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¿Somos conscientes de la presencia del Espíritu Santo?

por Card. Rubén Salazar Gómez
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El Domingo pasado empezábamos el tiempo ordinario en la liturgia con la fiesta del bautismo del Señor, ahora empezamos Domingo tras Domingo a contemplar a cristo nuestro Señor que ejerce su ministerio, ese ministerio que empezó recibiendo el bautismo de Juan, escuchemos con mucha atención:

Evangelio según san Juan 1, 29 -34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo». Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel». 

y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma,  y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo». y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios». 

Palabra del Señor.

Transcripción de La Voz del Pastor del 19 de enero de 2020

En el Evangelio de hoy Juan el Bautista vuelve a señalar a Jesús, y lo señala precisamente como aquel sobre el cual baja el Espíritu de Dios, yo quiero que nos preguntemos nosotros discípulos misioneros del señor Jesucristo, ¿hasta donde somos conscientes de la presencia del espíritu santo en nosotros?.

 La primera pregunta sería ¿quién es el Espíritu Santo? porque a veces como que no tenemos muy claro ese principio fundamental de nuestra fe el que creemos en un solo Dios que es padre hijo y Espíritu Santo y cuando nos hacemos la señal de la cruz, decimos en el nombre del padre y del hijo y del Espíritu Santo, la explicación sin entrar en honduras teológicas y tratando de ser lo más simple posible, es que como dice el papa San Juan Pablo Segundo, en el misterio mismo de su ser Dios no es soledad, sino que es comunión, y esa comunión se expresa en que Dios es padre que engendra un hijo que es su palabra, y que el amor del padre y del hijo nace del espíritu que es la vida que vivifica.

 Dios padre nos envió a su hijo Jesucristo, nosotros conocemos el rostro de cristo Jesús de Nazaret, y cristo nuestro Señor muriendo y resucitando por nosotros derramó sobre nosotros el Espíritu Santo, que es Dios mismo amor, misericordia, luz, vida que viene a cada uno de nosotros, el Espíritu santo es Dios que habita en nosotros, es Dios que transforma nuestra existencia, es Dios que vivifica el cuerpo de Cristo que en la Iglesia, es Dios que da luz y fuerza al mundo entero, ese es el Espíritu Santo.

 Por eso nosotros al orar todos los días, tenemos que pedirle al Señor que nos dé su espíritu, es decir que nosotros abramos plenamente nuestro corazón a Dios escuchando su palabra viviendo íntimamente nuestra unión con él, para que podamos en todas las circunstancias nuestra existencia, ser iluminados y vivificados por esa presencia salvadora de dios en nuestro corazón, y en el mundo en que vivimos y pedir el espíritu santo significa que nosotros reconocemos que como seres humanos.

 Somos débiles frágiles somos pecadores y que necesitamos de la presencia transformadora de dios en nuestra vida y esto es lo que Dios realiza en nosotros dándonos su espíritu.

 Pidámosle al Señor que nosotros podamos comprender en nuestra vida diaria lo que significa el espíritu, como luz, como fuerza, que nosotros podamos vivir siempre animados por el espíritu, San Pablo hace una contraposición entre el Espíritu y la carne, entendiendo por carne precisamente toda nuestra condición humana, no sólo de debilidad y fragilidad sino también de condición de pecadores, y entendiendo por el Espíritu toda la acción salvadora y vivificadora de Dios en nosotros, que nosotros seamos capaces entonces de permitir que nuestra carne decir toda nuestra condición humana, se llene totalmente de ese Espíritu de Dios, para que teniendo en nosotros la vida misma de Dios, podamos ser portadores para de amor y de paz, pidamos al Señor su Espíritu Santo.

La bendición de Dios todopoderoso Padre Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre, amén.

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