Fundador de la Orden de la Merced
San Pedro Nolasco nació en un lugar cercano a Barcelona, España, en 1189. Cuando Pedro tenía 15 años, su padre murió y él decidió repartir las grandes posesiones que había heredado. Su madre lo acompañó y colaboró en su deseo de hacer el bien y vivir santamente.
Estando en edad de casarse, Pedro realizó una peregrinación a la Virgen de Monserrat. Allí, estando a los pies de la Madre, comprendió que las vanidades del mundo sólo dejan vacío e insatisfacción y que, en cambio, lo que se hace para la vida eterna acumula un tesoro que dura para siempre. Fue entonces que prometió a la Virgen mantenerse puro y poner su vida a su servicio.
En ese tiempo, los musulmanes saqueaban las costas y esclavizaban a los cristianos llevándolos a África, donde los hacían vivir en tenebrosas cárceles y les imponían terribles penalidades. En estas condiciones, muchos de los prisioneros llegaban a perder su fe pensando que Dios los había abandonado. Fue por esto que Pedro Nolasco decidió utilizar su fortuna para la liberación del mayor número posible de esclavos cristianos.
Cuando se le presentaba la ocasión de gastar una alta suma de dinero para obtener la libertad de algún cautivo recordaba aquella frase de Jesús en el evangelio: «No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben» (Mt. 6, 19 – 20)
En 1203 Pedro Nolasco inició en Valencia la redención de cautivos, liberando con su propio patrimonio a 300 esclavos. Para llevar a cabo esta misión, formó un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organizó expediciones para negociar las liberaciones. Cuando se les acabó el dinero formaron grupos llamados cofradías para recaudar la “limosna para los cautivos”. Tristemente, llegó un momento en que la ayuda se agotó, entonces, el santo evaluó la posibilidad de ingresar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Fue así que inició un período de reflexión y profunda oración.
La noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Santísima Virgen se le apareció a san Pedro Nolasco y a sus amigos san Raimundo de Peñafort y el rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a los tres por separado su deseo de fundar una orden religiosa para liberar cautivos cristianos. Antiguas narraciones cuentan que la Virgen les recomendó que fundaran una asociación con hábito blanco y puro que sea defensa y muro de la cristiana nación.
La Virgen María movió profundamente el corazón de Pedro Nolasco para fundar la nueva orden y formalizar el trabajo que él y sus compañeros venían realizando. El 10 de agosto de 1218 en el altar mayor de la Catedral de Barcelona, en presencia del rey Jaime I de Aragón y del obispo Berenguer de Palou, se creó la orden mercedaria, cuya patrona es la Virgen de la Merced. Fue allí que Pedro Nolasco hizo ante el obispo sus tres votos o juramentos de castidad, pobreza y obediencia, y añadió un cuarto voto, el de dedicar toda su vida a tratar de libertar cristianos que estuvieran siendo esclavos. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la orden mercedaria. El Papa Gregorio IX aprobó la comunidad y san Pedro Nolasco fue nombrado Superior General.
La nueva orden fue laica en los primeros tiempos. El vestido que usaban era una túnica blanca y una cruz grande en el pecho. Su primera ubicación fue el hospital de Santa Eulalia, junto al palacio real, donde recogían a indigentes y a cautivos que regresaban de tierras de moros y no tenían donde ir. Además, la nueva orden continuó la labor que ya hacían antes de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos.
San Raimundo predicó con gran entusiasmo en favor de la orden mercedaria y fueron muchos los hombres de buena voluntad que llegaron a hacerse religiosos. Habitualmente, eran acompañados de ex-cautivos, ya que, cuando uno era rescatado, tenía obligación de participar durante algún tiempo en este servicio. Cada año realizaban expediciones y Pedro Nolasco continuó sus viajes personales en busca de esclavos cristianos y organizando colectas para los cautivos. En una oportunidad, estando en Argelia, lo hicieron prisionero pero el santo logró conseguir su libertad.
Todos los frailes que ingresaban en la orden, no sólo hacían los tres votos de la vida religiosa, sino que también debían realizar el cuarto voto como lo había hecho Pedro Nolasco. Este cuarto voto era la característica distintiva de la comunidad de los mercedarios. Al entrar en la orden, los miembros se comprometían a quedarse en lugar de algún cautivo que estuviese en peligro de perder la fe, en caso de que el dinero no alcanzara a pagar su redención. Entre los que se quedaron como esclavos está San Pedro Ermengol.
San Pedro Nolasco ayudó al rey Jaime a conquistar para los cristianos la ciudad de Valencia, que estaba en poder de los musulmanes. El monarca decía que había logrado conquistar la ciudad de Valencia debido a las oraciones de Pedro Nolasco y, por esto, fundó en esa ciudad varias casas de la Comunidad de los mercedarios en agradecimiento.
Poco antes de morir, cuando el santo ya había alcando la edad de 77 años, pronunció las palabras del salmo 77: “Tú eres el Dios que hace maravillas, y revelaste tu poder entre las naciones. Con tu brazo redimiste a tu pueblo”.
Por su intercesión se obraron muchos milagros, por esto, en 1628 el sumo pontífice lo declaró santo. La Comunidad de los mercedarios se dedica ahora a ayudar a los que están encarcelados a través de institutos religiosos y asociaciones de laicos, dando continuidad a la obra iniciada por su fundador.
En el día de su fiesta, le rogamos a san Pedro Nolasco que interceda ante el Señor para que nos conceda la gracia de poner nuestras vidas al servicio de quienes han perdido su libertad física o espiritual porque hasta el cielo no paramos.