«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (cfr. Juan 4, 5-42)
Creo que, de un modo u otro, todos sabemos a qué «sabe» el mundo: sabe a una alegría que no sacia el gozo que anhela nuestro corazón. Sabe a un conocimiento que no sacia la sed de infinito que tenemos. Sabe a un amor que no puede colmar nuestro corazón, por más que nos aferremos a él. Sabe…
Estoy segura de que puedes añadir muchos «sabe a…» a la lista. Muchos. Pero, ¿sabes a qué sabe el Amor de Dios?
¿Lo has experimentado? ¿Lo has probado?
Si tu respuesta es «no»… escucha la invitación que hoy nos hace nuestro Dios que se abaja a mendigar que su criatura (tú y yo) se deje saciar por su Amor… y que mendiga Él también ser saciado por nuestro amor…
Si tu respuesta es «sí»… ojalá brote con fuerza, empapando a los cercanos, «calándoles hasta los huesos» del Amor de Dios que reposa en lo más profundo… y que salta hasta la vida eterna…
Para mí el Amor de Dios sabe a infinita Misericordia, infinita paciencia, ternura, suavidad, dulzura, mirada silenciosa… a tantas y tantas cosas…
Y a ti, ¿a qué te sabe el Amor de Dios?
Canción: Tengo sed de Ti
Autora: Hmna. Glenda
Para más artículos como este: poverella.blogspot.com