Que dos palabras hermosas se conjugan en este propósito el amor y el perdón.
Pero cómo nos cuesta este propósito, no porque no sepamos amar o perdonar, el problema está en que nos cuesta expresarlo. Cada vez que tenemos que pedir perdón es un acto de absoluta valentía ya que debemos reconocer nuestro error, reconocer que nos equivocamos, que nos mandamos alguna macana, agachar la cabeza delante quien haya sido ofendido por nosotros y solicitarle ese perdón.
Y un poco que, nos sucede lo mismo con expresar el amor hacia los demás, porque nos costará tanto si es algo tan simple y sobre todo es un acto de generosidad, ofrecerle nuestro amor al prójimo. Y esto no quiere decir que vamos a estar todo el día diciéndole te amo, te quiero a los demás. Porque hay veces que con solo un acto que hacemos, estamos demostrando que el otro nos importa, nos interesa y por eso estamos haciendo lo que hacemos por él.
La Biblia enseña que el perdón se basa en el amor sincero, ya que el amor “no lleva cuenta del daño”.
Perdonar significa disculpar a alguien que nos ha ofendido o no tener en cuenta su falta. En la Biblia, se traduce la palabra griega “perdonar” y significa literalmente “dejar pasar”, como cuando una persona deja de exigir que se le pague una deuda. Jesús usó esta comparación al enseñar a sus discípulos a orar: “Perdónanos nuestros pecados, porque nosotros mismos también perdonamos a todo el que nos debe” (Lucas 11:4).
Perdonamos a otros cuando dejamos de guardar resentimiento y no insistimos en pedir una compensación por el daño que nos hayan hecho o por la pérdida que hayamos podido sufrir. Lo que no significa que siempre vamos a perdonar a esa persona por lo mismo.
Pensemos en los beneficios que obtenemos al perdonar. Dejamos de sentirnos enojados o de guardar rencor y eso nos llevará a estar más tranquilos, más relajados y más felices con nosotros mismos y por ende con los demás.
Y, lo que es más importante, perdonar a los demás es imprescindible para que Dios perdone nuestros pecados (Mateo 6:14, 15).
Pero a observar bien, porque puede ser que en realidad necesitamos reconocer que no tenemos ninguna razón para estar ofendidos. Más bien, tengamos confianza en que Dios hará que se haga justicia.
Seamos comprensivos. Todos somos imperfectos. ¡Hoy pensá a quienes desde el amor vas a perdonar!
¡¡¡¡Vamos que hasta el cielo no paramos!!!!
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