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EN LA BARCA

por J.R. Arévalo
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En la barca vamos todos, en ella cabemos todos. En la barca pasan muchas cosas, en ella podemos ver reflejadas todas las situaciones de nuestras vidas. 

Desde la barca habló el Señor a la gente, esparciendo su buena nueva (Lc. 5:3).

En la barca a veces hay escasez y a veces hay abundancia (Lc.5: 5-7), a veces pasamos hambre y otras veces comemos hasta saciarnos.

En la barca podemos aprender a trabajar duro incluso cuando no podamos ver resultados y aún más cuando fracasamos. En la barca también aprendemos a ser obedientes, “Guía adelante, hacia lo profundo, y echa las redes» dijo el maestro. “Toda la noche estuvimos bregando y no pescamos nada, pero, sobre tu palabra, echaré las redes» respondía aquel impulsivo galileo.  (Lc.5: 4-5)

Desde la barca nos lanzamos al agua, Pedro lo hizo dos veces y las dos se hundió. La primera por falta de fe (Mt. 14:30), la segunda por vergüenza de su desnudez al enterarse que estaba en presencia del maestro (Jn. 21:7). El Señor siempre amoroso fue a su encuentro para animarlo.

En la barca pasan muchas cosas, vivimos serenidad y vivimos tormenta, pero en esa barca nunca estamos solos, nos tenemos unos a otros y aprendemos a ayudarnos (Lc. 5: 7).

En la barca presenciamos milagros como aquel cuando el Señor reprendió a los vientos y maravillados los discípulos preguntaban ¿Quién es Éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?» (Mt. 8: 27). Esta también aquel otro milagro que no sucedió una sino dos veces (Lc. 5: 5-7 y Jn. 21: 6).

En la barca duerme el Maestro y a pesar de navegar a nuestro lado, su silencio es ensordecedor, pareciera que no está ahí. En nuestras tribulaciones nos parece que no podemos despertarle a pesar de gritar con insistencia; pero luego se levanta y alegres vemos al Dios que nos trae la salvación, aquel que nos enseña, nos guía, nos levanta y que a veces también nos reprende nuestras faltas de fe (Jn. 21: 7).

La barca tiene más de dos mil años, en ella vamos todos y cabemos todos. La barca no se hundirá nunca y “las puertas del abismo no prevalecerán contra ella” (Mt. 16: 18).

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