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Tiempo de amistad

por Pbro Javier Palos Peñarroya
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El mismo nombre de ‘distancia de seguridad’ supone ver al otro como un peligro potencial que ha de ser alejado

Existe otra pandemia en los países ricos: la soledad. El tamaño de los hogares disminuye, aumentan los formados por una sola persona, el alargamiento de la esperanza de vida favorece que muchas personas mayores solas necesiten asistencia, mientras el descenso del número de hijos dificulta la atención de los padres mayores. Se observa un debilitamiento de las redes de apoyo no familiares, en muchos inmuebles el vecindario es una amalgama de desconocidos. No es tanto cuestión de recursos como de pobreza de conexiones sociales, se confía al Estado cubrir las necesidades básicas del individuo. Hay un problema de aislamiento social.

El confinamiento que hemos padecido y la insistencia en mantener la distancia social van a acentuar esta epidemia de soledad. Al mismo tiempo, la emergencia ha mostrado también ejemplos de solidaridad, como la del que hace la compra para el vecino anciano. 

Las medidas de los gobiernos dan por supuesto que ahora la salud exige mantenerse a distancia del otro: restringir fronteras, reestructurar el espacio público para crear distancias entre las personas… La mascarilla dificulta la empatía visual con el próximo, distanciado como fuente de contagio, las colas se implantan para evitar grupos. Parece como si el ideal fuera mantenerse dentro de la burbuja de dos metros. El mismo nombre de ‘distancia de seguridad’ supone ver al otro como un peligro potencial que ha de ser alejado.

Es verdad que el distanciamiento social se presenta como transitorio; pero hay un mensaje subliminal de que como el peligro a nuevos contagios persiste, algunas normas de separación van a quedar. Hoy, 26 de junio, celebramos un nuevo aniversario del fallecimiento de S. Josemaría. Cuando nos encontramos ante una encrucijada, a muchos nos ayuda pensar: ¿cómo reaccionarían los santos, y en concreto S. Josemaría?

Para S. Josemaría uno de los valores humanos más nobles es la amistad, el remedio ante el distanciamiento. Pienso que no me equivoco si digo que S. Josemaría nos diría ahora: hay que fomentar la amistad, el diálogo, el trato persona a persona, de la forma que sea. 

Se habla de que después del coronavirus el mundo no será igual. Personalmente desearía que saliera un mundo más solidario, más humano. La amistad tiene que ver con estos dos aspectos. Querría destacar alguna característica de cómo concebía S. Josemaría la amistad.

Es un sentimiento que nace de forma espontánea, pero requiere ser cultivado con el trato y dedicando tiempo. El tiempo que ofrecemos a nuestros amigos está muy bien empleado, nos enriquece a todos: «La amistad no es una relación fugaz o pasajera, sino estable, firme, fiel, que madura con el paso del tiempo. Es una relación de afecto que nos hace sentir unidos, y al mismo tiempo es un amor generoso, que nos lleva a buscar el bien del amigo», dice el Papa Francisco.

Me detengo en este último aspecto: desear el bien del amigo. A veces nos quejamos porque no somos correspondidos o no obtenemos lo que pensábamos recibir; seríamos mucho más felices si persiguiéramos el bien de nuestros amigos y no una amistad interesada.

En su carta pastoral de 1.XI.19, Mons. Fernando Ocáriz glosa estas ideas: «La amistad cristiana no excluye a nadie, ha de estar intencionalmente abierta a toda persona, con corazón grande. Los fariseos criticaron a Jesucristo, como si ser amigo de publicanos y pecadores (Mt 11,19) fuera algo malo. Nosotros, procurando imitar al Señor, tampoco ‘excluimos a nadie, no apartamos a ningún alma de nuestro amor en Jesucristo. Por eso habréis de cultivar una amistad firme, leal, sincera -es decir, cristiana- con todos vuestros compañeros de profesión: más aún, con todos los hombres, cualesquiera que sean sus circunstancias personales’ (San Josemaría)». 

En una ocasión, S. Josemaría recibió en su casa a un conocido personaje que, antes de iniciar la conversación, éste le dijo que tenía un pensamiento diametralmente opuesto al suyo. S. Josemaría le dio un enorme abrazo mientras le susurraba, «pero los dos somos hijos de Dios y podemos dialogar».

«Para S. Josemaría, la amistad tiene un indudable valor social. pues contribuye a la armonía entre los miembros de las familias y a la creación de ambientes sociales más dignos de la persona. ‘Por vocación divina -nos escribe- vivís en medio del mundo, compartiendo con los demás hombres -iguales a vosotros- alegrías y sinsabores, esfuerzos e ilusiones, afanes y aventuras. (…) a eso nos mueve nuestro espíritu, en convivir con todos, en relacionaros con todos, para contribuir a crear un ambiente de paz y de amistad’».

En conclusión, diría nuestro santo, el distanciamiento social motivado por unas medidas sanitarias obligadas, puede superarse con creces si todos recuperamos el sentido de la verdadera amistad.

Fuente: www.diariosur.es

Autor: Padre Javier Palos Peñarroya – Vicario de la delegación de la Prelatura del Opus Dei en Granada, España.

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