Escuchar aquí el episodio Trabajamos en la viña de nuestro Padre
Cada nuevo día, Dios nos dice: «Hijo, vete hoy a trabajar en la viña» (Mt 21, 28).
El mundo es de nuestro Padre. Y nos ha pedido que, con nuestro trabajo, colaboremos con Él para perfeccionar la creación, obtener nuestro medio de vida, ayudar a los demás y, al mismo tiempo, construir el Reino de Dios.
Cuando por la mañana nos levantamos, podemos pensar en esto y llenarnos de ilusión: “Voy a trabajar a la viña de mi Padre; hay algunos problemas que resolver y dificultades que afrontar, pero el dueño de la viña, que es la Luz, la Sabiduría y el Poder, está de mi lado, está a mi favor”.
Quienes trabajan solos, porque piensan que su viña es solo suya, como si su trabajo no tuviera nada que ver con Dios, se sienten impotentes ante los conflictos y apuros. Por eso están en tensión, inseguros, preocupados, agobiados y llenos de ansiedad.
¡Qué diferente es trabajar con la convicción de que estamos en la viña de nuestro Padre! Trabajamos muy tranquilos, porque Él se encarga de solucionar lo que escapa a nuestro poder, se ocupa del futuro, del crecimiento de la viña, de que haya buen vino el día de mañana.
Ante los problemas que se presenten, podemos decir con toda verdad: “Este asunto es de Dios y mío. No estoy solo”. Más aún: como es un Padre, Él hace suyas todas nuestras preocupaciones, y es el más interesado en que se arreglen del modo más conveniente para todos.
Tú me pides, Señor, que confíe en tu criterio: si las cosas tardan en solucionarse, es que conviene: Tú sabrás por qué; si no se solucionan, será que es lo mejor, aunque no alcance a comprenderlo. Dame, Señor, la paz que tanto necesita mi alma. Concédeme la gracia de descansar en Ti, de confiar en Ti, de dejar todas las preocupaciones a tu cuidado, para ocuparme de cultivar tu viña, con la alegría del que sabe que con cada esfuerzo realizado por amor está haciendo felices a los demás.
