En España, la devoción a la Virgen María es una de las características históricas de la nación. La Patrona es la Inmaculada Concepción de María. Además, la Virgen del Pilar, es la primera aparición mariana de todos los tiempos, es la Patrona de la Hispanidad por lo cual todos los pueblos hermanos de habla hispana nos unimos para celebrarla.
La Inmaculada Concepción es la Patrona de España y su fiesta se celebra el 8 de diciembre
El 8 de diciembre, España – “tierra de María” como la definió el Papa San Juan Pablo II – y la Infantería española celebran a su patrona, la Inmaculada Concepción de María, cuyo dogma fue proclamado en 1854 por el Papa Pío IX, en su Bula Ineffabilis Deus.
Esta fiesta empezó a celebrarse oficialmente el 8 de noviembre de 1760, cuando el papa Clemente XIII, por medio de la Bula “Quantun Ornamentun”, la proclama Patrona de España, las Indias y sus reinos; aunque ese año no pudo celebrarse porque debido a las malas comunicaciones de la época, la noticia no llegó hasta el 12 de enero de 1761.
Años más tarde, el 8 de diciembre de 1854, el papa Pío IX, en la Basílica de San Pedro, proclamó el Dogma de la Inmaculada Concepción de La Virgen María en la Bula Ineffabilis Deus: “la doctrina de la Bienaventurada Virgen María en el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos del Salvador del género humano, Jesucristo, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles”, e instauró esa fecha para que toda la Iglesia celebre dicha fiesta anualmente.
Aunque la proclamación del dogma de fe de la Inmaculada Concepción pueda parecer algo tardía, en realidad, en España se venía defendiendo desde hacía siglos. Esta tradición viene de lejos: en textos de principios del siglo XII se recogen celebraciones de ese día en el Reino de Navarra y en la Corona de Aragón. Y ya en tiempos del Rey Felipe IV (1605-1665) – coetáneo del sevillano Murillo, uno de los artistas que mejor supo representar a la Virgen – y a instancias de las autoridades de Sevilla, pidió al Papa la proclamación del dogma de la Inmaculada. No tuvo éxito, pero sí consiguió al menos que el Papa expidiera un decreto, en 1622, en el que la Iglesia reconocía la tesis de que María había sido concebida sin pecado original.
Y aún antes tuvo lugar un hecho conocido como el milagro de Empel, que motivó el que la Infantería española tomara a la Inmaculada Concepción como su patrona. En la Batalla de Empel, el ejército español derrotó al bando enemigo gracias a un milagro de la Virgen. Fue durante la Guerra de los Ochenta Años en Flandes, en 1585.
El 7 de diciembre de aquel año, el Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, conde de Puñonrostro, se medía contra una escuadra holandesa en la isla de Bommel, en los Países Bajos. El enemigo rompió los diques, quedando todo el campo anegado, excepto el pequeño montículo de Empel, donde las tropas españolas se hicieron fuertes, frente a unas fuerzas que les superaban en número. Cubiertos de barro, se dispusieron a cavar trincheras, momento en que uno de los soldados encontró enterrada una tabla flamenca, con la imagen de María Inmaculada. Los infantes lo interpretaron como una señal del Cielo y se encomendaron a la Virgen. Improvisaron un altar a la Virgen y se pusieron a rezar toda la noche. En la noche del 7 al 8 de diciembre, en una zona en donde el termómetro no suele bajar de los 2 grados bajo cero, esa noche heló, quedando en pocas horas las aguas del río Mosa que circundaban el reducto español congeladas. De esta forma, la escuadra holandesa quedó atrapada en el hielo, momento que las tropas españolas aprovecharon para hacer una salida, obteniendo una victoria tan rotunda.
De tal modo, los españoles vencieron en Flandes una batalla que parecía perdida. Desde ese año, la Inmaculada Concepción fue proclamada patrona de los Tercios españoles, la actual Infantería de España.
