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La evangelización de la tortilla de patata

por Editor mdc

Durante el Mes Extraordinario Misionero que se celebró el pasado mes de  octubre se han podido conocer las historias de numerosos católicos, ya sean sacerdotes, religiosas o laicos, que han dejado todo para anunciar el Evangelio en cualquier rincón del mundo. Aquí les compartimos la singular historia de Doni y María Cruz.

España cuenta con 11.000 misioneros repartidos en 130 países y en la isla de Yerba, en Túnez, es donde se encuentran Domnino Martínez y su esposa Mari Cruz Gutíerrez, un matrimonio asturiano del Camino Neocatecumenal que tras haberse dedicado durante más de 30 años a la enseñanza por todo el Principado decidió responder a la llamada misionera siendo enviados entre una abrumadora mayoría de musulmanes.

Una iglesia entre 300 mezquitas

Domnino, Doni como es conocido, y Mari Cruz no son los únicos misioneros de su familia, pues su hijo David es sacerdote en Costa Marfil, país en el que se ordenó en 2014 y donde está en estos momentos.

Este matrimonio compareció recientemente junto a otros dos misioneros y el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, para hablar de la labor de los misioneros. En su intervención, Domnino explicó que la parroquia a la que sirven en Túnez era una iglesia que el gobierno había convertido en un gimnasio y luego en una biblioteca antes de abandonarla.

Esta pequeña iglesia, único foco católico de la zona, está rodeada por 300 mezquitas. Y es precisamente en este ambiente en el que se encuentran en esta misión ad gentes junto a un sacerdote, dos familias más, una de Chile y otra española, y dos mujeres provenientes del Líbano y de Francia.

«Hemos abierto las puertas de la iglesia»

“¿Qué hacemos allí? Recuerdo cuando don Jesús Sanz nos dijo en el envío no nos preocupáramos, qué lo que teníamos que hacer era estar. Hemos obedecido y estamos, hemos abierto las puertas de la iglesia, físicamente, y esto también sirve pues la gente se cuestiona”, explicaba a los presentes.

Domninio insistió en la importancia de “abrir las puertas” de la iglesia, ya que “no importa el idioma y lo relevante es lo que se hace. Además, explicó la importante labor interreligiosa puesto que además de la mayoría musulmana en esta isla cerca de Libia hay también una considerable comunidad judía. “Intentamos tender puentes con la comunidad judía y musulmana”, afirmaba el misionero.

«Evangelizando allí donde esté»

Poco a poco se empiezan también a ver frutos concretos. En esta iglesia de Yerba bautizaron recientemente a una niña de nueve años de padre musulmán y madre católica. Por ello, cree que hay que “seguir evangelizando allí donde se esté”.

Este matrimonio lleva no más de tres años en Túnez. Sobre partir a la misión ya siendo mayores y con los hijos criados afirman que ha sido “una aventura y un cambio importante, fruto de lo que llevamos viviendo muchos años. Empezamos muy jóvenes con las catequesis del Camino Neocatecumenal y desde entonces se ha ido formando esa vocación. Los años de Camino te van descubriendo el bautismo y que todos somos misioneros. Es más fácil dar testimonio en Túnez que aquí, en el colegio donde trabajaba o con los vecinos. Nuestra misión es evangelizar y posiblemente muchos lo tengan más difícil que yo”.

Evangelizar con la tortilla de patata

En una entrevista publicada en la Archidiócesis de Oviedo, Mari Cruz recuerda que “cuando llegamos nos encontramos con una iglesia que estaba prácticamente cerrada y lo que hemos hecho es abrir la puerta a todo el mundo e invitarles a entrar: sin importar la religión, si son creyentes o no, y eso es lo que ha llamado la atención”. Debido a la revolución que se produjo años atrás  se habían quitado la cruz y la campana de la iglesia y el Estado se había apropiado del templo.

Esta misionera perteneciente a la parroquia oventese del Corazón de María afirma que “hacemos la evangelización que yo llamo de la ‘tortilla de patata’: invitamos a la gente a casa, le damos nuestra experiencia de Jesucristo, les contamos cómo nos ayuda en nuestra vida, en nuestro matrimonio. Eso hace que la gente también se abra a nosotros, nos cuenten sus heridas. También con los matrimonios mixtos de musulmanes y europeos que son francamente difíciles. Oficialmente quien se casa con una persona musulmana debe renunciar a su religión y cuando han visto la posibilidad de poder volver a entrar en la Iglesia, sin por supuesto juzgarles, lloran de alegría de sentirse acogidos por el Señor”.

La alegría que viene del Señor

Domnino señala también que “la gente se va acercando cada día más. Lo primero que te dicen es ‘¿puedo pasar?’ y la respuesta siempre es: ‘estás en tu casa, adelante’. A muchas de ellas tenemos que explicarles los símbolos y te cuentan que aunque son de Yerba nunca habían entrado porque tenían cierto reparo”.

Además, reconoce que ni son valientes ni es una cuestión de valentía. “Yo soy muy cobarde, pero si es una misión a la que el Señor te llama entonces no tengas miedo como decía San Juan Pablo II”. Y Mari Cruz afirma que Dios les precede y “nos da una alegría que no viene de nosotros sino de saber que estamos haciendo su voluntad para estar, escuchar, acoger. No tenemos grandes pretensiones, sólo hacer presente el amor de Dios que ama a todos los hombres y sana su corazón”.

Fuente: Religión en libertad /Autor: Javier Lozano

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