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¿Cuál es el alcance de nuestra Responsabilidad Original? – (tercera parte)

por William Orbaugh
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¿Ha de llevar acaso a todo el mundo sobre sus hombros y ser responsable por el bienestar de cada persona y ecosistema?

Le propongo algo: salve al mundo una persona a la vez, empezando por una con la que usted se comprometerá a que reciba lo necesario (alimento y descanso suficiente, ejercicio, afecto e instrucción); no permita que la maltraten y evítele del daño del sobrepeso, cigarrillos, drogas y exceso de alcohol.

Le propongo que esa persona sea usted. Que cuide y se haga responsable de usted mismo. Empecemos por ahí y así practica cómo hacerlo, para poder ilustrar y ayudar eficazmente a alguien más después.

Y que así como se protege a si mismo, sea consciente de las consecuencias de sus acciones y no se descuide. Y es que, aunque hay sociópatas y personas perversas, la gran mayoría de los que han maltratado y abusado, desechado residuos contaminantes, robado y hasta matado, no son monstruos maquinando todo el día como hacer el mal, sino personas comunes en general, salvo por “esa vez” que no pensaron, que se dejaron llevar o se cegaron. Cualquiera de nosotros podría llegar a hacer algo muy lamentable, si perdemos la cabeza en el momento crítico.

Es más difícil y complejo ayudarse a sí mismo que a alguien más (por esos mecanismos autodestructivos que nos boicotean), pero es fundamental: la primera condición para aportar a la solución de un problema, es dejar de aportar al problema mismo. Si queremos ser parte de la solución, empecemos por dejar de ser parte del problema.

¿Se imagina si cada uno exitosamente se hiciera responsable de sus acciones y bienestar? Claro, no todos pueden: niños muy pequeños, ancianos muy mayores o personas con limitaciones. Por ello, su responsabilidad ha de ser concéntrica: en el centro usted, luego sus hijos y padres, familia, conocidos, etc. Su hijo a su vez, el mismo patrón: en el centro él y luego usted y demás. Así surge una reciprocidad, creando una red donde cada uno es un sol irradiando calor a los demás, en una galaxia de fraternidad y fe, en busca de la felicidad como fin último de la humanidad. Y es que hasta las personas en extrema pobreza deben aprender a asumir esa responsabilidad concéntrica, como eje de todo plan de ayuda que los saque de esa condición, o sólo se estará limpiando una llaga, pero sin hacer nada para cerrarla y sanarla.

 

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