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Citas con La Biblia (VI)

por Carlos L. Rodriguez Zía

A días de celebrar la  Navidad y mientras recorremos las primeras semanas del nuevo Año Litúrgico (Ciclo A, Evangelio de San Mateo) invitamos, una vez más, a los lectores de Misioneros Digitales Católicos  a la lectura y meditación de un puñado de versículos de las Sagradas Escrituras.

Como lo ha señalado el Papa Francisco, en  el cursillo de preparación al bautismo que  se da en mi parroquia, les hablamos a los padres y padrinos de un Dios que no se cansa de perdonarnos. En esto, todos declaramos estar de acuerdo. Lo llamativo es que cuando preguntamos si es más difícil perdonar o pedir perdón, las apreciaciones se dividen. Este mes, el 24 a la noche, o el 25 a lo largo del día, el Dios hecho hombre, un bebe indefenso, nos volverá a convocar en torno a la mesa, eucarística o familiar. Es posible que en esa mesa haya alguien al que tenga que pedirle perdón o al que tenga que perdonar. El invitar a reflexionar sobre eso es la sencilla intención de los siguientes versículos seleccionados de La Palabra viva y eterna.

«Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor». Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado”.

Jeremías 31, 34.

“No se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas”.

Isaías 43, 18.

“Mi amargura se cambió en bienestar: tú has preservado mi vida de la fosa del aniquilamiento, porque has arrojado detrás de tus espaldas todos mis pecados”.

Isaías 38, 17.

“Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.

Mateo 5, 23-24.

“Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?”

Eclesiástico 28, 3.

“Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación”.

Segunda Carta a los Corintios 5, 18.

“Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo mismo”

Carta a los Colosenses 3, 13.

Lo que me impacta de la cita del profeta Jeremías son las últimas palabras que dicen que Dios no se acordará más de nuestro pecado. ¡Qué distintos somos! Pero lejos de atormentarnos con esa debilidad, con esa tendencia a recordar con milimétrico detalle la más mínima ofensa que nos hayan hecho, deberíamos sonreír y animarnos a seguir el ejemplo. Pues, como lo dice Isaías, si no reavivo el pasado al ver a ese familiar o amigo en la Nochebuena o en Navidad, es muy probable que ese momento se transforme en paz y que el Niño Dios verdaderamente nazca en mí. Porque además ese niño, cuando se haga hombre, por amor a mí y a mis hermanos, se va a echar a su espalda todas nuestras culpas. Pero Dios no sólo nos dice que se puede perdonar o pedir perdón, sino que nos muestra con el nacimiento de Jesús que va al encuentro del hermano, va a propiciar ese espacio de reconciliación. Sino, en medio del brindis eucarístico o el repicar de las copas de champagne, será difícil vivir en plenitud la maravilla del Dios hecho hombre, en un pesebre, en la pequeña ciudad de Belén.

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