Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a su fiesta
(18 al 26 de noviembre)
Breve historia
El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima vestida de blanco se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina. Junto a Ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra. María Santísima dijo entonces a Sor Catalina: «Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan».
Entonces, alrededor de la cabeza de la Virgen se formó un círculo o una aureola con estas palabras: «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti». Y una voz dijo a Catalina: «Hay que hacer una medalla semejante a lo que estás viendo. Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen», y apareció una M, sobre la M una cruz, y debajo los corazones de Jesús y María. Es lo que hoy está en la Medalla Milagrosa.
El Arzobispo de París permitió fabricar la medalla tal cual había aparecido en la visión, y al poco tiempo empezaron los milagros. Al rezar, debemos recordar que lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen.
Consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa
Postrado ante vuestro acatamiento,
¡Virgen de la Medalla Milagrosa!
y después de saludaros en el augusto misterio
de vuestra Concepción sin mancha,
os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre,
abogada, reina y señora de todas mis acciones,
y protectora ante la majestad de Dios.
Yo os prometo, Virgen purísima, no olvidaros jamás,
ni vuestro culto, ni los intereses de vuestra gloria,
a la vez que os prometo también
promover en los que me rodean vuestro amor.
Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed
para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte.
¡Oh María sin pecado concebida!
¡Rogad por nosotros que recurrimos a Vos! Amén.
Días
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Virgen de la Medalla Milagrosa
Santa Catalina Labouré