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Porque con San José hasta el cielo no paramos

por Editor mdc
San José

El inicio de la pandemia me llevó a poner a San José como intercesor no sólo por mí sino también por diversas intenciones. Pude descubrir a un padre adoptivo presente, amoroso, que nos cuida y nos guía en el camino espiritual si lo dejamos.

Al cumplirse los 150 años de la proclamación de San José como Patrono de la Iglesia Universal, realizada por el Beato Pio IX, el Papa Francisco nos invita a descubrir, conocer y orar junto a este gran Santo.

Con todo, ¿qué sabemos sobre San José? ¿Por qué en general no aprendemos la devoción de San José cuando somos niños? ¿Por qué lo descubrí tarde? Fue esposo de la Santísima Virgen María y es el padre putativo de Jesús, cabeza de la Sagrada Familia. La Biblia nos dice que era un hombre justo, es decir, que cumplía la ley de Dios, conocía las escrituras y profecías.

Se le llama el santo del silencio porque en la Biblia no se le atribuye haber dicho ninguna palabra, pero sí haber escuchado los mensajes divinos. Así, quizás sin esperarlo, nos dejó un ejemplo sobre cómo afrontar ciertas situaciones de la vida.

Juan Pablo II en su encíclica de 1989 nos dice que San José es custodio del Redentor, hizo lo que el ángel le pidió y fue obediente en la fe sin poner trabas al plan de Dios (Mt.1,24).

San José no era un hombre de edad avanzada como lo muestran en muchas imágenes, al contrario, tendría unos 20 años aproximadamente y en esa época las personas se casaban muy jóvenes. Tal imagen de mayor se debe en parte a que al haber adoptado a Jesús representa a Dios Padre aquí en la tierra, y a Él se lo suele simbolizar como un anciano.

San José nace en Belén, desciende de la familia del Rey David por línea paterna y es carpintero de profesión, se ganaba el pan con el trabajo de sus manos.

Así como la Virgen dio su “sí” cuando el ángel le anunció que iba a ser la Madre de Dios, San José tuvo su anunciación en sueños a través del ángel (Mt. 1, 18-24). También pasó sus dificultades al tener que huir valientemente en la oscuridad de la noche cuando el ángel le anunció que Herodes perseguía al niño Jesús para matarlo. Esto nos enseña que en nuestras oscuridades y noches debemos seguir adelante, a ejemplo de San José.

El padre putativo de nuestro Señor se radicó en Egipto, una tierra extraña y desconocida, hasta la muerte de Herodes y el ángel le indicó cuando era el momento de volver a Israel. Al enterarse de que en Judea reinaba Arquelao, se estableció en Nazaret (Mt 2, 13-23). Su historia de vida cuidando de la Sagrada Familia es un modelo de prudencia y esperanza.

Por otro lado, sabemos que cuando Jesús tenía doce años, se perdió de sus padres y ellos lo encontraron tres días después sentado en medio de los doctores de la ley (Lc. 2,43-50). El Señor creció junto a María y José, quienes lo guiaron y buscaron.

Dios le confía a San José la protección de sus tres grandes tesoros: Jesús, María y la Santa Iglesia. Es por eso que Santa Teresa de Ávila, gran devota de San José, lo toma como abogado y defensor y nos dice “no recuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa alguna que haya dejado de hacer”. Ella nos indica además que este santo nos socorre en toda necesidad, siempre teniendo en cuenta nuestro bien y la divina Voluntad.

San Vicente Ferrer, San Agustín, San Bernardo, Juan XXIII, Juan Pablo II, Santa Brígida, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales y San Andrés Bessette son algunos de los grandes santos de la Iglesia que fueron devotos de San José y nos enseñan su devoción.

San José tuvo un papel esencial en el Plan de Dios. Tuvo el privilegio de cuidar a su Sagrada Familia, de tomar al Niño Jesús recién nacido, educarlo, acompañarlo durante su adolescencia y juventud. De hecho, Jesús era llamado “el hijo del carpintero”, había aprendido el oficio y el valor del trabajo gracias a su papá.

Sabemos que San José muere antes de la vida pública de Jesús, seguramente satisfecho de haber cumplido su tarea en este mundo y en brazos de Jesús y de María. Por tal motivo, se lo considera patrono de la buena muerte.

El esposo de María nos demuestra que para ser buenos y auténticos seguidores de Jesús, no se necesitan cualidades extraordinarias. Con nuestras virtudes y trabajando para cargar la cruz de nuestras debilidades, podemos glorificar a Dios. Caminemos este año de la mano de San José, porque tomados de su mano, hasta el cielo no paramos.

Autor: Una voluntaria que hasta el cielo no quiere parar.

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1 comentario

Gaby Bustamante Vargas enero 28, 2021 - 9:34 am

Es verdad, San José no era anciano. Su barba denota responsabilidad y seriedad en asumir las cosas. Sin duda tenemos en el cielo un importante Protector. San José ruega por nosotros.

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