Hoy, como cada 25 de noviembre, la Iglesia celebra la fiesta de santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir.
Catalina fue hija del Rey Costo y desde muy pequeña estudió las artes liberales. Esta noble fue una virgen de Alejandría dotada tanto de agudo ingenio y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Se cree que la santa, fue educada en la fe de la Iglesia, tal como se vivía en la Alejandría de los siglos III y IV, que en la antigüedad, era una “ciudad símbolo” de la encrucijada cultural del Helenismo.
Catalina era una mujer de fe muy decidida. En el año 310, cuando la santa ya era huérfana y tenía tan solo 18 años, se presentó ante el César Maximino quien había ordenado que ofrecieran sacrificios a los dioses, castigando duramente a los que se rehusaban y persiguiendo duramente a los cristianos. Catalina le recriminó al emperador la crueldad de sus actos e intentó demostrarle la injusticia que significa la adoración a falsos dioses.
La santa y Maximino debatieron sobre el creador del mundo y las leyes que lo rigen. El César, impresionado por su belleza y sabiduría, mandó a llamar a los más sabios del imperio para que lograran hacerla apostatar, puesto que él se sentía incapaz de hacerlo. Catalina, aferrada a la oración, no sólo resultó victoriosa en el debate, sino que además logró la conversión al cristianismo de muchos de sus adversarios. (Xanax)
Esto hizo que el emperador se enfureciera, la mandó azotar y encarcelar. Mientras Catalina permanecía en las mazmorras, la emperatriz, deseosa de ver a esta mujer extraordinaria, se acercó a visitarla, acompañada de Porfirio, jefe de las tropas, y ambos, luego de escuchar a la santa, creyeron, se bautizaron y ganaron inmediatamente la corona de los mártires.
Como la santa lograba muchas conversiones y permanecía firme en su fe, el emperador intentó negociar con Catalina y le ofreció ser reina, pero ella eligió seguir consagrada a Cristo y lo rechazó. Maximino se enfureció y la condenó a morir en la rueda, pero al tocarla, el instrumento de tortura se destruyó milagrosamente. Lleno de ira, el emperador mandó a decapitar a Catalina. Antes de morir, Catalina exclamó: “¡Señor Jesús, te suplico me escuches, a mí y a cuantos a la hora de su muerte, recordando mi martirio, invoquen tu nombre!”. Esta valiente mujer de fe, no solo permaneció virgen dominando sus pasiones y conquistó a sus verdugos al agotarles su paciencia, sino que triunfó con su ciencia haciendo callar a los sabios y su intercesión fue implorada por teólogos, predicadores y filósofos.
Cuenta la historia que unos ángeles trasladaron su cuerpo al Monte Sinaí, lugar donde Moisés habló con Dios en la zarza ardiente. En el siglo IV, la emperatriz Helena mandó construir una capilla y dos siglos más tarde, el Emperador Justiniano erigió el Monasterio de Santa Catalina, considerado el monasterio cristiano más antiguo del mundo.
Aunque muchos textos mencionan el traslado milagroso del cuerpo de Catalina al Monte Sinaí, junto a otras leyendas sobre la santa, los hagiógrafos contemporáneos ponen en duda la autenticidad de estos, aunque no se duda de la veracidad de la existencia de la santa. Como conclusión, se invita a aceptar los hechos principales como ciertos y rechazar las invenciones populares de detalles que los oscurecen.
En el día de su fiesta, imploramos a santa Catalina de Alejandría su intercesión desde el cielo para que el Señor nos conceda una fe tan firme como la que ella tuvo porque hasta el cielo no paramos.