Escuchar aquí el episodio Dios confía una misión a sus hijos
Dios confía en nosotros y nos encomienda una misión:
ser los brazos de Cristo para prolongar en la tierra la misión que Él vino a realizar;
entregar nuestra vida para colaborar con Cristo en la salvación de todos los hombres;
enseñar, con nuestro ejemplo y nuestra palabra, la verdad que Cristo nos ha revelado;
servir a los demás como Cristo les serviría.
Dios nos confía esta gran misión porque confía en nosotros. Y nosotros, con su gracia, respondemos a su amor y a su confianza cada día.
El encargo de Dios, su confianza en nosotros, nos llena de ilusión. La gran ilusión de nuestra vida, la gran esperanza, la gran aventura, es responder a lo que Dios nos ha confiado: seguir a Cristo y participar de la misión de Cristo.
«Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20).
Pero algunos cristianos no son conscientes de que tienen un encargo divino. Son como preciosos veleros siempre amarrados a puerto: están seguros, lejos de las olas, y se mantienen a flote. El barco se mece al ritmo de las olas que mueren contra el muelle, está amarrado con cabos que no le dejan maniobrar; tal vez está limpio, pero no disfruta de arremeter contra las aguas encrespadas y salir airoso, y ver cómo se pierde la costa en la lejanía, y llegar a tierras desconocidas. La vida de algunos cristianos es muy aburrida porque no navegan.
Dios confía en nosotros y nosotros en Él. No debemos tener miedo a navegar, porque el verdadero capitán del barco, el que lleva el timón, es Él. Y también el que da la fuerza al viento para que hinche las velas. El que manda al viento y al mar que se callen, y se callan. Jesús viene con nosotros: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
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