter. Y esto supone muchísimo trabajo que te implica mucho. Por eso ahora quizás puede ser un momento delante del Señor, delante de Jesús para pensar cada uno cuánto nos dejamos cambiar por ser discípulo de Cristo. Dicho otro modo, ¿cómo te afecta tu relación con Cristo a tu horario, a tu relación con la gente, a tus trabajos,  a tu bolsillo? Vale la pena preguntarnos si mi condición de cristiano me afecta de verdad a mi bolsillo. Si me supone un sacrificio sostener el culto, la buena formación de los sacerdotes y sobre todo apoyar tantas iniciativas de formación de calidad, de evangelización. Dar hasta que te duele como diría la Madre Teresa de Cálcuta.

Un sacerdote me comentó de una pareja que se iba a casar en su templo. Les preguntó cuánto donativo tenían que dar por la boda y él les contestó que no tenía un canon fijo. Que era un donativo para contribuir al gasto y al mantenimiento del culto y el templo y que actuaran con generosidad en la medida de sus posibilidades. Pues no todo el mundo puede dar lo mismo. Como le insistían en  concretar una cantidad, el cura averiguó el promedio del donativo del último año y le llamó mucho la atención que les pareciera demasiado. Cuando realmente era una cantidad modesta y ellos estaban gastando un dineral en  la fiesta, etc.

Cuento esto pues me parece que hace presente lo que decía el Señor: “Dónde está tu tesoro, allí estará tu corazón”.

En camino de aprender

Y en lo que aplicas tus recursos muestras en  que consiste tú verdadero bien, en dónde está tú verdadero bien. Tú eres discípulo de Cristo y en todos los aspectos de tu vida se tiene que notar que estás en ese camino de aprender a ser otro Cristo. Qué prioridades tienes que ajustar, Nos tiene que sorprender que haya cosas que nos cuesten. No hay ideal que se haga realidad sin sacrificio. Como bien se ve en cualquier trabajo, en el matrimonio y en la familia. Asumir ese coste de mejora por ir por la senda del camino del maestro. Una vez tomada la decisión se abraza con cariño, con fuerza  la cruz.

Nosotros necesitamos la gracia de Dios, verdadera fuente de energía para nuestra vida cristiana. Si acudimos con regularidad a la fuente de la gracia no habrá desiertos que no podamos cruzar.

Cada día con constancia

Es fundamental escuchar. Sé que  cuesta mucho  sacar el tiempo para hacerlo. Pero no es cuestión de tiempo, es cuestión de prioridades. No puede ser discípulo quien no renuncia todos sus bienes: No puede ser discípulo quien no pone al Señor como el bien principal de su vida. Cuando luchas para levantarte por la mañana, en punto cuando suena el despertador venciendo la pereza y la desgana, no estás simplemente asegurando el rendimiento de tu plan de vida. Es mucho más. Estás cuidando tu amor para que tu pereza y tu comodidad no se constituyan en un freno. Es acostumbrarte a superar esas resistencias que tenemos dentro. Por eso hemos de priorizar al Señor. Eso es ser discípulo de él y es amar  con todo el corazón, con toda el alma,  con toda la mente. Lo cual supone blindar determinar unos momentos en el día para ese trato con Dios. Confiarnos con frecuencia hacer oración y dedicarnos con fuerza también a los demás.

Para logar esto le pedimos ayuda a la Virgen nuestra madre maría santísima; esa gran discípula de Dios para que sepamos hacer ese camino de discípulos de Cristo, amados por Cristo. Para llegar al cielo con esa plenitud de vida personal y de vida que también se ha transmitido a los demás.

Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra.

Madre mía inmaculada, San José mi, padre y señor, Ángel de mi Guarda, interceded por mí.

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