Entre las innumerables pruebas de la singular devoción que en España se ha tenido siempre por la Inmaculada Concepción, cabe resaltar el que el claustro de la Universidad de Valencia, ya en 1530, prestara el juramento a la Inmaculada, siendo secundada en seguida por el resto de las universidades españolas (la primera Universidad en defender la tradición de la Inmaculada fue la de París, en 1496).
Una larga historia hasta llegar al dogma de la Inmaculada Concepción
El dogma de la Inmaculada Concepción es conocido también como el dogma de la Purísima Concepción. Es el dogma de fe que declara que, por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.
El largo recorrido histórico, con el correspondiente estudio de rigor, interpretación, discusión y adhesión doctrinal empieza con los Santos Padres de los primeros siglos, cuando tuvo defensores como san Ireneo de Lyon, discípulo de Policarpo de Esmirna, san Anselmo, san Hipólito mártir, san Efrén de Siria, san Ambrosio y san Jerónimo.
Durante la Edad Media, en la Iglesia de Oriente, el Concilio Ecuménico VI, afirmó de María: «Santa de alma y cuerpo, libre totalmente de todo pecado». En la Iglesia de Occidente, aparte de san Agustín, está san Máximo, que escribió: «María, digna morada de Cristo, no por la belleza del cuerpo, sino por la gracia original».
En España, desde el siglo VII y por obra de san Ildefonso, arzobispo de Toledo, se celebraba en la liturgia la fiesta de la Concepción Inmaculada.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena eres de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
Oraciones a la Inmaculada Concepción
I.
Oh, Dios, que, por la Inmaculada Virgen, preparaste digna morada a tu Hijo; te suplicamos que, así como a ella la preservaste de toda mancha en previsión de la muerte del mismo Hijo, nos concedas también que, por medio de su intercesión, lleguemos a tu presencia puros de todo pecado. Por el mismo Jesucristo, nuestro señor. Amén.
1. Bendita sea la Santa e Inmaculada Concepción de la gloriosa Virgen María, Madre de Dios. Avemaría.
2. Oh María, que entraste en el mundo sin mancha de culpa, obtenme de Dios que pueda yo salir de él sin pecado. Avemaría.
3. Oh Virgen María, que nunca estuviste tuviste la mancha del pecado original, ni de ningún pecado actual, te encomiendo y confío la pureza de mi corazón. Avemaría.
4. Por tu Inmaculada Concepción, oh, María, haz puro mi cuerpo y santa el alma mía. Avemaría.
5. Oh María, concebida sin pecado, ruega por nosotros, que recurrimos a ti. Avemaría.
II.
Oración de Consagración de San Vicente Pallotti
Inmaculada Madre de Dios, Reina de los cielos, Madre de misericordia, abogada y refugio de los pecadores: he aquí que yo, iluminado y movido por las gracias que vuestra maternal benevolencia abundantemente me ha obtenido del Tesoro Divino, propongo poner mi corazón ahora y siempre en vuestras manos para que sea consagrado a Jesús.
A Vos, oh, Virgen santísima, lo entrego, en presencia de los nueve coros de los ángeles y de todos los santos; Vos, en mi nombre, consagradlo a Jesús; y por la filial confianza que os tengo, estoy seguro de que haréis ahora y siempre que mi corazón sea enteramente de Jesús, imitando perfectamente a los santos, especialmente a San José, vuestro purísimo esposo. Amén.
Nuestra Señora del Pilar es la Patrona de la Hispanidad y su fiesta se celebra el 12 de octubre
Introducción: Palabras del Capellán de la Virgen del Pilar
La Basílica del Pilar es una de las más antiguas de España, en su interior se encuentra la columna sobre la cual la Virgen se apareció al Apóstol Santiago durante la evangelización de España en el año 40 después de Cristo, y que es la aparición mariana más antigua reconocida por la Iglesia.
