Mujeres con ecos en mi recuerdo en estos días. Por la coherencia de sus vidas.
Berta Cáceres Berta
Eera… una defensora de los derechos humanos.
Berta era… una líder indígena del pueblo Lenca, un grupo étnico mesoamericano con idioma propio situado en territorios de Honduras y El Salvador desde antes de la llegada de Colón.
Berta era… el 28 de octubre de 2014, una de las participantes principales en el encuentro mundial de los Movimientos Populares en el Vaticano, cuando el papa Francisco pronunció el célebre discurso de las ‘tres T’: Tierra, Techo y Trabajo.
Berta era… una de las fundadoras –en 1993– del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH), una organización social, política, de carácter altruista con marcado acento indigenista, amplia, solidaria y unitaria de la zona sur-occidental de Honduras.
Berta era… una mártir de la ecología integral luchando contra los desastres ecológicos que hacen desplazarse obligatoriamente a los migrantes.
El de ella es el primer nombre que me ha venido pensando en el próximo 8-M, Día Internacional de la Mujer.
Hablo de ella en pasado porque fue asesinada brutalmente antes de cumplir los 44 años, en su casa, en La Esperanza, en la madrugada del 3 de marzo de 2016, por un grupo de matones comprados que entró en su vivienda a media noche, mientras Berta dormía. Nada protegió a Cáceres. Ni su “perfil alto” internacional, ni las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ni el esperable impacto mediático que sobre la imagen del país podría tener su muerte… Nada.
Helena Maleno
Helena Maleno, almeriense y amiga, fundadora del colectivo Caminando Fronteras, reconocida en muchos lugares. Lo último de sus reconocimientos son, de hace pocos días, el premio andaluz “García Caparrós” (ella es de El Ejido y por lo tanto de “De la casta le viene el galgo”) o su posición como “héroe del día de hoy “en el de la Red Humanitaria Aurora. Helena es un icono del activismo en favor del derecho a la vida y de dedicación a la denuncia de las violaciones de los derechos humanos en el Estrecho y en la frontera occidental euroafricana. Asimismo, luchadora permanente y coherente en su labor de apoyo y acompañamiento a las personas migrantes subsaharianas, especialmente de mujeres y niños víctimas de violencia.
Solo dos. Pero son miles. Se pueden añadir puntos suspensivos. Tan prolongados que serían espacio interminablemente abierto para saber que caben todas. Tantas y tantas voces y vidas alentadores de vidas.
Animo a poner negro sobre blanco los nombres y las vidas –de ayer y hoy, fallecidos o vivos– con quienes iríamos a la mayor manifestación histórica en favor de los derechos de las mujeres.
Interminable tarea. Pero se puede intentar a nivel personal, al menos unas cuantas, como recordatorio propio y reconocimiento de lo imprescindible que supone para la vida la existencia de la mujer.
Seguro nos vendrán nombres e imágenes de mujeres luchadoras, valientes, enfrentadas a tanto machismo trasnochado e inútil. De pie muchas de ellas. Como María en la cruz. Bien plantadas. Enraizadas. Solo añado un nombre más. Y no precisamente de pie. Sino arrodillada. La Hermana javeriana Ann, la monja que se arrodilló frente a los policías antidisturbios durante las manifestaciones por la democracia en Myanmar. Con lágrimas en los ojos, ruega y logra detener a la policía para que deje de arrestar a los manifestantes. Aproximadamente 100 de ellos pudieron escapar debido a su gesto. Mujer. Monja. De rodillas. También es su día.
Fuente: Nueva Vida
