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«Niños pequeños en los brazos de su Padre»

por Pbro. Tomás Trigo
DIOS TE QUIERE

Escuchar aquí el episodio Niños pequeños en los brazos de su Padre

Nos consideramos mayores y maduros, personas respetables y muy responsables. Las niñadas de los niños, a lo más, nos hacen reír, y frecuentemente las despreciamos. Tenemos una gran experiencia de la vida. Nos creemos personajes de cierta importancia. Nos gusta que nos escuchen y nos miren, como si estuviésemos sentando cátedra o poniendo un huevo. Exigimos que valoren nuestro trabajo, nuestros méritos, nuestros títulos y nuestras canas. 

Pero esa actitud es una fuente continua de inquietudes: ¿Me respetan? ¿Me tienen en cuenta? ¿Qué piensan de mí? ¿Reconocen mis méritos? ¿No me criticarán a mis espaldas? ¿Qué puedo hacer para aumentar mi prestigio?

Cuando estamos a solas con nosotros mismos, cuando nos hemos desnudado de nuestro traje y nos vemos en pijama, en fin, cuando nos decidimos a mirarnos con un poco de sinceridad, nos asaltan nuestros miedos y nos sentimos impotentes ante cualquier vendaval que quiera azotarnos: la mala opinión de los demás, el odio, la enfermedad, el dolor, la muerte. Tal vez en esos momentos echamos de menos nuestros años de niños, cuando pensábamos que nada malo podía pasarnos porque contábamos siempre con los brazos de nuestro padre y el regazo de nuestra madre.

Sin dejar nuestro traje y nuestras canas, que ya no tienen remedio, ¿no sería mejor volver a ser un niño delante de Dios? ¿Ser como un niño pequeño en brazos de nuestro Padre? Entonces se debilita aquella fuente de inquietudes: la soberbia y la vanidad. Y dejan de preocuparnos las exigencias de nuestro orgullo; ya no tenemos que aparentar lo que no somos; ni esforzarnos para que los demás piensen bien de nosotros y nos manifiesten su admiración. 

Soy lo que soy delante de Dios, ni más ni menos. 

Cuando nos hacemos niños delante de Dios, se seca la fuente de la mayor parte de los problemas: el yo egoísta y soberbio. 

Señor, quiero ser un niño pequeño, “irresponsable”, despreocupado y dormilón, en tus brazos fuertes de Padre. Estoy tranquilo y en paz, porque con tu amor y tu sonrisa lo tengo todo. Nada me inquieta, porque Tú estás conmigo, me aprietas contra tu corazón y me proteges de todo mal.

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