En una entrevista ACI Prensa en el año 2017, el P. José Maria Bordetas, capellán de la Virgen del Pilar y encargado del cuidado de esta imagen de la Virgen, señala que el apóstol Santiago, desanimado por las grandes dificultades que estaba atravesando para evangelizar España pidió una señal, y “fue entonces cuando se le apareció la Virgen quien le animó a seguir adelante y le hizo la promesa, que todavía se mantiene, por la que mientras estuviera ese pilar en pie, habría verdaderos discípulos de su Hijo en España”.
Según explicó el capellán “esta grandísima devoción se apoya en la tradición porque no hay documentos escritos de esta aparición mariana, que además tiene la particularidad de que cuando la Virgen se le aparece al Apóstol Santiago, ella todavía está viva, pero en Tierra Santa”.
“Santiago y sus discípulos recogieron el regalo de la Virgen, guardaron esa columna que se convirtió en el centro religioso de esa pequeña comunidad en Zaragoza”.
Aunque muchos piensen que la patrona de España es la Virgen del Pilar, no es así. Según explicó el P. José María Bordetas, “la patrona de España es la Inmaculada Concepción de María, porque en España fue una abanderada en que la Iglesia proclamara este dogma. Sin embargo, fue en el siglo XVIII cuando se nombró a la Virgen del Pilar como patrona de todos los pueblos Hispanoamericanos”.
Historia: tradición y testimonios
La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen textualmente que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso».
En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol». La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio».
Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El más antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.
Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germain de París, llamado Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la Virgen María de Zaragoza, «donde había servido en el siglo III el gran mártir San Vicente», cuyos restos fueron depositados por el obispo de Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la Virgen.
La devoción del pueblo por la Virgen del Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas, que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se consigna la aparición de la Virgen del Pilar como «una antigua y piadosa creencia».
El Papa Clemente XII señaló la fecha del 12 de octubre para la festividad particular de la Virgen del Pilar, pero ya desde siglos antes, en todas las iglesias de España y entre los pueblos sujetos al rey católico, se celebraba la dicha de haber tenido a la Madre de Dios en su región, cuando todavía vivía en carne mortal.
Tres rasgos peculiares que caracterizan a la Virgen del Pilar y la distinguen de las otras:
1- Se trata de una venida extraordinaria de la Virgen durante su vida mortal. A diferencia de las otras apariciones la Virgen viene cuando todavía vive en Palestina: ¨Con ninguna nación hizo cosa semejante», cantará con razón la liturgia del 2 de enero, fiesta de la Venida de la Virgen.
2- La Columna o Pilar que la misma Señora trajo para que, sobre él se construyera la primera capilla que, de hecho, sería el primer Templo Mariano de toda la Cristiandad.
3- La vinculación de la tradición pilarista con la tradición jacobea (del Santuario de Santiago de Compostela). Por ello, Zaragoza y Compostela, el Pilar y Santiago, han constituido dos ejes fundamentales, en torno a los cuales ha girado durante siglos la espiritualidad de la patria española.
Simbolismo del pilar
El pilar o columna: la idea de la solidez del edificio-iglesia con la de la firmeza de la columna-confianza en la protección de María.
La columna es símbolo del conducto que une el cielo y la tierra, «manifestación de la potencia de Dios en el hombre y la potencia del hombre bajo la influencia de Dios». Es soporte de la vida cotidiana. María, la puerta del cielo ha sido la mujer escogida por Dios para venir a nuestro mundo. En ella la tierra y el cielo se han unido en Jesucristo.
Las columnas garantizan la solidez del edificio, sea arquitectónico o social. Quebrantarlas es amenazar el edificio entero. La columna es la primera piedra del templo, que se desarrolla a su alrededor; es el eje de la construcción que liga entre si los diferentes niveles. María es también la primera piedra de la Iglesia, el templo de Dios; en torno a ella, lo mismo que los apóstoles reunidos el día de Pentecostés, va creciendo el pueblo de Dios; la fe y la esperanza de la Virgen alientan a los cristianos en su esfuerzo por edificar el reino de Dios.
