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«Alguien que me quiere tal como soy»

por Pbro. Tomás Trigo
Dios te quiere

Escuchar el episodio Alguien que me quiere tal como soy

Hace unos días, me regalaron un CD del grupo “Siempre así”. Me gustan todas sus canciones, y de modo muy especial su interpretación de la Salve rociera. Pero hay una, cuyo autor es Rafa Almarcha, que no conocía hasta ahora, y que me ha hecho pensar en cómo me quiere Dios.

«Alguien le ha dado la vuelta a mi vida. 

Alguien me ha hecho volver a sentir 

ese pellizco que te hace cosquillas 

cuando el amor se decide a venir».

Dios ha dado la vuelta a mi vida cuando me hizo entender que me quiere, y que puedo confiar totalmente en Él. Y sentí entonces ese pellizco que siente el que encuentra, por fin, a quien le ama de verdad. 

«Alguien que llega para quedarse 

y que me enseña un camino sin fin. 

Alguien que hace que mire adelante 

con alegría y ganas de vivir. 

Alguien que ha hecho que me ilusione 

y que me quiere tal como soy».

Dios ha hecho que me ilusione, que tenga alegría y ganas de vivir, porque me ha descubierto quién soy, su hijo, otro Cristo, y me ha encomendado una misión en la tierra. 

Ese Dios me quiere tal como soy. Algunas personas piensan que el Señor no puede estar contento con ellas porque tienen muchos defectos. Y si luchan contra sus defectos es para que Dios las mire de otro modo y las quiera; pero como siempre tienen defectos y vuelven a caer en las mismas cosas, su vida cristiana es angustiosa y amarga.

Dios me quiere tal como soy. Me ha hecho Él. Me quiere con mis limitaciones y carencias. Y ha querido que tenga unas cuantas o muchas por varias razones muy sabias: para que no caiga en el orgullo de pensar que soy perfecto; para que pueda manifestarle mi amor luchando por superarlas; para que sea consciente de que solo no puedo nada; y por último: para que yo aprenda a querer a los demás con sus defectos. 

«Alguien que me hace sentir emociones 

y me abre puertas por donde voy. 

Alguien que sueña lo que yo sueño 

y que despierta lo mejor de mí».

Vuelvo a escuchar la canción, y pienso que también el Señor sueña lo que yo sueño, que tenemos el mismo sueño: hacer felices a muchas personas que ahora están tristes, ayudar a mucha gente que necesita luz, consuelo, pan; y después, estar juntos para siempre, con todos sus hijos, mis hermanos, en el Cielo. 

Sí, el Señor sabe despertar lo mejor de mí. Y lo consigue no por medio de amenazas, no con gritos y órdenes de mando, no con una mirada que produce miedo, no poniendo ante mí códigos que lo prohíben casi todo. Lo consigue con su amor y con su misericordia, con su sonrisa y su ternura, con sus palabras de ánimo, tomándome de la mano y diciéndome: “Vamos, hijo, que yo te llevo. No te preocupes, que lo estás haciendo muy bien. Eres un campeón”. 

Gracias, Señor, porque despiertas lo mejor de mí con tu amor. No mueves mi corazón con un premio barato, ni con el castigo. Me mueves con el amor que me demuestras «clavado en una cruz y escarnecido». ¿Cómo puedo resistirme a quien me quiere tanto? Me pidas lo que me pidas, no podré decirte que no. 

«Alguien que sabe llevarme al cielo.

Alguien con quien no me sé resistir».

Dios sabe llevarme al cielo. ¡Claro que lo sabe! ¡Y quiere! Y por eso me envía en cada momento lo que más conviene para mi salvación y la de los demás: alegrías y penas, gozos y dolores, descanso y trabajo, sufrimiento y bienestar. ¡Bendita sea la mano que me acaricia! ¡Bendita sea la mano que me hiere!

«Alguien que mira como yo miro.

Alguien que siempre sé que está ahí. 

Alguien que cuida lo que yo cuido. 

Alguien me ama, alguien me llama, 

para hacerme feliz. 

Y yo le he dicho que sí».

Dios mira como yo miro, porque sabe ponerse en mi lugar y ver lo que yo veo, me quiere con sus ojos y me comprende. Como está dentro de mí y me quiere, lo tiene muy fácil. Si estuviera allá lejos, más allá de las estrellas, ¿cómo se iba a poner en mi lugar? 

Y yo también quiero mirar como Él mira, ver las cosas como Él las ve, como son de verdad, y para eso me toma con sus brazos y me pone sobre sus hombros, y así puedo verlo todo desde su mismo punto de vista. 

Sí, ya sé que es una metáfora, pero si no queréis metáforas recordad qué es la fe y qué son los dones del Espíritu Santo; sobre todo, el don de sabiduría, que nos hace ver las cosas como las ve Dios. Recordad lo que dice san Pablo: que podemos tener el pensamiento de Cristo y sus mismos sentimientos.

Dios está siempre a mi lado, me cuida, me ama, me llama para hacerme feliz. ¡Y yo le he dicho que sí! Porque Él me ayudó. 

Recuerdo muy bien el momento de aquel sí. Pero confieso que entonces no tenía ni idea de su cercanía, de lo mucho que Él nos cuida, nos ama y nos hace felices. Ni me imaginaba entonces a Dios como alguien que siempre me hace sonreír con su sentido del humor. Todavía imaginaba a Dios como alguien muy serio.

«Alguien que llena todos mis vacíos.

Alguien que siempre me hace sonreír.

Alguien que ordena mis cinco sentidos. 

¡Nos queda tanto por descubrir…!»

¿De verdad que Dios sonríe y nos hace sonreír? Sí. Dios tiene sentido del humor y le encanta vernos sonrientes. Lo que pasa es que somos unos sosos, unos serios, y vamos tan enfrascados en lo nuestro, que no escuchamos lo que nos dice. Jesús nos enseña a reírnos de nosotros mismos, y Él se ríe con nosotros. Cuando, casi sin pensar, me doy importancia, el Señor me mira con una sonrisa divertida y me dice: “¿De verdad? Pero, ¡qué hermano más importante tengo!”. Y entonces me doy cuenta de lo tonto que soy, y me río con Él.

Nos queda tanto por descubrir de la Sabiduría y del Amor de Dios… Dios siempre es más grande, más bueno, más bello, más cariñoso, más tierno, más alegre, de lo que podemos pensar.

«Alguien que es música para mi alma, 

por quien merece la pena existir.

Alguien que pinta paisajes en calma. 

¡Qué más puedo pedir…!».

Señor, Tú eres música para mi alma, una música maravillosa que solo Tú sabes extraer pulsando con tu ternura las cuerdas de mi ser, porque has amasado mi carne con la Sangre de tu amor. Por Ti vale la pena existir, vivir en esta tierra, navegar en este mar, para cumplir tus planes y llegar al puerto de tu Corazón. 

Señor, Tú pintas paisajes en calma. Los he visto tantas veces: campos inmensos de trigo verde, cielos inmensos de amanecer, aire que relaja las entrañas. Gracias, Señor, por el mundo que nos has dado para vivir. No podemos pedir más: con tu Amor lo tenemos todo.

(Gracias, Rafa, por tu canción. Ojalá un día pueda cantarla con vosotros en la tierra o en el Cielo).

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