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Felices los que conocen bien a san José

por Elena Fernández Andrés
san jose

A mediados de marzo de 1867, llevaban a una señora paralítica, protestante, a una casa de beneficencia de Canadá, puesta bajo el patrocinio de san José. Ella buscaba allí un alivio a sus sufrimientos y no pensaba en un cambio de religión. 

Hasta llegaba a comentar con una de sus amigas: «¡Muy hábil sería el que me atrapara!». No conocía a san José, menos aún todos sus recursos para ganar un alma. Cada día las religiosas dedicadas a la atención de la casa hacían el mes de marzo y rogaban a San José por la pobre paralítica. Sin que lo supiera, habían cosido en uno de los pliegues de su vestido dos medallas, una de la Santísima Virgen y otra de san José.

Un día, una religiosa hizo que la conversación girara sobre san José.

– San José, continuó la protestante, yo no conozco a ese hombre, no lo he visto nunca.

– ¿Cómo, replicó la Hermana, usted está en una casa y no conoce al dueño? Y abriendo su libro de oficios, le presentó una estampa de san José.

– ¡Oh, qué bien está! Dijo contemplándolo; pero ¿quién es?

La buena hermana se lo explicó lo mejor posible; y he aquí que, para gran sorpresa suya, la señora toma la estampita, la besa con respeto y pide que se la den para guardarla. A partir de ese día no tenía más consuelo que oír hablar de san José, que le contaran la vida que había llevado, las virtudes que había practicado. Ella tenía un hijo joven a quien unos amigos piadosos le guiaban al catolicismo. Este vino a solicitar a su madre autorización para abjurar del error el próximo uno de mayo; ella aceptó con gran firmeza. Apenas él había partido, hizo llamar al capellán de la casa.

– ¡Señor, le dijo, quiero ser católica, quiero ser bautizada al mismo tiempo que mi hijo! Tenga la bondad de instruirme.

La instruyeron, la prepararon y el 1 de mayo se vio a la madre y al hijo al pie del altar de san José, mezclando sus lágrimas con el agua santa que corría sobre sus frentes. Y el último día del mes nuestros nuevos católicos hacían su primera Comunión y recibían el sacramento de la Confirmación.

¡Felices los que hacen conocer, felices los que conocen bien a san José!

 (del libro «Id a José» de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)

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