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Venezuela y el llanto de Dios

por Pbro. Eduardo Acosta

El pasado 6 de octubre se celebraron 17 años de la Canonización de San Josemaria. Fue en la Plaza de San Pedro, abarrotada  de fieles. La providencia de Dios ha querido que las lecturas de ese XXVII Domingo de tiempo ordinario me sirvan para unas reflexiones que quería compartir.

 “¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches? ¿Gritaré a Ti: «¡Violencia!», sin que me salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad, y contemplar la fatiga? Pues ante mí están la desolación y la violencia, surgen contiendas y se promueven riñas. Por eso, se relaja la Ley y no triunfa el derecho. El impío oprime al justo, por eso triunfa el juicio torcido”  El Señor me respondió diciendo: —Escribe la visión, grábala clara en tablillas, para que pueda leerse de corrido. 3Porque la visión aguarda su tiempo, aspira a su fin, pero no defrauda; si se demora, espérala, pues de cierto llegará sin falta. Se derrumbará el que no tiene alma recta, pero el justo vivirá por su fidelidad” (Habacuc, 1,1-4;2,1-3).

Dios, el profeta y los venezolanos

Esta conversación entre el profeta y Dios, para nosotros los venezolanos tiene una gran significación. Las podemos asumir como propias. Como el profeta le decimos ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que me escuches? Como al profeta el Señor nos responde con las palabras antes citadas.

Pareciera que nos dijera: tranquilos, sigan pidiendo. Todo tiene su tiempo.  «Si se demora, espérala, pues de cierto llegara sin falta». Ayer haciendo la oración ante Jesús Sacramentado, le decía al Señor, como en otras oportunidades: ¿hasta cuándo vas a permitir esta diabolería, esta barbarie? Los venezolanos estamos sufriendo la maldad de unos pocos. Hay mucha gente llorando.

El Señor me hizo ver que también él está llorando. Me recordó cómo él lloró al mirar a Jerusalén desde lo alto del Monte de los Olivos, unos días antes de su Pasión y muerte en la Cruz, al ver la incredulidad de la gente. Me decía: “Amé a mi pueblo. Les hice muchos milagros. Les enseñé el camino para llegar a la Casa del Padre. Pero no quisieron escucharme. Se cumplió lo que el anciano Simeon le dijo a mí madre María: Este hijo será como un signo de contradicción y a ti, una espada te atravesará el corazón”.

Camino y Forja

Recuerda, Padre, que esta mañana me hablaste con dos puntos, uno de Camino y el otro de Forja, libros de tu Fundador. Efectivamente así fue. Se los comunico. Los publiqué en Twitter.

“Fe, alegría, optimismo. Pero no la sandez de cerrar los ojos a la realidad. Camino, 40.

Son tres cosas. Los hijos de Dios tenemos fe, alegría y optimismo. No tenemos miedo a nada, ni a nadie. Estamos siempre contentos y nunca nos desaniman las dificultades, ni perdemos la esperanza.

Por eso tenemos el corazón en el Cielo. Pero vivimos en la realidad: con los pies en la tierra. El camino para la felicidad siempre pasara por la Cruz, por el sufrimiento, por las persecuciones, por las injusticias. Aquí conmigo hay montones de venezolanos, hombres y mujeres, que han sabido llevar con alegría las contradicciones que han sufrido. Me duelen las injusticias. También a Santa María. Pero estamos con ustedes. Son la Tierra de Gracia, la nación del Santísimo Sacramento y yo los quiero especialísimamente porque son profundamente marianos.

El otro punto es de Forja

“Dios mío, enséñame a amar!  ¡Dios mío, enséñame a orar!” (N°. 6)

Muy a propósito para este momento. A pesar de esa barbarie que estamos sufriendo: hay que amar. Ojalá, con la ayuda de Dios, podamos hacerlo con un corazón a la medida del Corazón de Cristo.

Estamos todos muy justos, y a veces escasos, de alimentos, de medicinas, de luz, de agua. Y pareciera que es a propósito, planificado. No necesitamos un ayuno corporal, ya lo vivimos. Pero sí podemos hacer un ayuno espiritual. Por ejemplo hacer la vida agradable en nuestros hogares. Transmitir serenidad. No hablar mal de nadie. Tampoco de los que están haciendo tanto daño.

Y recemos más. Clamemos a Dios para que envíe su gracia a todos. Para que nos convirtamos. Solo así nos podremos reconciliar. Y, aunque nos resulte pesado, aunque sea un avemaría por esa gente malvada.

El evangelio de hoy nos viene como anillo al dedo. «Los apóstoles le dijeron al Señor. ¡Auméntanos la fe¡ “Respondió  el Señor: —Si tuvieran fe como un grano de mostaza, dirían a esta morera: arráncate y plántate en el mar, y les obedecería.”

San Josemaria nos decía a sus hijos ante esta petición de los apóstoles. Señor dame una fe forra que se pueda cortar.

Vamos a pedirle al Señor lo mismo. Estemos seguros de que es así. La fe mueve lo que parece imposible. Dios está con nosotros. No dudemos. Esta calamidad se acabara.

Que la Virgen nos de fe, alegría, optimismo, esperanza. Estoy convencido que vienen cosas grandes. No hay nadie en el mundo como la mayoría de los venezolanos. Son unos pocos los que están maltratándonos.

Si podemos decirle a Dios. ¿No te parece que ya cumplimos la penitencia? Él cuenta con nosotros para que de verdad esta Venezuela, sea la Tierra de Gracia. Le vamos a echar pichón contigo.

Dios nos bendiga a todos.

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1 comentario

Maria noviembre 25, 2019 - 6:49 pm

Que así sea. Hermanos en Cristo?

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