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La Resurrección de los muertos

por Editor mdc
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Estamos hoy frente a una polémica entre los fariseos, los intérpretes de la ley, y los doctores de la ley, y el Señor Jesucristo sobre un punto muy importante escuchamos con atención:

Evangelio según San Lucas 20,27-38

Cuando Jesús estaba ya en Jerusalén, se le acercaron unos  saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y le presentaron  el siguiente caso:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito   que si un hombre casado muere sin dejar hijos,  el hermano del difunto debe casarse con la viuda  para procurar descendencia a su hermano. 
Pues resulta que había siete hermanos.
 El primero se casó, pero se murió sin dejar hijos.
Entonces el segundo y luego el tercero se casaron con la viuda,  y así sucesivamente todos los siete,   pero murieron sin dejar hijos.   
Finalmente se murió también la mujer. 
Esa mujer, suponiendo que haya resurrección,  ¿de cuál de ellos será esposa?
Porque los siete estuvieron casados con ella.»  Jesús les respondió:
«En este mundo se casan hombres y mujeres,  pero aquellos a quienes Dios concede la gracia   de llegar a la vida futura y a la resurrección, no se casan. 
Pero es que tampoco pueden ya morir,  porque son iguales a los ángeles   e hijos de Dios, gracias a la resurrección. 
Ahora bien, que los muertos resuciten,  ya lo indicó Moisés en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor   ‘el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob’. 
Él no es un Dios de muertos sino de vivos,  porque para Dios todos ellos están vivos.»   

Transcripción de La Voz del Pastor del 10 de noviembre de 2019

¿De qué se trata? se trata del problema de la resurrección de los muertos.

 Yo tengo la sensación de que hoy en día esto como que no suena un poquito como algo distante, como que no tiene ninguna importancia para nosotros, incluso se ha ido perdiendo totalmente el sentido de la trascendencia, o sea de que el ser humano no muere definitivamente con la muerte biológica, sino que va más allá, está llamado a una vida para siempre con Dios, eso se ha ido perdiendo terriblemente de tal manera que muchas personas, incluso a gente que se considera católica, que se considera discípula del Señor, piensa que con la muerte todo termina.

 Si realmente ahí hay una pérdida muy grande de sentido, es cierto que en el antiguo testamento prácticamente a lo largo de todos esos siglos de la historia de Israel, como pueblo de Dios, no se planteó nunca el sentido de una resurrección o de una vida más allá de la muerte, y los israelitas pudieron vivir en una intensa fe con Dios, pero nosotros sabemos perfectamente que con la muerte y resurrección de Cristo nuestro Señor, las cosas han cambiado definitivamente en cuanto a que se nos ha revelado el sentido profundo de nuestra existencia.

 Ya no vivimos solamente para este mundo para esta tierra, nuestra existencia no se agota aquí aquí en medio de las vicisitudes del mundo, sino que la muerte es como un nuevo nacimiento, es como un pasar de una existencia de un modo de existir a otro, hay una comparación que de pronto puede ayudar a entender, es lo que le pasa a un niño cuando nace, estaba en el vientre de su madre estaba viviendo pero vivía la existencia de una manera específica dependiendo totalmente de la mamá, con el nacimiento empieza el niño a ser autónomo y empieza todo el desarrollo que nosotros cada uno de nosotros ha vivido, aquí podríamos pensar algo por el estilo estamos en este mundo, estamos en las condiciones de este mundo, y entonces como que no podemos imaginarnos y la realidad no podemos imaginarnos una vida diferente a esta vida, y nos cuesta trabajo imaginar que puede ser lo que suceda después de la muerte.

 Pero yo creo que la cosa no es tan difícil, que pasa nosotros aquí en esta tierra, lo único que fundamentalmente da valor y sentido a nuestra existencia es nuestra capacidad de ser amados y de amar, en nuestra capacidad de descubrir a un Dios que nos ama y de amarlo a él y de amar a los demás, e ir creando todos esos vínculos de amor al interior de la familia, de las amistades, de la comunidad, que nos permiten verdaderamente vivir con la alegría y en paz, pues bien ese y esa alegría que nace de poder amar, es lo que se potenciará infinitamente al poder amar definitivamente a Dios sin ningún obstáculo, sin ninguna cortapisa, y por lo tanto al poder participar plenamente de la vida de Dios, más allá de las limitaciones de esta tierra.

Aquí estamos limitados estamos limitados por la enfermedad, por la incapacidad de amar, por nuestros egoísmo, por nuestros pecados, después de la muerte por la misericordia de Dios, ya no tendremos esos límites y podemos amar sin límites, amar inmensamente, amar definitivamente, y esa es la plenitud de la felicidad para el ser humano.

 San Pablo dice que si nosotros pensamos que no resucitamos entonces como que la esperanza se reduce a esta vida y somos los más infelices del mundo, y tienes razón porque esta vida no es la más amable, esta vida es una vida dura difícil, de luchas, de angustias, de dificultades en cambio estamos llamados a una vida plena, más allá de la muerte, estamos llamados a vivir definitivamente en los brazos de Dios nuestro padre, y amar en plenitud también a todas las personas, es decir a lograr la plenitud del amor, es la resurrección de los muertos, no nos preguntemos cómo es eso si el cadáver se levantará, que si el cadáver no nos preguntemos esas cosas, San Pablo en la primera carta a los corintios nos dice: Necio, no pregunte eso, simplemente él hace una comparación, dice una semilla se siembre en la tierra, muere la semilla pero brota un árbol, para querer hacernos tomar conciencia de que nuestra muerte, trae una transformación radical de nuestra vida, de nuestra condición humana y por lo tanto que la resurrección de los muertos significará una transformación definitiva de nuestras condiciones mortales, porque son absorbidas por la vida inmortal, que el Señor nos ayude a comprender esto no tanto en la teoría de poder responder a preguntas de ¿cómo?, ¿cuándo?, sino sobretodo existencialmente que nosotros sintamos como todos los días crecemos en el amor a Dios ya los demás, y esto nos va entre abriendo lo que significará definitivamente el amor más allá de la muerte, es decir nuestra plena felicidad.

 La bendición de Dios todopoderoso, Padre Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre, Amén.

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