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Pequeños y hermosos testimonios

por Elena Fernández Andrés
SAN-JOSE

Nuestra colaborada nos trae nuevos testimonios extraídos del libro «Id a José» de la Abadía San José de Clairval, que nos invitan a meditar.

En una casa de Hermanitas de los Pobres, la hermana cocinera apenas tenía manzanas, escasas y caras este año. En un gesto de humilde confianza, deposita una a los pies de san José. Pocos días después, otra casa de la misma congregación recibía una llamada telefónica y se les comunicaba que un camión de manzanas había volcado en un accidente su carga en la carretera. Se les rogaba que fueran a buscar manzanas… y la comunidad de las Hermanas recibía una camioneta llena.

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Un joven hacía sus estudios en la casa del cura de su pueblo, como aspirante al sacerdocio. Deseaba  consagrar  su  vida  al  servicio  de  Dios  y  a  la  salvación  de  las  almas.

Desgraciadamente, tenía tantas dificultades con la lengua latina, que su generoso maestro perdió la paciencia y temió de momento por su éxito. Las lágrimas del estudiante, su aplicación y su piedad contribuyeron, sin embargo, a prolongar la prueba. «Mi querido hijo, dijo el venerable pastor, no veo más que un medio para salir de esta situación: es ponerte bajo la protección de san José, rogarle y suplicarle ardientemente que te conceda los talentos que no tienes; de otra manera nos quedaremos en el camino. Vamos, anímate, yo uniré mis oraciones a las tuyas y tengo la firme confianza de que seremos escuchados, porque todo lo consigue la oración perseverante».

El estudiante se arrojó en los brazos de san José y rogó con tanto fervor, que el buen Patriarca lo tomó bajo su amparo de una manera maravillosa. La inteligencia del joven se abrió poco a poco, sus talentos se desarrollaron y terminó sus clases con éxito. Cuando entró en el seminario mayor, se distinguió por sus luces tanto como por sus virtudes, y recibió el sacerdocio con honor. Nombrado sucesivamente profesor de teología dogmática y de teología moral, superior y finalmente vicario general, fue durante muchos años la luz y el consejo de la mayoría de los sacerdotes que dirigió a su vez. Lo que se notaba por encima de todo en este hombre de Dios era su confianza y su reconocimiento hacia san José, su generoso bienhechor.

Aprendamos de estos testimonios cuán poderosa es ante el Corazón de Dios la oración humilde y perseverante que se le dirige por intercesión del santo esposo de María.

(del libro «Id a José» de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)

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