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Citas con La Biblia (IX)

por Carlos L. Rodriguez Zía

Hoy es Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma, tiempo de preparación para La Pascua. Un tiempo en el que entre otras cosas se nos invita a purificarnos, para así poder vivir en plenitud la resurrección de nuestro señor Jesucristo. Y en pos de ese objetivo, recorremos algunos pasajes de La Biblia.

En su primera acepción, el diccionario dice que la palabra purificar se refiere a algo, “quitarle lo que es extraño, volviéndolo a su estado original”. Desde los días de Adán y Eva, eso extraño que tenemos es el Pecado Original y el volver a nuestro estado natural es alcanzar la santidad, a la que, como nos recuerda el Papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et  Exsultate, todos estamos llamados. La Cuaresma, que hoy iniciamos con el Miércoles de Ceniza, es ese tiempo que Dios nos regala para que meditemos y nos limpiemos de lo que no nos hace bien. Posiblemente –al menos seguro en mi caso-  tras este andar de cuarenta días no alcanzaremos a la santidad; pero nos sentiremos mejor, más cerca de Dios. Para ayudar en ese caminar hemos seleccionados estos siete versículos de La Biblia.

“Si cruzas por las aguas, yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; si caminas por el fuego, no te quemarás, y las llamas no te abrasarán.”

Isaías 43, 2.

“Pero el Señor le dijo: ¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia.”

Lucas 11, 39.

“Más aún, nos gloriamos hasta de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia.”

Carta a los Romanos 5, 3.

“Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella/  Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Explícanos esta parábola». Jesús le respondió: ¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender?  ¿No saben que lo que entra por la boca pasa al vientre y se elimina en lugares retirados?  En cambio, lo que sale de la boca procede del corazón, y eso es lo que mancha al hombre. Del corazón proceden las malas intenciones, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las difamaciones. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre, no el comer sin haberse lavado las manos.»

Evangelio según  San Mateo 15, 11.15-20.

» Porque cada uno será salado por el fuego.  La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros.»

Evangelio según San Marcos 9, 49-50.

“Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.”

Carta de Santiago 1,2-4.

“Feliz el hombre que soporta la prueba, porque después de haberla superado, recibirá la corona de Vida que el Señor prometió a los que lo aman.”

Carta de Santiago 1, 12.

Como nos lo señala el profeta Isaías, debemos tener bien presente que en el peregrinar por nuestro desierto personal no estamos solos, contamos con la compañía de Dios. Que, como Jesús con sus discípulos, es paciente y nos explica una y otra vez lo obvio. O mejor, nos perdona ante cada caída o nos espera cuando ve que preferimos distraernos con otros dioses. También es importante recordar, como lo dice San Pablo en su Carta a los Romanos o el apóstol Santiago, que esas pruebas que atravesamos, esas dificultades que afrontamos en nuestras vidas, sin tener en cuenta si cantamos victoria o no, nos fortalecen, nos hacen pacientes; o mejor dicho, humildes, pues nos damos cuenta de que sin Dios no podemos. Y que lo importante es que esté limpio nuestro corazón. Porque como bien lo dicen los evangelistas Lucas y Mateo, de nada servirá asistir todos los días a misa durante la Cuaresma, hacer ayuno, dar limosna, rezar y rezar, no perderme ninguna celebración de la Semana Santa, si en mi corazón albergo una mínima pizca de rencor hacia alguno de mis hermanos. Sí, es cierto. La vara que Dios nos propone es muy alta. Pero la recompensa es mayor.

 

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