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La Biblia y El Quijote

por Egberto Bermúdez
El Quijote

El Quijote es una obra polifónica que integra e incorpora múltiples voces. Al leerla, cada lector juega un papel similar al director de orquesta que revive la partitura al interpretar la música.

Antes de escribir su novela sinfónica, Cervantes fue un ávido, asiduo y crítico lector de casi toda la literatura anterior al él. En sus obras abunda la evidencia de su pasión por la lectura. Incorpora a sus escritos, aunque a veces de forma paródica, casi todos los géneros literarios populares en su tiempo. El Quijote, prodigiosa síntesis de estos géneros, los asimila y trasciende de manera magistral y originalísima.

Además de incorporar lecturas literarias, también, Cervantes asimila toda una riquísima cultura religiosa que pone en labio de sus personajes, la cual no es fruto de especiales estudios teológicos, sino de lo que aprendió en su juventud, de lo que oyó de los predicadores eclesiásticos y de su asidua lectura de libros espirituales [1].

Autores

En el Quijote se mencionan una serie de autores a los que probablemente leyó, entre los que se encuentran, el agustino Cristóbal de Fonseca (Tratado del amor de Dios, Salamanca 1592), el dominico Felipe de Meneses (Luz del alma, Valladolid 1554), Francisco de Osuna y Santa Teresa de Avila, cuyas obras se publicaron en 1588 bajo la tutela de fray Luis de León [2].

Por añadidura, en sus obras, Cervantes demuestra un amplio conocimiento de la Biblia. Para Salvador Muñoz Iglesias: “Las referencias bíblicas del Quijote [3] pasan de 80” [4]. Para la profesora Ruth Fine, la cifra es aún mayor, pues ha podido comprobar que sólo las referencias veterotestamentarias son unas trescientas [5].

Referencias bíblicas

Existen principalmente cuatro tipos de referencias bíblicas en el Quijote. Primero, las citas textuales, casi siempre en castellano, aunque unas cinco veces en latín, directamente de la Vulgata. Por ejemplo, cuando don Quijote arenga a los del pueblo del rebuzno para que no se peleen dice: “Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo mentir, siendo legislador nuestro dijo que su yugo era suave y su carga liviana, y así no nos había de mandar cosa que fuera imposible de cumplirla, la cita en cursiva viene de Mateo 11, 30.

Segundo, las alusiones, por ejemplo, en la primera salida refiere Cervantes que: “…vio[don Quijote]…una venta, que fue como si viera una estrella, que no a los portales, sino a los alcázares de su redención lo encaminaba” (I, 2; 36). Se alude a la estrella de los Magos (Mateo 2, 1-12).

Tercero, las perífrasis, Cervantes pone en boca de don Quijote verdaderas perífrasis o comentarios de algún texto bíblico; por ejemplo, la perífrasis del contenido de Mateo 7,3: “…sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio ancho y espacioso, y sé que sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin” (II, 6; 593).  Cuarto, la simple mención de personajes bíblicos como Goliat, Sansón, Judas, Barrabás, la Virgen, Jesucristo, San Pablo, etc.

Variedad de procedencia

Además de la cantidad de referencias bíblicas en el Quijote, es impresionante la variedad de procedencia de las mismas, un poco más de la mitad del Antiguo Testamento y las demás del Nuevo. Entre las veterotestamentarias las hay de los libros históricos, de los sapienciales y unas pocas de los proféticos. Entre las neotestamentarias, la mayoría viene de los Evangelios, pero también otras del Libro de los Hechos de los Apóstoles y de las Epístolas. Es importantes subrayar que hay referencias procedentes de libros deuterocanónicos (Tobías, Judit, Baruc, partes de Ester y Daniel, Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría, Epístola de Santiago) que no admitían los protestantes [6].

En una ocasión, cuando don Quijote hace la apología de los libros de caballerías ante un canónigo comenta: “el agradecimiento que solo consiste en deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obra” (I, 50; 512). La cita en cursiva es clara referencia a la Epístola de Santiago 2, 26: “La fe, si no tiene obras, está realmente muerta” [7]. Por todo lo expresado anteriormente, resulta acertado el comentario de Ruth Fine: “Aun admitiéndose la posibilidad de que Cervantes conociera y empleara versiones romanceadas de la Biblia, en sus reescrituras bíblicas no evidencia pronunciadas divergencias respecto del canon católico”.

La Vulgata

Y luego comenta: “Ofreceré…ejemplos puntuales…que corroborarán la utilización por parte de Cervantes de la Vulgata tridentina o de una versión cercana a ella” (p.39). Es decir, para esta investigadora es innegable que el escritor tenía acceso directo a una versión de la Vulgata en latín. Más todavía, si bien es cierto que Cervantes no cita la Biblia con la precisión de un exégeta y que probablemente no escribía con un ejemplar de la Vulgata al lado y que más bien acomoda las referencias bíblicas a las situaciones y personajes de su novela de manera creativa, como un guante a la mano.

Sin embargo, existe un momento, como es el de la inclusión de la novela de El curioso impertinente en la primera parte del Quijote, que representa, según Ruth Fine: “Un período de inmersión e interés escriturístico singular en el autor; los presentes capítulos evidencian, en mi opinión, un contacto directo con el texto bíblico. Finalmente, en esta novela interpolada se corrobora la amalgama de ambos testamentos” (p.222).

Conocimiento bíblico

En resumen, es impresionante la amplitud del conocimiento bíblico de un escritor profano como Cervantes, como lo demuestran tanto la abundancia de referencias a la Biblia como la variedad de la procedencia de las mismas, dentro del canon bíblico, en el Quijote. Conocimiento que proviene tanto de la predicación eclesiástica como de lecturas espirituales como de la lectura directa de la Biblia en alguna versión de la Vulgata tridentina u otra cercana a ella.

Finalmente, una vez más, Cervantes prueba ser un laico con una formación religiosa sólida (más que lo normal) y, además, coherente con la vivencia religiosa del propio escritor. Su fe anima su obra desde dentro y produce, con naturalidad, y no como algo superpuesto, un desbordamiento de su vida interior.

Bibliografía

[1] Salvador Muñoz Iglesias, Lo Religioso en ‘El Quijote’. Toledo: Estudio Teológico de San Ildefonso, 1989, p. 23.[2] Muñoz Iglesias, p.23 y p.327; Ruth Fine, Reescrituras Bíblicas Cervantinas. Madrid: Iberoamericana, 2014, p.35. [3] Para todas las citas se va a usar Don Quijote de la Mancha. Ed. Francisco Rico.      Madrid: Alfaguara, 2005.                                                           

[4] Muñoz Iglesias, p.45. [5] Ruth Fine, p.196. [6] Muñoz Iglesias, p.67. [7] Ibidem, p.67.

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