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Testimonios de Familias Invencibles – Teresa y Fernando (1)

por Elena Fernández Andrés
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Hoy terminamos nuestro recorrido por el testimonio de familias que participan en los Encuentros de Familias Invencibles (FFII) en España con la familia Wagener-Díez. Por distintas circunstancias, tuvieron que ir a vivir a Alemania. Allí han sentido la llamada y la necesidad de “exportar” la realidad de Familias Invencibles a su nuevo hogar. Nos habla Teresa.

Gracias Elena por la posibilidad de reflexionar sobre nuestra experiencia en FFII. Para nosotros ha supuesto confirmar nuestra vocación y misión como familia, una oportunidad de evangelizar a otras familias y, sobre todo, un impulso y apoyo para cuidar la fe de nuestros hijos. Hay un antes y un después de conocer FFII en nuestra vida.

¿Qué nos ha supuesto conocer FFII personalmente, como matrimonio y como familia?

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Mi marido, Fernando Wagener, formaba parte de la Renovación Carismática Católica cuando yo lo conocí, teníamos ambos 17 años, él tocaba la guitarra en un grupo de oración carismática los martes por la tarde. Yo era de Schoenstatt desde los 13 años, un movimiento mariano de origen alemán extendido ahora por todo el mundo; había entregado mi vida a la Virgen María y tenía un voluntariado con mi grupo de jóvenes de Schoenstatt en el Hospital Clínico San Carlos en la Plaza de Cristo Rey de Madrid. Hacíamos acompañamiento de pacientes, atención a enfermos solos y necesitados de gestiones varias y compañía, preparábamos las misas con uno de los tres capellanes del hospital, D. Macario, cuidábamos de niños ingresados hasta que llegaban sus padres del trabajo, etc.

A mis 17 años estando en la piscina municipal un día mi madre y mi hermana me sacaron a toda prisa: -“Tere, corre, ven, hemos descubierto un grupo muy curioso en Majadahonda donde la gente reza alabando, cantando y alzando las manos y se parecen a los primeros cristianos, tienes que verlo, ¡te gustará!”. Mi madre tenía una gran inquietud religiosa y siempre se preocupaba por mostrarnos a mí y a mis hermanos distintos grupos, movimientos o corrientes de espiritualidad, pues estaba convencida de que en alguno de ellos encontraríamos nuestro camino. Además, yo sentía que la Virgen me impulsaba muy fuerte a conocer a Dios Padre, a Dios Hijo y ahora me acercaba a Dios Espíritu Santo… Salí chorreando de aquella piscina a conocer el grupo y allí estaba mi futuro marido tocando la guitarra… Nos hicimos muy amigos.

Al hacernos novios al cabo de un año él se implicó en mi voluntariado y en un grupo de jóvenes de Schoenstatt, y yo en el grupo de oración carismático de los martes y en el coro de su parroquia. La devoción mariana y la excelente formación de Schoenstatt casaba a la perfección con la profundidad y la riqueza de oración de la Renovación Carismática. Así que en el terreno personal FFII no nos aportó gran cosa que no conociéramos ya, pues ambos teníamos bastante formación y muchas experiencias de fe y de dejar obrar al Espíritu Santo en nuestras vidas.Acudimos juntos de novios y de casados a ese grupo carismático que nos unió durante muchos años y fuimos a todas las Asambleas Nacionales. Pero en una familia ocurre que cuando empiezan a llegar los niños, con la conciliación de la vida laboral y los hijos ya no te queda tiempo para más, con los niños pequeños nos era imposible acudir al grupo los martes a las 20.00… Era la hora de la vuelta del trabajo, de los baños y cenas, etc. Dejamos de acudir a ese grupo de oración carismática. A las 20.00 yo salía de impartir clases en la universidad y Fernando bañaba a los niños mientras yo conducía a toda prisa por la autopista para llegar a hacer la cena, cenar juntos y acostarnos agotados. Así es la vida con 3 niños pequeños, es muy absorbente y agotadora, no te queda tiempo para ti. Yo tenía además dos trabajos, así que abandonamos ese grupo semanal sintiendo que traicionábamos nuestras raíces y nuestra historia, pues allí nos unió Dios.

Como sentíamos que nos faltaba la oración comunitaria, aunque hacíamos oración los Domingos en misa, nos apuntamos a un grupo de matrimonios los viernes por la tarde pero íbamos agotados y no nos gustaba dejar a los niños en casa gastando un dinero que no teníamos en una chica que los dejaba a su aire con la Play Station y nosotros mientras tanto viviendo nuestra fe de manera aparte… Sentíamos que debíamos integrarlos, que debíamos hacer algo con ellos, juntos como familia, pues nos preocupaba su formación religiosa y en valores. Desde un principio buscábamos que no tuvieran uno sino varios ambientes sanos donde crecer y desarrollarse, pues luego nunca sabe uno en cuál de ellos deciden quedarse. Así que igual que mis padres hicieron conmigo los llevamos a conocer Schoenstatt, los Focolares, la parroquia (somos del coro desde hace 30 años), todas las Asambleas carismáticas y la Pastoral del colegio. Se implicaron en numerosos ambientes muy sanos y muy buenos. Pero siempre eran ellos por un lado y nosotros por otro. Hasta que mi cuñada Pilar llegó un verano emocionada de un Encuentro en Galicia, y nos dijo que había visto a los padres orar junto con los hijos y hacer actividades juntos, y que le había gustado mucho. Y me preguntó si queríamos hacer lo mismo con ellos en Madrid: formar un grupo de oración y formación en familia un sábado al mes. Nos pareció que era justo lo que buscábamos, ¡esa era nuestra inquietud! Además, en un formato estupendo, que no estresa ni altera la vida familiar, una tarde de sábado al mes, era justo lo que sentíamos que debíamos hacer, integrar a nuestros hijos, trasmitirles la fe, así que empezamos con mis cuñados ese grupo de Familias Invencibles (FFII). Éramos solo 3 familias…

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En ese grupo mensual de FFII de Madrid mis hijos han crecido, han tenido experiencias de oración, de fe, de reflexión, de profundización en la fe, una fe viva, donde ven a unos niños, jóvenes y adolescentes que oran, a unos padres que vibran con la oración… Donde hemos vivido tanto y hemos visto el efecto tan bueno en nuestros hijos. Ellos nunca nos han dicho, por ejemplo, que no querían ya ir a misa… como les ocurre a tantas familias, porque hemos tenido la suerte de tener este grupo de FFII y también un excelente párroco que les deja meter todo tipo de instrumentos en la iglesia y mis hijos tocan la batería y la guitarra eléctrica en una iglesia llena de jóvenes.

 Nuestros hijos tenían, por tanto, sus grupos de Schoenstatt quincenales con chavales de su edad, el grupo de FFII de oración en familia un sábado al mes y además ayudábamos en la parroquia con el coro. En FFII trabajábamos la oración espontánea de padres e hijos y también los valores cristianos y temas de fe; por ejemplo, explicar las Bienaventuranzas, el perdón, la alegría cristiana, la oración, etc. Mis hijos han crecido ahí y le deben tanto a este grupo de FFII de Madrid. El grupo creció mucho, ahora lo integran muchas familias.

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