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Juan 8,1-11

por Pbro. Luis A. Zazano
Juan 8, 1-11

Evangelio según San Juan 8,1-11.

Jesús fue al monte de los Olivos.
Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos,
dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí,
e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».

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l Padre Luis Zazano

Yo tampoco te condeno

1) En medio de todos: cuántas veces vos y yo nos ponemos con el dedo acusador. Eso de estar juzgando el actuar de otros, como que si vos no tuvieras debilidades o errores. Cuántos hoy nos creemos más santos que otros y, en el fondo, la única diferencia es que ese otro tiene pecado que se hizo público o se ve, y capaz que el tuyo no se ve o aún no se descubrió. No pongas en el medio a nadie, no señales con un dedo porque hay tres que te apuntalan a ti.

2) Empezó a escribir en el suelo: San Agustín, comentando este Evangelio, dirá que Jesús estaba escribiendo los pecados de los que querían apedrearla, como diciendo «¿vos la querés apedrear que tenés este pecado?». Es por ello que hoy, en este último tramo de Cuaresma, la mayor grandeza es que dejes de lado ese juzgar a los demás y esa actitud aduanera de andar diciendo quién sí y quién no.

3) No te condeno: esta mujer quedó sorprendida por el actuar de Jesús. Cuántos de nosotros, me pongo como cura, hemos actuado al revés, hemos apedreado con nuestra actitud o palabras. No hemos sido una Iglesia que sea ese hospital de campaña que acoge al herido y lo cura. Hemos pasado a ser como un club donde poníamos condiciones para que entren. Hoy seamos una Iglesia que abrace y sane, que levante a ese hermano o hermana caídos y sepa mirar a los ojos, dando y devolviendo eso tan hermoso que nos dio Dios, que es la dignidad.


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1 comentario

María Elena Robledo marzo 30, 2020 - 1:26 pm

Padre No puedes haber sido más acertado con tu reflexión de hoy. Es una lucha muy grande poder hacerle ver a las personas q estamos en la Iglesia no para juzgar sino p acoger y ser signos vivientes del amor misericordioso de Dios.

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