Vemos en Ex. 13, 21-22, que una columna de fuego por la noche acompañaba al pueblo de Israel peregrino en el desierto, dirigiendo su itinerario. En la Virgen del Pilar el pueblo ve simbolizada «la presencia de Dios, una presencia activa que, guía al pueblo de elegido a través de las emboscadas de la ruta».
La tradición de la ofrenda de flores
Normalmente el mismo 12 de octubre se celebra la ofrenda de flores que cada año conforma un precioso manto para la Virgen con los millones de flores depositadas por los fieles y la ofrenda de frutos se celebra al día siguiente, 13 de octubre.
Este acto religioso ha ido haciéndose cada año más popular, pero la ofrenda tuvo un nacimiento muy modesto. La historia recoge que, tras ser terminada la Basílica del Pilar de Zaragoza en 1872, todos los días 2 de enero y 12 de octubre se llenaba de flores el camarín de la Virgen en la Capilla.
Basílica de la Virgen del Pilar
Miles de peregrinos y de todas las nacionalidades acuden cada año a rezar a La Virgen del Pilar en Zaragoza, donde se encuentra su Basílica, una de las más antiguas de España. En su interior se encuentra la columna sobre la cual la Virgen se apareció al Apóstol Santiago durante la evangelización de España en el año 40 después de Cristo.
La Basílica de la Virgen del Pilar es para muchos la más extraordinaria que tiene España como prueba de una antiquísima y profunda devoción por la Santísima Virgen María. Esa gran basílica mariana con sus once cúpulas y sus cuatro campanarios es famosa en el mundo entero. Desde la aparición de la Virgen a Santiago, a través de los siglos, Ella ha mostrado su protección especial con repetidas gracias, milagros y portentos, ganándose la piedad de los españoles, que le tributan culto con gran devoción.
El interior de la Basílica es de una gran belleza y una serena grandiosidad. Toda la traza del templo está acomodada a la idea de no mover de su sitio la Sagrada Columna de la Virgen.
Historia de la Basílica
Al principio del siglo XVI, el arzobispo Alonso de Aragón, hijo del rey católico, transformó en estilo gótico la iglesia anterior, erigida en el lugar mismo de la aparición de la Virgen, que quedó así incluida desde entonces dentro del templo; el lugar más sagrado de esta capilla lo constituía y lo sigue constituyendo el que ocupa la santa columna, su más preciada reliquia, en la que se asienta la imagen de la Virgen.
Por la necesidad que se vio de cobijar a las inmensas muchedumbres de peregrinos y poder atender mejor a los numerosos asistentes en los actos de culto, en 1681 se puso la primera piedra del nuevo templo, donde se incluyó también la santa capilla, conservando intacto el lugar de asentamiento de la columna de la Virgen. En 1872 se concluyeron las diversas capillas y cúpulas, más tarde se añadirán las cuatro torres, la última se concluyó en 1961.
El Papa Juan Pablo II en 1984, al hacer escala en su viaje a Santo Domingo para iniciar la conmemoración del descubrimiento de América, reconoció a la Virgen del Pilar como «patrona de la hispanidad».
Oraciones a la Virgen del Pilar
I.
Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar, concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
II.
Dios todopoderoso y eterno, que mediante la gloriosa Madre de tu Hijo nos has protegido maravillosamente con defensa celestial; concédenos propicio, que cuantos la veneramos con piadosa devoción en el especial título del Pilar, seamos defendidos con su auxilio perpetuo.
Amén.
III.
Oración de Juan Pablo II
Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y él sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh, María a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.
Así sea.
Jaculatoria Pilarista
Bendita y alabada sea la hora en que María Santísima vino en carne mortal a Zaragoza. Por siempre sea, por siempre sea bendita y alabada.